Perecedero. -Takashi Mitsuya-

21

Veía mi reflejo en el espejo, dando vueltas para contemplar mi conjunto.

—Ya te dije que te ves bien —habló Takeo detrás de mí, vi su figura por el espejo y se encontraba comiendo una de las galletas que preparé.

—¿Estás seguro?

—Que sí —viró los ojos ya harto de mi indecisión. —¡Enano!

—¡Mandé!

—Ven por favor, necesitamos una segunda opinión aquí. —Se escucharon los pasos apresurados de Noboru, hasta que asomo su rostro lleno de boronas. —¿Verdad que se ve muy linda?

—¡Está preciosa! —Corrio a abrazarme por las piernas.

—¿Lo ves? —El mayor rió con diversión. —No dudes de eso, y sé que él también te encontrará linda.

—¿Cómo?

Miré con asombro a mi hermano.

—Por favor Atsuko, no soy tonto, la atmósfera entre ustedes es demasiado melosa, se nota que te gusta, y al menos quiero pensar que también le gustas.

—Cállate... —me avergonzaba un poco que él notará todo eso.

—Vamos, no lo dije con mala intención, no te avergüences. De hecho él me cae bien, es un buen chico, me gusta para ti —me señaló con la galleta a medio morder.

—¿¡Te gusta Mitsuya!? —Noboru grito, alzando sus pozos llenos de emoción y asombro.

—¿No lo notaste enano? El ambiente entre ellos es como el de una novela.

—¿Saben qué? Yo me largo, me niego a seguir escuchándolos.

Salí del cuarto sumamente avergonzada, simplemente tome mi mochila y mis llaves para poder salir de casa.

—¡Te amamos, con cuidado! ¡Dile que te traiga temprano!

—¡Te quiero!

Escuché el grito de ambos varones antes de retirarme.

• • •

Llegué al punto donde acordamos vernos y Takashi ya me esperaba ahí, estaba sentado en la orilla de la acera, con sus audífonos puestos. Camine sigilosamente hasta él y toque sus hombros de golpe, provocando que respingara del susto.

Él volteo a sus espaldas rápidamente con el ceño ligeramente fruncido, gesto que se relajo al notar que era yo la que lo asusté.

—Lo siento, no pensé que te asustarías tanto —me senté a su lado.

—Está bien, es lo que me gano por andar en las nubes. —Me miró atentamente unos segundos. —Te ves muy linda —me sonrió a labios cerrados.

—Yo... gracias, también te ves muy guapo.

—¿En serio? —Ladeó su cabeza y me sonrió con cierta coquetería.

Me aclaré la garganta, buscando cambiar de tema. —¿Llevas mucho esperando?

—No demasiado; preferí llegar antes. —Sus orbes violetas se desviaron hasta el molde que sostenía en mis manos. —¿Y eso?

—Oh... son unas galletas que hice, son para ti. —Se las extendí con algo de vergüenza. El asombro se notó en su facción, pero aún así acerco sus manos con cuidado.

—Gracias Atsuko, no tenías por qué —me sonrió sinceramente.

—Después de tanto que has hecho por mí, sentía que debía darte algo, si no te gustan puedes tirarlas...