35 | La fragilidad de un corazón de hielo

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35 | La fragilidad de un corazón de hielo

Hannah

Las palabras de mi madre se repiten dentro de mi cabeza una y otra vez, tan familiares que, a estas alturas, ya las siento incluso mías. Tan parecidas a algo que podría decir yo que quizás sea por eso por lo que suenan mucho más verdaderas e intimidantes.

Es lo único en lo que puedo pensar desde la mañana de Navidad. Ahora, un par de días después de que comience el nuevo año, parecen un enjambre de abejas que revolotean por mi cabeza y eclipsan con su zumbido cualquier otro pensamiento.

Freno en un semáforo en rojo y Dan me mira desde el asiento del copiloto. La sonrisa que me dedica es tan radiante que ya entiendo por qué fuera está tan nublado: está toda la luz dentro de este coche.

«Te gusta que te recuerde a esos tiempos bonitos, no él».

Es mentira. Claro que es mentira. Solo tengo que mirarlo para que se me acelere el corazón.

Pero ¿y si estoy confundiendo las cosas?, ¿y si mi madre lleva razón?

—¿Quieres merendar tortitas? —propone de pronto, ilusionado. Vamos de camino al centro comercial para descambiar un jersey que le han regalado sus padres, y me ha tocado conducir a mí—. El otro día pasé con James por delante de una cafetería y entré a preguntar si las hacían si gluten. Me dijeron que sí, y tenían muy buena pinta.

—No sé, no tengo mucha hambre ahora mismo.

—Oh, vale, no hay problema. ¿Y a dar un paseo por...? Bueno, mejor no, que hace frío. Podemos entrar a los recreativos del centro comercial; hace mucho que no voy. El que pierda paga la próxima vez que comamos juntos.

Tardo un poco en responder. Lleva días diciéndome que me echa de menos y que quiere que nos veamos, y ahora que le he «hecho un hueco» no podría estar más contento. Y a mí me cuesta hasta mirarlo a la cara.

Con la excusa de que Debbie y Eunju están por casa he estado ignorándolo más de la cuenta, por lo que apenas hemos hablado desde que tuve la discusión con mi madre. Y me siento fatal por ello, porque sé que se ha estado rayando por mi silencio.

Pero no sé cómo organizar mis sentimientos si no es con distancia de por medio.

—Tengo un poco de prisa, prefiero que no tardemos mucho.

Él asiente, comprensivo, pero veo la desilusión dibujada en su rostro.

Poco después, llegamos al centro comercial. Con el mal tiempo que hace, está lleno de gente. Me recuerda a la última vez que fuimos al cine con James y Kylie; fue la primera vez que pasamos algo de tiempo juntos tras la fiesta de Cris, el momento en que nuestras vidas terminaron de entrelazarse de nuevo. Todo ha cambiado tanto fuera y dentro de mí que siento ese día muy lejano, como si en lugar de unos meses hubieran pasado años.

Acompaño a Dan a una tienda mientras él rebusca entre las perchas un jersey de un color distinto al que le han regalado.

Tras varios minutos en silencio, saca una percha y me enseña un jersey fino de mangas largas y cuello redondo.

—¿Crees que me quedará bien el rosa?

—Todos los colores te quedan bien.

Esbozo una sonrisa escueta y desvío la mirada hacia una falda plisada de color negro. Acaricio el tejido con los dedos, intentando parecer ocupada.

Noto los ojos de Dan puestos en mí incluso sin mirarlo.

—¿Qué te pasa?

—¿Eh?

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