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—¡No, por favor! —Impulsaba con fuerza mi cuerpo para poder ir hacia atrás, al igual que intentaba frenarme con los pies. —¡Mamá, por favor! —Lloraba a lágrima tendida, extendiendo mi mano en su dirección. —¡Por favor! ¡Seré buena! ¡Lo prometo!

De manera desesperada intentaba soltarme del fuerte agarre que mi progenitor mantenía enraizado en mi muñeca.

—¡Cállate ya maldición! —El fuerte grito de mi madre me hizo apretar la boca, realicé mi mayor esfuerzo a pesar de que mis labios temblaban. Pero mis lágrimas siguieron escurriendo de mis ojos y mis hipidos se hicieron más presentes al intentar aguantar el llanto. —Te daré una buena razón para llorar.

Se levantó furiosa del sofá y al estar de pie frente a mí me dio una bofetada que hizo mi nariz sangrar un poco. Finalmente mi padre me arrojó a aquel cuarto de castigo, totalmente sola en aquel lugar tan estrecho y sucio, y que la única luz visible para mí era la que entraba por debajo de la puerta.

—Te quedarás ahí hasta que yo consideré que pensaste bien tus actos.

Golpeaba con fuerza la puerta, suplicando por su perdón y jurando que sería mejor, que sería la hija que ellos deseaban, pero que por favor me dejaran salir. No me rendí con mis azotes en la puerta, sabiendo que muy probablemente eso desesperaría a papá, pero esperando que logrará convencerlo de dejarme salir; aunque me asusté todavía más cuando escuché un fuerte golpe seguido del llanto de Takeo.

—¡Takeo! —Sume unas patadas desesperadas a la madera vieja que nunca cedía ante mis ataques. —¡No lo golpees a él, pégame a mí, lo soportare sin llorar ni quejarme! —Mis gritos y llanto eran desgarradores, pero nunca nadie acudía a mí ayuda.

—¡Calla a esos putos niños antes de que lo haga yo!

Desperté de golpe con mi respiración acelerada y gotas cristalinas haciendo su recorrido por mi rostro. Miraba asustada a mi alrededor y retire con desesperación las cobijas de encima mío ya que me sentía tan aprisionada que el aire comenzaba a faltarme.

—¡Qué pasa Atsuko! —Takeo entró alarmado, al verme en ese estado tan patético se aproximo con rapidez y me abrazo. —Respira corazón, respiremos juntos, respira conmigo —comenzó a inhalar y exhalar lentamente, pero yo estaba inmersa en mi propia mente. Él me sujeto por las mejillas, levantando mi rostro. —Mirame, aquí estoy —unas lágrimas decoraban su rostro, y el verlo así provocó que me aferrara a él con fuerza, oculte mi rostro en su pecho y me permiti llorar.

• • •

Esperé a que Takashi contestará la llamada.

—Hola linda, buenos días. —Fue lo primero que escuche cuando el timbre dejo de sonar, ante eso no pude evitar sonreír con felicidad.

—Hola Takashi, buenos días, ¿qué tal dormiste?

—No muy bien, lo que ha estado pasando últimamente con Hakkai me tiene pensando demasiado —liberó un suspiro de cansancio. —¿Y tú cómo dormiste?

—Estamos en las mismas —reí provocando también la de él.

—¿Y por qué no dormiste bien?

—Tuve una pesadilla —sobe mis sienes. —Me desperté en plena madrugada y me costó conciliar el sueño...

—¡Atsuko! —Giré mi rostro en dirección de dónde provenía la voz. —Andando, hay asuntos que atender.

—Lo siento, tengo que colgar, ¿puedo llamarte más tarde?

—Lo siento linda, tengo algunos asuntos que atender por la tarde noche, ¿puedo llamarte yo ya que este libre?

—Claro, está bien, no te preocupes, suerte con tus asuntos.

Perecedero. -Takashi Mitsuya-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora