14. ¿Lo invito o no lo invito?

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Los consejos de Minako-Sensei eran muy certeros en la mayoría de los casos, pero en esa oportunidad Yuuri sentía que sobrepasaba su capacidad.

¿Cómo iba a pedirle a Víctor una cita, si una cita equivalía a un tiempo juntos entre los dos? Y de acuerdo a esa definición, en realidad todos los días tenían "citas", porque siempre pasaban el tiempo juntos. Víctor y él eran inseparables.

Aunque claro, el príncipe también tenía que reconocer que Víctor pasaba tiempo con él únicamente porque era su trabajo. Era su deber seguirlo para poder fotografiarlo y escribir algo sobre él. Entonces es allí que Yuuri entendió por qué lo que tenían desde hacía tantos meses no eran citas. Yuuri debía dejar en claro que no iban a trabajar. Tenía que organizar una actividad en la que  Víctor entendiera que no era su obligación, sino su deseo, el querer pasar ese tiempo entre los dos, sin trabajo de por medio. ¿Aceptaría Víctor una propuesta como esa?

El príncipe se dio vueltas nervioso por toda la habitación. La mala noche le había dejado unas ligeras ojeras, pero por extraño que pareciera, no se sentía agotado, al contrario, la adrenalina había conquistado su cuerpo y miles de ideas en su cabeza disputaban su atención.

Nada en su vida era normal. Como hijo del emperador de Japón había aprendido que su vida jamás iba a ser como la de los demás. Peor aún cuando su hermana dio un paso al costado y él tuvo que asumir el rol de sucesor del trono. Su día a día estaba llena de cenas de estado, inauguraciones y recibimientos oficiales a diversos líderes del mundo. Entonces, ¿cómo podía organizar algo especial para Víctor si todo lo que vivían en el día a día era algo fuera de lo común? Además Víctor, como gran periodista que era, conocía mucho más del mundo que Yuuri. Había pasado aventuras emocionantes en varios continentes e incluso había estado en medio de guerras y conflictos.

No, a Víctor no podía sorprenderlo con una cena romántica en vuelo de cinco horas a  Hong Kong o un paseo en helicóptero por la ciudad. A Víctor tendría que conquistarlo con  algo totalmente opuesto a ello. Algo sencillo y ordinario.

Quizás podría mandarle una invitación. Algo como "Víctor, estás cordialmente invitado a pasar tiempo de calidad fuera de horario de trabajo conmigo"

No, eso era muy impersonal.

O quizás podría llamar a alguna tienda y pedir chocolates con una gran tarjeta de invitación.

Aunque nada entraba en palacio sin haber pasado por cincuenta controles y el escuadrón de bombas. No, eso iba a demorar una eternidad.

Pedirle a Minako que programe una cita casual de una manera "formal" en su agenda de la semana le quitaba la emoción, entonces ¿Qué diablos debía hacer?

Pensó por un momento en lo que haría la gente de su edad. Normalmente invitarían a alguien a salir a través de un mensaje por alguna red social, pero, por salud mental, Yuuri no manejaba redes. Su celular básicamente le servía solo para hacer llamadas.
Quizás si se iba más atrás en el tiempo y reflexionaba sobre cómo se invitaba a alguien a salir antes de los móviles podría encontrar la forma y, de hecho, así ocurrió.

Fue corriendo emocionado hacia su escritorio y sacó una de las tarjetas en blanco que solía guardar para ciertas ocasiones. Cogió la pluma fuente con la que firmaba documentos y se esforzó por una ortografía en inglés muy prolija y correcta:

 Cogió la pluma fuente con la que firmaba documentos y se esforzó por una ortografía en inglés muy prolija y correcta:

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Kiku  No  YuuriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora