22. Suenan las campanas II

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Yuuri había sido educado para ser un gran anfitrión y un príncipe humilde. Normalmente lo era, pero a veces el orgullo podía ganarle la partida. 

Esta era una de esas veces, y es  que lo que había pasado la noche anterior había herido su orgullo.

No recordaba muy bien lo que había pasado, pero sí recordaba que, en medio del cansancio y del gesto dulce de Víctor de llevarlo hasta su cuarto para que descanse, sintió deseos de tenerlo cerca.

No quería parecer desesperado por tenerlo, pero saberlo tan cerca y verse rodeado por su calor y ternura lo había llevado a lanzarse por más, lamentablemente con resultados contrarios a lo esperado.

Sabía que no debía sentirse mal, pero las inseguridades venían cuando menos se lo esperaba. Y esa fue una de esas veces. Se había sentido rechazado por Victor y se había preguntado si podía ser capaz de atraerlo y tenerlo para sí. Pero había resultado en Víctor rechazándolo aún más. No podía enfrentarse a Víctor, no cuando se sentía tan vulnerable al respecto. Al día siguiente celebraría su cumpleaños y quería meditar un poco sobre lo que le diría a Víctor. Por ello trató de alejarse del periodista ese día y se fue sin desayunar desde muy temprano a practicar Kyūdo.

A las diez de la mañana por fin pudo verlo  en la sala de recepciones donde se encontró con el embajador de Noruega. Debido al protocolo, no pudo acercarse y, aunque sintió que Víctor quería  cruzar palabras con él al final de esa recepción, se disculpó alegando que su agenda estaba llena.

Para el almuerzo Yuuri se excusó de tener una reunión sorpresa con su padre y no compartió tiempo con sus amigos. Luego se encerró en su habitación y se propuso anotar ideas para conversar después con Victor. Ya para la hora del té, recibió el toque de la puerta y asumió que sería una mucama para avisarle que todo estaba listo para el té.

―Ohairi kudasai!―dijo, dando permiso para entrar.

―Ok, Yuuri Katsuki, ahora sí, tú y yo vamos a hablar.

Por el rostro de Yuuri, su mejor amigo pudo notar que su presencia era una gran sorpresa para él.

―¡Phi-Phichit!

Este no esperó más respuesta de Yuuri y cerró la puerta tras de sí, acercándose al príncipe, quien se hallaba sentado frente a un escritorio. Phichit se tomó todas las atribuciones que podía y jaló la silla que se encontraba a unos metros de allí para sentarse frente a su príncipe.

―Has estado escondiéndote todo el día aquí. Es obvio que has estado rehuyendo de nosotros y la verdad que no es manera de tratar a tus amigos.

Yuuri suspiró.

―No estaba escondiéndome de todos ustedes.

―Ah, ¿no?

―No.

―¿Entonces?

―Solo de Víctor.

Phichit se quedó mirándolo en silencio, esperando por más información. A veces Yuuri necesitaba que lo trataran con la paciencia de un santo para que pudiera exteriorizar sus pensamientos y sentimientos, por lo que decidió tomar esa estrategia. Por suerte, dio buenos resultados.

―Es que ayer…ayer pasó algo.

―¡Oh!―esa noticia sorprendió a Phichit de forma positiva―. Bueno, ya era hora. Ayer los dejamos más empalagosos que nunca. 

―¡No, no me refiero a eso!

Phichit lo miró desafiante. Conocía a su amigo demasiado bien.

Kiku  No  YuuriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora