El trono del Crisantemo peligra en el lejano Japón. Un príncipe que nadie parece conocer y un periodista que nadie desea recordar deben entrecruzar caminos para evitarlo.
Advertencias:
*Es un fic Victuuri, se habla de otras ships que no rompen el v...
La primera columna de opinión de Victor Nikiforov sobre la pésima calidad del periodismo a causa del morbo en las redes sociales fue un éxito inesperado que llamó la atención en las salas periodísticas rusas. Su nombre y sus opiniones acertadas fueron tendencia en las redes e incluso fue citado y usado por varios políticos para tocar el tema de la ética periodística en el país y la responsabilidad que traía consigo. Nadie se acordaba de él en particular, pero de pronto todos los colegas antiguos trataban de saber cuándo y cómo había regresado al rubro.
Victor, mientras tanto, tenía sentimientos encontrados. Después de escuchar su nombre en boca de todos con admiración, se sentía motivado a seguir. Pero su corazón se encontraba dolido por todo lo que había dejado atrás.
Toda relación que tenía con Japón había sido cortada de su vida por completo. Tenía móvil y número nuevo, había dado de baja su servicio de cable y había borrado todo de sus redes para empezar sus cuentas de cero.
Aún así, la ausencia de Yuuri seguía sintiéndola como un gran vacío en su pecho. Lo extrañaba en las mañanas cuando desayunaba solo mirando el cielo gris, durante el día cuando almorzaba con sus colegas y no entendían su afán por esperar a que todos tuvieran su plato de comida para empezar a comer o cuando juntaba sus manos y decía Itadakimasu . También lo extrañaba por las noches cuando regresaba a casa con las calles llenas de nieve y recordaba cuando patinaban en las noches y se reían felices compartiendo la pista de hielo en el castillo.
No, no tenía ya a Yuuri, pero sabía muy bien que la presencia de este había logrado muchos cambios en él.
Jamás se había sentido más fuerte ni más seguro en su trabajo, todo eso porque ahora su propósito iba más allá de sus objetivos personales. Era por la felicidad de ambos, para proteger a Yuuri y para demostrarse a sí mismo que nunca debió agachar la cabeza ante los malos comentarios que los otros habían hecho de él. Les había dado poder, un poder injusto porque él, en realidad, no había hecho nada malo. Y cada vez que la soledad en medio de su oficina o en su departamento lo quería agobiar, recordaba todo aquello que había vivido en esos meses en Japón, junto a Yuuri y volvía a sonreír. Los recuerdos, entonces, no eran una carga, sino que lo cubrían amorosamente, dándole energía y fuerza. El amor de Yuuri y su admiración hacía que quisiera cumplir esa promesa que le había hecho.
Lo mejor estaba por venir, pensaba, aunque quería dudar de ello. Ese era el final de una etapa, pero no el fin de su vida.
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―Su alteza imperial, sus padres lo están esperando en el salón azul.
Yuuri levantó la mirada que tenía en el documento que se hallaba firmando y observó a su consejera. Había podido conversar en muchas ocasiones con ella sobre el trato que le había dado a Victor y, aunque por fin ya no estaba molesto con ella, al mirarla recordaba los últimos meses con nostalgia.
Extrañaba con locura los brazos de Victor, la capacidad que tenía para mostrarle con una mirada que lo adoraba, sus opiniones muy certeras en cuanto a la política, sus sonrisas, sus momentos de silencio compartidos y los besos que le hacían suspirar.