22

449 42 1
                                    

—Esto está delicioso —volví a tomar otro gran bocado de la comida.

—¿Lo ves? —Mencionó con cierta emoción. —Te lo dije. —Seguimos comiendo nuestros alimentos, y, en cierto momento, mi vista se hallaba atrapada en el paisaje de afuera del ventanal. —¿Pasa algo linda?

Miró en la misma dirección que yo, buscando qué era eso que captaba mi atención.

—No, no pasa nada, lo siento. Simplemente me quedé viendo el jardín.

Su vista cambiaba de mí al vergel, y viceversa. —¿Te gustaron las flores? —Esta vez sus violetas quedaron fijas en mí.

—Sí, son lindas.

—Tienes razón, lo son.

—Sabes. Te contaré algo gracioso —tome una cucharada de la comida. —Cuando era niña, recuerdo que un día caminé tanto sin tener idea a dónde ir, tanto así que sin querer me había alejado demasiado de casa . Aún recuerdo que todavía había luz en el cielo porque ese día tardó en anochecer, en el camino encontré a una señora de edad avanzada que se encontraba sentada en el asfalto de la calle, vendiendo en macetas unas flores de varios colores.

—¿Ah si? —Su comida paso a segundo plano, sus codos se posaron sobre la mesa para que sus manos pasaran a servir de soporte para su mentón. —¿Esas flores eran las que estabas viendo hace unos momentos?

—No, esas flores eran crisantemos, sólo que yo no sabía que lo eran. La señora me confundió con una persona más que transitaba por ahí y delicadamente me dijo: '¿No gustas comprar un crisantemo, señorita?' Me quedé callada y en un silencio prolongado comencé a llorar —me reí un poco al terminar de decir eso, él frunció el ceño y me miró confundido, pero no interrumpió mi anécdota. —Aquella mujer no dijo nada, solo me observó llorar en frente de ella y al finalizar me ofreció una maceta de crisantemos blancos, tomó mi mano y la acarició sutilmente... —guarde silencio durante unos segundos. —Ese día tardó en anochecer.

—Atsuko...

Al notar su dicción y su semblante le mostré un gesto alegre y decidí llevar la conversación a otro rumbo. —¿Y tú? ¿Alguna anécdota que contar?

—Sí —mostro un rostro sereno. —El cómo conocí a Draken...

• • •

—Gracias por acompañarme.

—No hay de que —peino uno de mis mechones detrás de mi oreja. —Me importa que llegues con bien —me sonrió a la vez que mantenía su mano en el mismo sitio.

Sonreí avergonzada y me acerque a él para darle un pequeño beso de despedida, cuando nuestros labios se separaron Takashi me abrazo por los hombros, haciendo que mi cuerpo quedará pegado al suyo. Mis orbes buscaron su rostro y él me sonrió un poco antes de volver a apegar sus labios a los míos, su mano cambio de posición y tomó sitio en mi mejilla, acariciando está durante el ósculo; al finalmente separarnos me sonrió con amor y dejo un beso de mi nariz.

—Vaya. —Se hizo audible el abrir de una puerta, me gire a mis espaldas y Takeo se encontraba recargado sobre el marco de la misma, mirándonos con una mirada aparentemente pacífica. —Me preguntaba el por qué no entrabas, ya veo el porqué.

—Deja de ser un metiche —dije medianamente avergonzada y molesta, le di un beso en la comisura de los labios al costurero y comencé a caminar en dirección a mi casa.

—Es vía pública, así que no estoy siendo metiche.

—Si, si, ya guarda silencio —le pegue a modo de juego en el hombro, provocando su risa, antes de que él entrara a casa la voz de el mayor lo llamó.

Perecedero. -Takashi Mitsuya-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora