5 | Lo agridulce de las despedidas

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5 | Lo agridulce de las despedidas


Daniel

—Va, Carol, por favor.

—Por última vez: ¡que no!

Hago un puchero y pongo mi mejor cara de pena. Mi hermana, sentada frente a mí en la mesa de la cocina, se limita a poner los ojos en blanco, menear la cabeza y llevarse la taza de té a los labios.

—¿No te apetece hacer algo con tu hermano antes de irte?

—Claro que sí, pero no eso.

—La última vez gustó mucho, porfa.

—La última vez te seguían veinte personas, ahora cuarenta mil.

Y es verdad. La cover que hice con ella de Little Talks fue de las últimas que grabé antes de subir esa que se hizo viral. Pero desde hace meses me llegan mensajes preguntándome si voy a volver a cantar con mi hermana y eso es, precisamente, lo que estoy tratando de conseguir.

—No tiene que ser la canción entera; solo el estribillo. No será ni un minuto de vídeo, Carol. Por favor.

Mi hermana mayor deja escapar un suspiro muy largo y me analiza con sus ojos azules. Yo la miro expectante; creo que la estoy convenciendo.

—¿Tan importante es para ti?

—Muchísimo —me apresuro a decir, con mi tono más dramático.

—Vale, está bien. Pero un vídeo corto.

—¡Bien! —Alzo un puño a modo de celebración y sonrío de oreja a oreja—. ¡Gracias, gracias, gracias!

Me levanto de un salto a abrazar a mi hermana. Ella protesta por lo fuerte que la achucho, pero también se ríe. Al momento, entra mi padre y nos mira alzando una única ceja.

—¿Qué es esta escandalera tan temprano?

—Que tendríais que borrarle el TikTok al niño este si no queréis que se os termine de volver idiota.

—¡Oye...! —protesto.

Él, en cambio, suelta una carcajada ante el comentario de Carol, que se está arreglando los rizos rubios, despeinados por mi abrazo. Mi padre se rasca la barba, castaña y entremezclada con algunas canas, y su vista se pasea desde el tazón de cereales hasta mí.

—Daniel, el desayuno, que tenemos que irnos.

—Sí, señor —digo en un tono exageradamente formal y me siento a terminar los cereales a toda prisa; no quiero llegar tarde el primer día de clase. Me giro de nuevo hacia mi hermana mayor—: Entonces, ¿cuándo quieres que lo grabemos?

—Ya veremos, enano.

Sonrío de nuevo y me levanto para aclarar el bol y meterlo en el lavavajillas, aunque está ya tan lleno que tengo que mover algunos platos para hacerle hueco.

A pesar de que Carol me llame enano, hace ya tiempo que soy bastante más alto que ella. Aunque eso no es que sea muy difícil, porque es muy bajita. También es seis años mayor que yo; el lunes pasado hizo los veintitrés. Ha venido un par de semanas a casa para pasar su cumpleaños con nosotros, ahora que tiene vacaciones. Es enfermera en Toulouse, y en unos días volverá a Francia a empezar la especialidad de matrona, así que está aprovechando los últimos días de descanso antes de volver a irse.

La dejo terminándose el té en la cocina y subo las escaleras para terminar de prepararme.

—¿Lo llevas todo? —me pregunta mi padre cuando subimos al coche, mirándome con unos ojos del mismo marrón que los míos.

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