Noche #1
Monroeville
23/27Él era un desastre, todo lo que tocaba acababa por romperse en mil y un pedazos, como un espejo quebrantado, en el que por mucho que vuelvas a unir los pedazos, jamás volvería a ser uniforme. Flor que tocaba se marchitaba, río en el que se bañaba quedaba contaminado. Él era una bomba nuclear que amenazaba con destrozar lo que quiera que se le acercara... pero hubo una persona que no le importó, que amaba el dolor, hubo una persona que hace tiempo estaba enferma desde la más pequeña de sus moléculas hasta su sistema nervioso completo, así es, estaba enamorado. El amor es una enfermedad mortal, que mata por dentro y poco a poco, se va llevando la cordura de aquellos que la sufren. Quizá por eso es tan famosa, como una droga, que se lleva la sensatez y lo reemplaza por un clímax, una subida de adrenalina. ¿Porqué hablo entonces del amor como una enfermedad? Sencillo; despúes de la subida, viene la bajada. Él poeta sabía a lo que se enfrentaba, cuanto más alto subieras, más duro sería el impacto final, pero él amaba el dolor, la autodestrucción, él pensaba que era hermoso, romántico en cierta manera, el hacerse daño a uno mismo.
Él poeta no sabía como acercarse al chico de los ojos tristes. Así que hizo lo que mejor se le daba: componer un poema.
Dicho poema está guardado, bajo llave, en lo más profundo de los confines de este mundo. Este poema jamás debe ser leído, solo lo debe conocer su autor y el chico de la mirada desolada.
Nadie sabe que palabras, versos o rimas contiene, pero fueron lo suficientemente bonitas como para sacarle una sonrisa al chico de los orbes desesperanzados.
Él poeta se jugaba mucho, necesitaba tiempo para arreglar al chico, unir los pedazos en los que él mismo se habia destruido, y, en cierta manera, eso era lo que le atraía al poeta, cómo sin saberlo, el chico de los luceros marrones, estaba comentiendo el asesinato más puro de todos: la autodestrucción.
Sin embargo habían normas para el poeta, sus normas, sus leyes, sus ideales. No mencionaré muchos, tan solo los que merece la pena escuchar:
-Jamás decir te quiero.
-Jamás jurar nada.
-Jamás entregárselo todo a una persona.Desde siempre, estas normativas fueron cumplidas por su mismo autor, hasta que se encontró con el chico de los ojos tristes.
Él poeta recuerda con dulzura al pequeño chico mirar la carta que él mismo le había entregado bajo un árbol centenario, alejado de las personas, el pobre chico de la mirada inquieta no podía acercarse a las personas o las destrozaría. El chico miró la carta y luego al poeta, con el corazón acelerado por su inexperiencia ante hablar con las personas. La mueca traviesa en forma de sonrisa del poeta, marcando sus jugetones hoyuelos le tranquilizó.
Abrió la carta. Dentro estaba el poema. Lo leyó.
Fueron pasos simples, rápidos, e incluso mundanos. Pero cambiaron algo:
El chico de los ojos tristes sonrió. Sus ojos dejaron de ser miserables a brillar como nunca antes el poeta había recordado que lo hicieran.
Estos tres pasos cambiaron más cosas:
El chico se levantó y, trás pedir permiso con la mirada (y trás una mirada de permiso aceptado del poeta) se levantó, se acercó a él y, desde hace años que no lo hacia con nadie, abrazó al poeta.
Éste correspondió al abrazo, depositando su cabeza entre el cuello y el hombro del chico de los ojos felices. Bajó los párpados ante la sensación de calidez del abrazo. Se separó y le dedicó la sonrisa más sincera y humilde que pudo al chico de la mirada brillante.
Pasaron días, semanas, meses.
Cada 24 horas, el chico de los orbes color sol, recibía un verso de su amado poeta enfermo.
Lo que empezó como un juego acabó enfermando al chico de los luceros en llamas y de sonrisa fácil. Ambos se habían enamorado.
Pasarón trimestres, estaciones y años.
Todo parecía ir bien.
Pero el poeta cometió tres errores:
Le envió un poema a su amado:
Entre madrigales de vida y alma
Yo confieso mi pecado
Enfermo me encuentro, pues te quiero
Como el pastor ama a su rebaño.Como el sol ama a la luna
Como el cielo ama a la tierra,
Que sin lo uno no hay lo otro
Y yo sin tí, solo arena.Error #1: Jamás decir te quiero.
Pasaron 4 días:
Ambos reían, correteando por los bosques, el chico se resbaló y su pie se deslizó hacia la muerte. Colgado de una rama y una caída de 30 m bajo sus pies.
Llamó al poeta, éste le cogió y tiró de él:
-¡No me dejes caer!
-Jamás te dejaría caer, lo juro, jamás te soltaré.Gritaban los amantes, el poeta logró salvar al chico, y trás este susto, volvieron a casa.
Error #2: Jamás jurar nada.
Pasaron 6 días:
Era de noche. Él sol había muerto para darle la vida a la luna, y mientras este romántico fenómeno sucedia, dos amantes reían.
Ambos cobijados bajo las suaves y reconfortantes mantas de la cama del poeta.
Silencio.
Beso.
Sonrisa.
Beso.
Empezó cariñosamente, pero luego sucedió. Inevitablemente sucedió.
Error #3: Jamás entregárselo todo a alguien.
Pero el poeta lo hizo. Se lo entregó todo al chico de los ojos de oro.
Le entregó su corazón, cuerpo y alma.
Hicieron el amor.
Él era un desastre, todo lo que tocaba acababa por romperse en mil y un pedazos, como un espejo quebrantado, en el que por mucho que vuelvas a unir los pedazos, jamás volvería a ser uniforme. Flor que tocaba se marchitaba, río en el que se bañaba quedaba contaminado. Él era una bomba nuclear que amenazaba con destrozar lo que quiera que se le acercará.
Y como todo final, está historia a llegado al suyo.
Destruyó al poeta.
Lo enfermó tanto, que toda su sangre estaba intoxicada con eso que la gente llama amor.
El poeta cayó bajo los pies del chico de los ojos felices, que, como toda bomba, explotó.
Le gritó palabras que se le clavaron al poeta como cuchillas, tiró y quemó todas las fotografias, borró de su mente todos los buenos recuerdos.
Nadie sabe porqué, quizá el exceso de amor le había quitado al fin la cordura que le quedaba.
Muchos dicen que fue por el trato que los demás le daban.
Otro afirman que el poeta tenía otro amante.Yo tan solo se, que el poeta tuvo una grave caída, de la que nunca se recuperó, hoy a hoy, sigue escribiéndole versos a su amante, que los quema tras leerlos.
El poeta sueña con que un día, sus tres errores valgan la pena y el chico de la mirada nuevamente triste, vuelva a él. Como el sol vuelve a salir cuando la luna muere por él.