CAPÍTULO 1

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- ¿¡Una luna!?- El gruñido es tan grabe y potente que retumba por las paredes de toda la sala.

Los congregados a la mesa lo miran, algunos con odio, otros con la satisfacción de verlo en problemas. El resto solo tienen respeto a ese intimidante Alpha.

- Todos aquí sabéis que no he encontrado a mi mate. Y, sobre todo, que no necesito una luna para mi manada.- Los pasos pesados del lobo pasean por todo el salón ignorando los murmullos y centrándose en este nuevo dilema.

- Se trata de un arreglo. Sabes bien que no todos reinamos junto a nuestros mates. Se puede elegir una luna.- Uno de los viejos entrajetados trata de hacerlo entrar en razón pero su tono baja cuando una mirada de odio lo entierra en la silla.- Puede no ser la definitiva. Solo un remplazo mientras esperas a tu luna.

El hombre lo piensa durante unos minutos en los que la sala se mantiene en completo silencio. La alfombra roja decora el suelo bajo la mesa de madera oscura. Algunos cuadros y fotografías de los Alphas de todo el mundo. Ocho retratos a cada cual más majestuoso.

- Hunk, necesitas una luna para mantener el equilibrio de tu manada, y para estar en igual de condiciones que el resto de los Alphas. No es una petición. Es una orden.

Esta vez es un hombre más joven el que interviene. El Alpha de la manda más grande del mundo, que se encuentra en los áridos territorios del sur. Su mayor contrincante con el que, con suerte, tiene una relación pacífica.

- Está bien.- Accede al fin el gran lobo a regañadientes.- Pero serás tu el que me de a mi falsa luna.

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Ewhana del sur es aún más triste y seca de lo que el gran Hunk recordaba. Aunque ha venido un par de veces, siempre le parece marchita.

El territorio es tan llano que parece que no puedes ver el horizonte. De tonos amarillos y anaranjados y con una vegetación poco variada. Tan distinto a sus tierras que siempre están heladas, con frondosos bosques nevados y altas montañas peligrosas. 

La gente también es muy distinta. Los habitantes son más bajos y morenos, acostumbrados al sol que pega con fuerza sobre ellos. También son más amables y altruistas. Siempre congregados en comunidad y viviendo por y para ella. Cosas que para Hunk no son buenas cualidades. Acostumbrado a la frialdad de su país.

El coche avanza rápido por las carreteras, directo a la capital. Hunk está sentado en la parte trasera del vehículo junto al Alpha Dhaakir que observa entretenido su manada por la ventana.

- ¿Por que de mi manda? 

Esa pregunta ha estado rondando la cabeza del joven Alpha desde que accedió a tan extraña petición. 

- Hay mujeres fuertes y hermosas en tus territorios. ¿Por que una de Ewhana?

Hunk solo se encoje de hombros sin darle mucha importancia al tema. En realidad solo lo hizo por molestar. Los lobos son muy territoriales y recelosos con lo suyo. Por lo que solo ha sido una pequeña venganza por obligarle a emparejarse.

- Me debes un favor, y me pareció buena idea cobrármelo ahora.- Responde serio.

Dhaakir solo suspira cansado y tenso contra el asiento. El Alpha Hunk, siempre tan serio e impecable, siempre tan terrorífico. Jamás puedes saber lo que trama hasta el final. 

Son aliados por el bien de las dos mandas, pero nadie en realidad es amigo del temido Alpha de Uskad. Manda conocida por su brutalidad y buenos guerreros. Hombres de guerra.

Todavía está pensando en ello cuando el coche frena bruscamente, derrapando por la arenosa carretera y poniendo en alerta a los dos Alphas que salen del coche en cuanto este frena. Preocupados por que quieran asaltarlos.

Cuando está fuera, Hunk la observa. La razón por el que el coche ha frenado de esa manera tan violenta. Una cabellera casi ceniza, blanca, llama su atención primero. Le recuerda a los pequeños zorros de las nieves propios de su manada.

Pero no es eso lo que llama su atención cuando los ojos marrones de la pequeña chica dan a parar con los suyos.

Aria respira con dificultad, aún arrodillada a escasos centímetro de aquel coche. Su corazón aporrea su pecho por el susto.

No vio venir el vehículo cuando cruzaba distraída con el hatajo de leña.

- ¡Cuidado, pedazos de animales! ¿Es que no veis que estáis cerca de una aldea?- Furiosa la chica se frota las rodillas rozadas por el suelo.

Pero se arrepiente enseguida en cuanto ve a los dos fuertes hombres frente a ella. Sobre todo al extranjero cuya mirada quema en su piel más que el ardiente sol. Un Alpha.

No. Peor. Dos.

Hombres lobos, aquellos que lo controlan todo. A ella y al resto de humanos que quedan en el mundo. Seres superiores, prepotentes, retorcidos y sin piedad. O eso dicen los aldeanos.

- ¡Perdonenla! 

Aria está tan ensimismada que ni siquiera se da cuenta de que su anciano padre se situa junto a ella, con las manos en alto mostrando sumisión y tratando de mantenerla protegida tras su cuerpo. Aunque sería inutil si quisiesen atacarlos.

- No pretendia ofenderos. Es solo una joven muy impulsiva. ¿Verdad Aria?

Con los dientes apretados le manda una mirada a su hija que lo dice todo. Que pida perdón, que se arrodille si es necesario. Pero que no meta a la familia en problemas.

Pero tiene razón, es una joven impulsiva, y que no le gusta que le digan lo que hacer. Aún así se mantiene callada y agacha un poco la cabeza, dejando su pelo ocultar su verguenza por la situación. Y queriendo huír también de esa mirada que la analiza como si fuese una presa.

La respiración de la chica se corta cuando de nuevo hacen contacto visual. Hay algo en él, que le intimida y atrae a partes iguales. Tal vez sea su pelo tan oscuro, negro como la noche. Que contrastan con sus ojos azules, tan claros, que parecen casi etereos. 

A lo mejor es su postura intimidante, su ancha espalda o su gesto peligroso. Tan lobuno y masculino que le manda escalofríos. 

Aunque seguramente sea que es el primer lobo que ha visto jamás, a pesar de vivir en un territorio lleno de ellos, y que lo primero que ha hecho es insultarlo.

A Hunk no es que se le corte la respiración. Es que el corazón le late errático contra su pecho, es que las manos le pican por ella y su lobo interior araña su interior por el aroma de esa esquisita mujer de curioso pelo blanco.

Es que es su mate.

Sin embargo mantiene la calma. Mantiene ese gesto tan frío y calculador que lo caracteríza, típico de Uskad. Mantiene a su animal interior a raya controlando sus instintos y se gira hacia Dhaakir. Despacio, sin prisa, generando un tortuoso silencio. 

- Ya he elegido.

Esa voz, grabe y profunda, a Aria le suena como una sentencia, aún sin saber a que se refiere.

Esperando a la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora