CAPÍTULO 2

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La cabaña es tan pequeña y modesta que asquea al Alpha que con una mirada de superioridad observa cada rincón de la choza y a todos los que habitan en ella.

El Alpha Dhaakir ha intentado persuadirlo. Una humana. De entre todas las que podía elegir decide tener una débil humana como Luna. Una casta inferior, repudiada. 

Pero dejó de insistir al darse cuenta de que es inútil tratar de hacerle cambiar de opinión. Además, mejor para su manada perder a una humana cuando podría haber elegido a la mejor guerrera o noble del país. Al menos no será una perdida.

Una señora, de pelo cano y mejillas regordetas, pretende centrarse en preparar té para el inesperado "invitado" aunque no pierde de vista a sus hijas. El hombre de la casa no puede creerse su mala suerte. Nervioso mira de un lado a otro sin saber muy bien que es lo que quiere de una humilde familia humana un lobo como aquel. 

Aria también se lo pregunta escondiendo, discretamente, a su hermana, cinco años menor que ella, tras su espalda. Dispuesta a defender a su familia aunque tengan todas las de perder.

Hunk centra su mirada en la repisa de la chimenea, que parece limpia aunque vieja, ya que con el característico calor de Ewhana no es muy necesaria. Sobre ella, la fotografía de los cuatro miembros de la familia y una pobre decoración de hierro oxidado.

- ¿Qué es lo que quiere de nosotros?- La menor de la sala es la que por fin rompe el tenso silencio haciendo a todos girar hacia ella con miradas de reproche. 

Prefieren no saberlo. Prefieren no saber el por que de la visita de un Alpha, porque nunca son buenas noticias.

Hunk pasea un poco más antes de dejarse caer sobre el gastado sillón. Todos sentados al rededor de una pequeña mesa donde la madre de Aria deja las tazas y la tetera con manos temblorosas.

- Una Luna.- Va directo al grano el hombre posando los ojos sobre la chica de cabellera blanca que se siente intimidada al momento.

No puede no fijarse de nuevo en lo distinta que se ve a su familia y a los rasgos de los habitantes de este país. Todos, o la mayoría, de pelo castaño y piel morena. Pero ella, ella parece más de Uskad. La belleza propia de una reina de hielo.

- No somos lobos, Apha. No tenemos nada que ofrecerle.

El Alpha le resta importancia a sus palabras con un gesto de la mano.

- Señor...

- Beiler.- Responde el anciano.

- Señor Beiler. No hay reglas a la hora de nombrar a una Luna.- Su mirada se detiene de nuevo en esa chica.- Y he elegido a su hija como la mía.

- ¡No!- De un brinco Aria se levanta cuando su corazón salta ante las palabras del hombre. 

- ¡Aria! 

Su madre le reprocha acercadose a ella asustada. Negarse a un Alpha, en lo que sea, es como una sentencia de muerte. Un suicidio.

Hunk frunce el ceño ante la negativa, pero no esperaba otra cosa. Los humanos sienten un odio poco sano hacia los hombre lobo. Como una especie de rebelión ridícula e inútil contra la propia sociedad. 

- No es como que puedas elegir, Aria. - Gruñe contra ella haciendo que los ojos marrones de ella se humedezcan y que su piel se erize al escuchar su nombre de sus labios. - De esta choza saldré con una luna. Si no eres tu...

Una sonrisa lobuna y peligrosa cae sobre la hija menor de los Beiler que tiembla bajo la protección poco efectiva de su hermana. Aria cierra los puños con rabia sabiendo a lo que se refiere. 

- ¡Solo es una niña! ¡Degenerado!- Grita con rabia llevandose otro temeroso gesto de desaprovación de sus padres.

Pero Hunk no reacciona. No es cierto. No quiere a una niña como luna. Pero ha funcionado, porque Aria comprende enseguida que no tiene otra alternativa si quiere proteger a su familia.

- Entonces... - Se atreve a hablar el señor Beiler.- ¿Es usted el mate de mi hija?

- ¡Padre!- Se queja la muchacha indignada con la fingida calma con la que se está tomando la situación. 

Practicamente va a secuestrarla un Alpha y él solo sirve las tazas de té sin atreverse a defenderla.

- No lo soy.

La voz es tan clara y potente que no deja lugar a dudas y su rostro sigue impasible, a pesar del lobo que lucha en su interior ante, practicamente, el rechazo hacia su mate. Hacia su verdadera luna.

- Digamos que el consejo de todos los paises creen que debería tener una. Así que tendré una Luna de repuesto hasta que aparezca... mi mate.

Un silencio se instaura en el interior del pequeño espacio del que el Alpha parece ocupar más de la mitad. Resaltando aún más las diferencias sociales, economicas y biológicas entre ambas especies. Todos parecen reflexionar al respecto de lo dicho.

Aria observa más detenidamente al hombre. Sus ojos azules se pierden en el líquido caliente de la taza, casi como si estuviese teniendo una guerra interna de la que nadie se da cuenta. Nadie menos ella.

¿Ese es su destino? Sabía que como humana no tenía muchas posibilidades. Con suerte abrir su propio negocio en el pueblo, o contraer matrimonio con alguien con algo de tierras o poder. Ella nunca quiso eso. Siempre vió más allá. "Una chiquilla soñadora" Dicen siempre sus padres.

Pero ya no. Está entre la espada y la pared. Con aquel lobo intimidante como espada, y su familia como pared.

- ¿Si la encuentras?- La dulce voz de la joven hace al Alpha salir de su ensoñación.- ¿Si encuentras a tu mate podré volver a casa?

Hunk finge pensarlo durante unos segundos solo para estudiar las miradas temerosas de los cuatro humanos.

 - Si la encuentro, serás libre.

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Aria arrastra su pequeña maleta fuera de la casa. No tiene muchas cosas. Tan solo cuatro prendas, una foto de ella con su hermanita y la vieja navaja de su familia.

Sus padres ni siquiera han salido a despedirse, con demasiado miedo y verguenza como para verla partir. Su pecho se encoje por el miedo y el dolor de toda esta situación aunque trata de hacerse la fuerte.

Su pequeña hermana es la única que espera al lado de la puerta. Agitando su mano a modo de despedida y con los ojos llorosos por perder a su hermana.

Hunk solo observa la escena desde la puerta del coche, manteniendola abierta para su nueva Luna. Frunce el ceño cuando su corazón se acelera de nuevo al oler su aroma cuando se mete en el vehículo. 

Él no quiere tener una mate. No quiere una Luna. Al contrario de lo que opinan la mayoría de manadas, la suya es más fuerte sin necesidad de una. Sin necesidad de ese supuesto equilibrio.

Hunk cree que las parejas destinadas solo te hacen más debil y lo siente así cuando, sentado al lado de Aria, observa como su mirada se apaga y se despide de su pequeña hermana. Con la pequeña mano pegada a la vantana y una única lágrima rodando por su mejilla. 

Lágrima que quema en el pecho del lobo y que le hace comprender que quiere a esa humana lejos, a pesar de que la necesite cerca. 

Esperando a la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora