15. Primera cita

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Yuuri no podía darse el lujo de llegar al centro de Tokyo sin tener un disfraz. Por suerte, no era necesario tener uno muy complicado. El clima era lo suficientemente fresco para llevar una sudadera con capucha y una camiseta debajo. Además, su cabello desordenado y sus lentes mal reparados lo hacían un personaje común y corriente. Lo más extravagante que llevaba era a Víctor a su costado, quien, por su altura y rasgos delicados, destacaba entre la multitud de japoneses de menor tamaño.

Minako-Sensei le prohibió viajar en metro como todos los otros ciudadanos de la ciudad, pero le permitió irse en un auto negro discreto, conducido por el jefe de seguridad de su alteza imperial, Kenjirou Minami. Es en ese auto que emprendieron camino a su primera parada: el museo Samurai.

―¡Mira el tamaño de esa armadura, Yuuri, ven, necesitamos una foto aquí también!

El príncipe sabía que a Víctor le encantaba el pasado guerrero de su país, pero era increíble escuchar todo lo que tenía que decir sobre este. Al parecer Víctor había llevado un curso en la universidad sobre la cultura en Japón y se había quedado prendado de los ninjas y de los samurais.

―Gomen- nasai―insistió Víctor con su mala pronunciación y luego en inglés a una persona que pasaba por allí ―, ¿le importaría tomarnos una foto?

―Victor, ¡No!

Ahí iba de nuevo. Yuuri ya le había pedido disculpas a siete personas diferentes en la última media hora a causa de su acompañante, quien necesitaba tener fotos con todas las armaduras del museo. Pero aún con esa molestia Yuuri estaba feliz.  En cada foto Víctor ponía su brazo alrededor suyo y apoyaba su cabeza con la suya, tan cariñoso y cercano, que Yuuri siempre enrojecía con emoción al sentirlo al lado.

―¡Oh, mira, Ninjas!―gritó emocionado al entrar a la siguiente sala.

Luego de cientos de fotos con su celular, Víctor se sentía satisfecho

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Luego de cientos de fotos con su celular, Víctor se sentía satisfecho. Había pasado dos emocionantes horas en medio de hierro forjado y cuero trabajado, pero lo que más le había gustado era ver el rostro sonriente de Yuuri cuando él le empezaba a contar algo que conocía o cuando le ponía el brazo alrededor de sus hombros al ser fotografiados.

A pesar de que habían comenzado la mañana con una situación incómoda, ambos se habían dejado llevar y trataban de disfrutar lo más que podían.

Yuuri no era un hombre dado a expresar abiertamente sus emociones, pero recibía lo mejor que podía las de los demás. Y las de Víctor salían a borbotones sin poderlo evitar.

Víctor no tenía una cita desde...bueno desde la universidad. Su vida había estado marcada por su familia y su trabajo y, al perder la primera varios años atrás a causa de un accidente de tránsito, se había quedado con la segunda sin descansar.

Amaba su trabajo y sabía que era bueno en ello. Le había permitido conocer mucho de la gente, de otras culturas, de otras ideas y de los diversos modos de expresión.

Kiku  No  YuuriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora