10 | Tu risa en cualquier multitud
Daniel
—¡Diez años! —exclamo—. Llevo diez años intentando que adoptemos un perro, Hannah. Ya debería haber funcionado, aunque fuera por aburrimiento.
Consigo que Hannah se ría, aunque sea bajito, y a mí también se me escapa una sonrisa. Ya estamos a punto de llegar a Hawthorn y llevo todo el camino sin callarme, intentando distraerla y animarla.
No callarme siempre se me ha dado bien.
Y, al menos de pequeños, también era bueno en la parte de animarla.
—¿De verdad tengo que recordarte que eres alérgico a los perros?
—¡Lo sé! —protesto, exagerando un puchero—. Pero he estado investigando y hay perros que son, eh... subalérgicos. O sea, que su pelo da menos alergia, o algo así.
—Hipoalergénicos.
Chasqueo la lengua.
—Ea, pues eso. Lo que he dicho yo.
—Sí, es verdad, perdona. —Se ríe de nuevo—. ¿Tampoco quieren uno de esos?
—Qué va. Si lo de la alergia ya lo usan como excusa; lo que pasa es que no se fían de mí. Mi madre cree que le tocará a ella encargarse de todo o «se morirá de hambre igual que el pobre Goldie».
Por el rabillo del ojo, veo como Hannah se gira hacia mí, sorprendida.
—¿En serio dice eso? Goldie no se murió de hambre —afirma con rotundidad—. Estabas obsesionado con no olvidarte de darle la comida y cambiarle el agua cuando tocaba. Se murió porque seguramente vendría ya enfermo y maltratado de tanto viaje, Dan.
Dan.
En cuanto me llama así, siento una punzada en el pecho que me corta el aire. Hay más personas que me dicen Dan, pero cuando lo hace ella, en su voz se cuelan rastros de mi infancia, de algo que echo tanto de menos que James no dudaría en darme una colleja si lo admitiera en voz alta.
Lo disimulo como puedo, y sonrío.
—Bueno, da igual. Cuando viva solo, le demostraré a todo el mundo que sí puedo ser responsable. Ya encontraré la manera, incluso si es poniéndome veinte alarmas al día y dejando notas por cada rincón de la casa.
—Es buena idea; estoy segura de que lo cuidarás muy bien. Si quieres te ayudo a elegir el nombre, ya sabes que soy toda una experta.
Se me escapa una carcajada.
—Con lo original que eres seguro que se acaba llamando Max o Coco.
—Había pensado en Toby, ¿no te gusta?
—Mucho pelo de colores, pero en el fondo eres una básica, ¿eh?
—Habló el chico de la guitarra. —Resopla, divertida—. Seguro que vas por todas las fiestas tocando Wonderwall.
Abandonamos la autopista por la salida que lleva a Hawthorn Bay. Desde aquí, no tardaré más de cinco minutos en dejar a Hannah en la puerta de su casa, igual que anoche.
—No necesito ir a fiestas para eso —bromeo, haciéndome el digno—, puedo hacerlo desde mi cuarto en TikTok; me ve más gente. Y también sé tocar Riptide con el ukelele, por si había dudas.
—Habría puesto la mano en el fuego por ello.
Intento ocultar la sonrisa que me tira de los labios y disminuyo un poco la velocidad. Solo un poquito, lo suficiente como para que apenas se note. No quiero volver a despedirme de ella; no ahora que por fin estamos hablando y riéndonos juntos.
ESTÁS LEYENDO
Entre líneas | ✔
Teen FictionDaniel y Hannah. Dos amigos de la infancia que se han distanciado. Una canción guardada en el cajón. Palabras ocultas entre líneas. Un reencuentro que lo cambiará todo. Dan no entiende por qué su mejor amiga desapareció de su vida hace cuatro años...