CAPÍTULO 4

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La luz se cuela tímida por la ventana, deslumbrando a Aria que se revuelca en la cama buscando una posición más cómoda y el calor de las sabanas.

Eso es, claro, hasta cae en la cuenta de donde está. Hasta que cae en la cuenta de todo lo ocurrido el día anterior.

Incorporándose de golpe sobre la cama observa a su alrededor. Las paredes oscuras y los muebles de madera que recuerda ligeramente de la noche anterior. El gran cuadro de un paisaje colgado en la cabecera de la enorme cama. La silla donde reposa su vieja maleta, totalmente fuera de lugar entre tanta elegancia.

Anoche decidió no guardarla en el armario. No quería asumir que se quedaría ahí durante un largo tiempo, por lo que prefirió mantener la esperanza de volver con su familia. Por muy iluso que suene eso.

Cuando se tumbó en la cama, pensó que olía demasiado a él. A ese Alpha arrogante que tanto odiaba ahora mismo. Pero estaba tan cansada que, pocos minutos después, cayó en brazos de Morfeo dejando a su cuerpo y mente descansar. Y soñar, por lo menos durante unas horas, que no estaba ahí, si no libre en Ewhana.

Pero ya ha despertado. Y no le queda más que una dura y fría realidad. Tan fría como la propia Uskad.

Sin querer salir de esa calentita cama, pero teniendo que hacerlo por el hambre que hace rugir su estómago, se dirige al baño donde por fin se deshace de esa sucia ropa.

Si no estuviese tan preocupada por enfrentar al Alpha de nuevo, se habría fijado en los productos de aseo masculino que no deberían estar en una habitación de invitados. Pero tan distraída, sólo se fija en el agua caliente que recorre su pelo y espalda, relajando sus músculos.

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Hunk espera impaciente a su pareja. Dando pequeños golpecitos en la mesa desesperado por la larga demora. Ya vestido y arreglado, no ve el momento de terminar ese desayuno que ni siquiera ha empezado.

El reloj marca las diez de la mañana y él debería estar ya tratando temas de la manada y no esperando a su mate como un inútil. Pero ahí está.

Está a punto de levantarse enfadado cuando el dulce aroma de la humana baja por las escaleras, dando de lleno con la larga mesa de comedor, repleta de alimentos que jamás ha visto.

Con desconfianza Aria se sienta al otro extremo de la mesa. Y siente la mirada fija de Hunk sobre ella.

Porque, aunque la humana no parece haberse dado cuenta, o no le importa, el olor del lobo está ahora impregnado en ella, por el champú y haber dormido en su cama. Y eso, aunque el Alpha no lo demuestre, hace algo gruñir en su interior.

- Llegas tarde.- Es lo primero que consigue pronuncias el peli negro, tratando de centrarse en tomar su café ya frío.- Yo ni siquiera debería estar aquí.- Gruñe molesto.

- Lo mismo podría decir yo. - Suelta mordaz Aria con una sonrisa irónica.- Pero aquí estamos, ¿no?

Hunk gruñe más fuerte como advertencia de su poca paciencia. Resulta que su pareja destinada es una osada y una cabezota. Pero él tampoco se queda atrás. Dos personalidades tan chocantes que parece que van a comenzar una guerra ahí mismo, sobre la mesa del comedor.

- Eres una insolente.

- Y tu un animal.

De un solo movimiento el lobo se levanta haciendo rechinar la silla y asustando a Aria que se arrepiente de no haber callado a tiempo. La mirada de ojos azules de Hunk la hace temblar, con tanto odio y poder que se siente solo una hormiga insignificante a la que puede aplastar.

- Lo soy. - Contesta el Alpha con los dientes apretados y voz grave. - Y no me quieres ver serlo en realidad. ¡A si que mantén la boca cerrada!

El rugido deja a Aria sin palabras, y también las afiladas garras en las que se convierten los dedos de aquel elegante hombre. Que se clavan en la mesa como si fuesen mantequilla. Haciendo las tazas y platos tintinear por la fuerza ejercida.

Un lobo. Y pensar que por un segundo se había olvidado de la violencia e instintos primitivos y asesinos que guían a aquella especie.

El corazón se le acelera, el pecho le duele y los ojos se le humedecen al sentirse tan amenazada, tan pequeña, tan expuesta. Sin pensarlo demasiado se levanta y sale corriendo escaleras arriba.

Dejando atrás la comida, dejando atrás su fachada de mujer segura y, sobre todo, dejando atrás a un enfadado lobo que trata de calmarse, respirando el dulce olor que escapa de él como una presa.

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Aria trata de sofocar sus sollozos contra la almohada. Han pasado varias horas desde la pelea del desayuno pero ha aprovechado su soledad en aquella enorme habitación para desahogarse.

Las mejillas le escuecen de las lágrimas que corren por ellas y las manos le tiemblan agarrando las sábanas con fuerza. Queriendo gritar de pura desesperación.

Dos días. No lleva ni dos días en Uskad y no puede esperar el día de su regreso. No puede esperar a la verdadera Luna. Para que se quede esa maldita manada y sobre todo a ese maldito Alpha de ojos azules.

Violento, gruñón y prepotente.

Tiene tantos adjetivos negativos con los que definirlo que grita otra vez contra la almohada permitiéndose patalear como una niña, siguiendo su ataque de rabia.

Después de esto tendrá que salir. Preguntarle a Hunk que es lo que se supone que tiene que hacer ella ahí y volver a fingir ser la chica fuerte que no es. Tal vez intentarse llevar bien con él, para hacer su estancia más amena.

Pero ahora mismo no. Ahora mismo solo quiere hundirse en sí misma y su miseria unos minutos más.

Unos golpes en la puerta la hacen incorporarse. Su corazón se acelera ante la idea de que Hunk esté al otro lado. De discutir de nuevo, cuando ahora no tiene fuerzas para hacerlo.

- ¡Márchate!- Gruñe mientras se dirige a la puerta para cerrar con seguro.

- ¿Señorita Beiler? - Frena de golpe al no reconocer la voz.- Me llamo Edén Harris, soy del consejo de Hunk. Ábreme la puerta.

Ella lo hace con cautela y despacio, no muy segura de que sea lo correcto. Y su mirada topa con los ojos claros de un hombre rubio y con su sonrisa amistosa. Parece igual de sorprendido que ella por verla.

- Si te ha mandado el idiota de tu Alpha...

- No sabe que estoy aquí.- Interviene el joven entrando a la habitación detrás de Aria que se sienta sobre la cama, aún estudiándolo.- Y no se si deberías llamarlo así en su propia casa, podría escucharte.

La mujer se encoje de hombros como si verdaderamente no pudiese importarle menos.

- Es que lo es.- Frunce el ceño aún enfadada.- ¿Todos sois así en este país?- Se queja ya cansada de tanta hostilidad.

- No. Osea... Si. Pero no tanto como Hunk. Uskad no es lo más amable. Sobre todo si lo comparas con tu país.

Los ojos de Aria se apagan al recordar de nuevo sus conocidas tierras por la morriña que le genera. Edén se arrepiente de ello y trata de rectificar para animarla.

- Pero tiene muchas cosas bellas que mostrar. ¿Qué te parece salir a dar una vuelta y te lo enseño?

Esperando a la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora