CAPÍTULO 3

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El viaje se hacer eterno. Por mucho que los distintos paisajes distraigan a Aria de su trágico destino. El silencio es casi doloroso y, a medida que avanzan hacia el norte, hace más y más frío.

Hasta el punto que Aria tiembla en el asiento mientras no despega la mirada de la nieve que comienza a aparecer por los lados de la carretera. Jamás ha visto la nieve. Nada fuera de los áridos terrenos de su aldea, a decir verdad.

Hunk le manda una mirada al chofer y suelta un bajo gruñido al ver la tiritona de su pareja. Este lo entiende enseguida y el aire caliente de la calefacción comienza a relajar a Aria.

Pero para ella ese gruñido solo suena a amenaza. De esos que le ponen los pelos de punta. Aún no se acostumbra a ellos y cree jamás hacerlo.

El coche se detiene un par de horas después. Aún en silencio absoluto Hunk la invita a bajar y la chica, intimidada pero curiosa, lo hace mirando a su alrededor.

Una gran casa de piedra aparece frente a ellos. De dos plantas y un gran patio trasero lleno de jardines congelados. Al rededor de ella hectáreas y hectáreas de bosque que indican a la joven que, aunque lo intente, escapar no va a ser fácil.

Los pasos del Alpha son rápidos hacia su hogar, en parte por el frío, en parte para poner el espacio entre él y Aria, que en el coche no podía mantener.

Se siente abrumado rodeado de ese exquisito aroma. Pero si de algo está seguro es de que no va a caer en los encantos de aquella mujer, sea lo que sea que tenga que hacer para evitarlo.

Aria trata de seguir el ritmo de sus enormes zancadas, casi corriendo tras el lobo que consigue al fin refugiarse en su conocida casa. Lo odia, ahora mismo lo odia muchísimo. Pero es la única protección que tiene en esta manada. Donde son conocidos por la violencia y la sangre y cualquiera puede intentar hacerle daño.

Si tuviese que definirlo con una palabra sería Majestuosp. Una minimalista, clásica pero progresista mansión de blancas paredes y carísimas decoraciones. Pero a la chica no le produce más que rabia.

Rabia por ser la primera vez que ve tantos lujos. Por compararlo con las pobres casas de los aldeanos que a veces no tienen ni para comer. Rabia porque los lobos vivan así y ellos no.

Pero no dice nada, limitándose a fruncir el ceño. Aunque evita la mirada del Alpha que trata de analizar su reacción.

- Tu habitación está arriba.- Rompe por fin el silencio con voz ronca después de tanto tiempo.- Yo debo marcharme a informar al consejo de tu llegada.

Y nada más. Después de un asentimiento de cabeza, Hunk desaparece como alma que lleva el diablo por los pasillos oscuros dejando a Aria ahí sola. En medio del amplio recibidor y preguntándose como será su vida a partir de ahora.

¿Ser una decoración colgada del brazo de aquel hombre? ¿Sonreír forzadamente a lobos que seguramente quieran asesinarla? ¿Quedarse en aquella casa sintiéndose una extraña fuera de lugar?

Lo único que le da esperanzas es pensar que en algún momento, con suerte uno no muy lejano, el Alpha Hunk conocería a su mate. Y ella volvería junto a su hermana para verla crecer.

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- ¡Una humana! ¿Has perdido el juicio?- La mano derecha del Alpha de Uskad lo mira con los ojos desorbitados echándose las manos a la cabeza después de escuchar la breve descripción del viaje del lobo. 

Hunk se sienta en el sillón de su despacho, cansado del tenso viaje con su nueva y enfadada Luna. Invita con cortesía a su compañero a sentarse frente a él, al otro lado de la mesa. Sobre todo para calmar el ambiente, aunque no funciona demasiado.

- Parece que te estas riendo de los demás Alphas.- Se queja él aún incrédulo.

- Y lo hago.- Interviene Hunk muy seguro de si mismo. - Me obligaron a tener una Luna. Lo mínimo es que les demuestre que, incluso con la más débiles de ellas, soy superior en fuerza a todas sus manadas.

El otro hombre niega cansado de las muestras de superioridad de su Alpha. Se podría decir que es su único amigo, aunque no se traten como tal la mayoría de las veces. Es más o menos de su edad de cabellera rubia y ojos claros. 

Llevan más de quince años trabajando juntos y aún no se acostumbra a ciertas conductas del retorcido lobo. Su frialdad y su forma de separarse de las cosas que le rodean de forma desinteresada. Analizando todo tan objetivamente.

- Debe marcharse Hunk. Muchos de la manda se enfadarán cuando se enteren. E incluso pueden atacarnos si creen que esto nos debilita.- Razona él.- Sabes que la situación entre países es tensa y que la guerra puede estallar en cualquier momento.

Hunk suspira cansado revisando con la mirada algunos papeles sobre el ancho escritorio, tratando de distraerse un poco de todo lo que ronda su cabeza.

- Se marchará.- Asegura el hombre recordando la presión en su pecho cada vez que ve su blanco pelo.- En cuanto el resto de Alphas comprendan que no necesito una Luna.

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Hunk observa la noche detrás de la ventana. La luna brilla alumbrando la blanca nieve en un tono azulado.

No quiere salir de su despacho. Se siente con el control pleno de su vida ahí, dentro de esas cuatro paredes, observando desde arriba parte de sus territorios y el silencioso bosque que sólo se rompe cuando los árboles son zarandeados por el viento.

Pero sabe que en cuanto ponga un pie fuera algo se saldrá de su control. O más bien alguien. Una hermosa chica de pelo blanco y ojos vivaces. Pequeña y pueblerina. Con las mejillas algo quemadas por el duro sol sobre su blanca piel.

Pero debe hacerlo. Porque ya han pasado tres horas y la humana debe estar hambrienta.

Con paso firme pasea por sus conocidos pasillos, despacio, tratando de retrasar lo inevitable y siguiendo ese dulzón aroma.

Sin embargo suspira más tranquilo cuando escucha la respiración pesada de Aria al otro lado de la puerta.

Despacio la abre tratando de no hacer ruido y de asegurarse de que ella está dormida. Ni siquiera lo piensa, pero se arrepiente cuando sus ojos distinguen la figura de Aria en la oscuridad.

Vestida aún con los mismo harapos, duerme plácidamente tirada boca abajo en la cama. Ocupando todo el espacio. Sus viejas botas marrones reposan perfectamente ordenadas a un lado de la cama y su pequeña maleta en una silla a pocos metros.

Ni siquiera ha metido las prendas en el armario. Quizá, si lo hubiese hecho, se habría dado cuenta de que ese no es el dormitorio que Hunk le había asignado, si no el suyo mismo.

Sin embargo supone que es su culpa por no haberle dado más detalles o haberla acompañado. Así que resignado cierra la puerta dejando a la chica dormir y se dirige por el largo pasillo a la que será su nueva habitación por un tiempo. 

La de invitados.

Esperando a la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora