40 | Los peores oleajes
Daniel
Llevo tanto rato en esta sala sin ventanas que siento que, para cuando salga, ya será de noche.
En realidad, sé que no ha debido de pasar tanto tiempo y que solo es que aquí dentro el minutero del reloj parece haberse detenido. Nos trajeron nada más llegar, así que no podemos ver las actuaciones de los que tocan antes que nosotros ni escuchar los comentarios del jurado. En parte, lo agradezco, porque creo que me pondría más nervioso todavía. De vez en cuando, la puerta se abre para que salga el siguiente participante, y todas las ocasiones el corazón me da un vuelco.
En la habitación hay unos veinticinco chicos y chicas de más o menos mi edad, sentados en sillas o repartidos en algunos sofás blancos y blanditos. Algunos parecen tenerlo todo controlado, mientras que otros dan la impresión de estar al borde del llanto. Salvo un par de chicas que parlotean nerviosas y entre susurros, el resto se mantiene en silencio.
Durante un rato me uní a la conversación con ambas, pero hace ya mucho rato que salieron, así que ya no hay nada que me quite los nervios además de mover tanto las piernas que ya me he ganado un par de malas caras.
El lugar se vacía poco a poco y, en un momento en el que bajo la guardia, la puerta vuelve a abrirse y una mujer delgada con una media melena blanca se asoma una vez más.
—Participante número dieciséis, Daniel Hudson.
Recorre la sala con la mirada y me levanto del sillón, con los nervios acumulándose en mi estómago con tanta intensidad que creo que necesito ir al baño. Me doy un tirón de la camisa azul que me he obligado a mí mismo a ponerme; la tela es áspera y la noto como una lija sobre la piel. Me alegro de haberlo hecho, de todos modos, porque todo el mundo va muy bien vestido.
—Soy yo.
Me hace un gesto para que la siga. A pesar de que llevo todo el rato deseándole suerte a cada persona que deja la habitación, a mí nadie me dice nada.
Voy detrás de la mujer, que debe de tener unos sesenta años, y recorremos un pasillo estrecho con puertas a ambos lados. Me obligo a respirar hondo unas cuantas veces para tranquilizarme.
—Cuando subas, ve a la parte delantera y preséntate: nombre, número y canción. Luego, espera a que te digan que puedes comenzar.
Asiento y repito las instrucciones mentalmente para no meter la pata. «Nombre, número, y canción. Nombre, número y canción».
Llegamos al pie de unas escaleras y la mujer se detiene.
—Que vaya bien. —Me sonríe.
Le devuelvo el gesto y subo los escalones que me separan del escenario. Arriba, la luz natural se cuela por las ventanas y la acústica de la sala hace que mis pasos resuenen con eco sobre la madera del escenario. Al plantarme delante del micrófono que hay al frente del escenario, tiemblo tanto que no sé cómo me mantengo en pie.
Delante de mí, el jurado está formado por tres mujeres y dos hombres, todos muy trajeados y formales. Entre el público están los que asumo que son los familiares de otros participantes, y reconozco a algunos chicos que han estado conmigo y que han debido de quedarse a mirar tras su actuación. Una de las chicas con las que he estado hablando me saluda y levanta un pulgar desde la distancia.
Mis padres, Carol y James están casi al fondo, aunque desearía que se hubieran sentado un poco más cerca. Mi padre y mi hermana me sonríen y hacen gestos de ánimo desde sus asientos, en silencio.
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Entre líneas | ✔
Teen FictionDaniel y Hannah. Dos amigos de la infancia que se han distanciado. Una canción guardada en el cajón. Palabras ocultas entre líneas. Un reencuentro que lo cambiará todo. Dan no entiende por qué su mejor amiga desapareció de su vida hace cuatro años...