Capítulo XVIII: Oclumancia

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Bufé con molestia, había intentado dormir desde hace horas, pero cada vez que cerraba los ojos veía a Neville y a su madre. No podía dejar de pensar que, tal vez, mi padre había destruido a una familia en alguna parte (aparte de la nuestra, obviamente).

Me levanté, intentando meter el menor ruido posible, salí del dormitorio y camine por el pasillo. La casa estaba silenciosa y vacía, la verdad me parecía hasta, un poco, más agradable cuando todos dormían. Me agradaba mucho el silencio que reinaba en el lugar; ojalá mi mente estuviera así de silenciosa, tal vez me ayudaría para poder conciliar el sueño.

Camine hasta la sala de estar y me senté en el suelo, siempre me había sentido cómoda cuando hacía eso, me quede mirando el árbol de Navidad; las hadas brillaban dándole un aire un poco melancólico e íntimo; o tal vez era yo la que sentía aquello; pues no me di cuenta cuando había comenzado a llorar. Estaba tan cansada... todo me tenía tan harta, esconderme y estar escapando, continuamente, de mi padre, estaba comenzando a ser lo más agotador del mundo.

— ¿Pesadillas de nuevo? – preguntó detrás de mí, rápidamente sequé mis lágrimas y lo miré, él sonrió y después de respirar hondo dijo –: estamos aquí, otra vez, como en los viejos tiempos – sonreí sin mostrar los dientes

— Esta vez no fueron las pesadillas. – informé – ya he aprendido a controlarlas – especifiqué, mientras Sirius se sentaba junto a mí, suspiré y miré un punto de la pared en donde debía estar el rostro de Bellatrix Lestrange – ¿Cómo lograste sobrevivir a tu familia? – pregunté después de un rato, aunque esto, de igual manera, tomo a Sirius por sorpresa.

Me observó un momento, claramente estudiándome, y dijo:

— Esto te está empezando a cansar, ¿verdad? – asentí y Sirius suspiró – me paso lo mismo – admitió – me cansé y escapé de casa. – me observó – Como lo hiciste tú.

— ¿y dónde fuiste? – inquirí

— Con James – contestó

— ¿El padre de Harry? – pregunté y él asintió sonriendo, aunque pude notar el brillo de tristeza en sus ojos.

— ¿Sabes? – preguntó llamando mi atención – tengo la convicción que tú podrás con todo esto – espetó – eres más fuerte de lo que crees, pero sabes – se giró a verme y con uno de sus dedos pico mi nariz – que no puedes sola

— Pero... los pongo en peligro – espeté – si yo...

— Tú también lo estás – me interrumpió –. Eres inteligente, Fiorella, y sé que sabes que tengo razón – me miró y una sonrisa, llena de nostalgia, apareció en su rostro – Te pareces demasiado a tu madre... siempre pensando en el bien de los demás antes que es el suyo.

Sonreí con tristeza al recordar a mi madre.

— ¿La extrañas? – le pregunté con curiosidad.

— Constantemente – confesó

— Yo también – espeté y apoyé mi cabeza en su hombro – Siempre pensé que mi madre estaba del lado de papá, pero creo que lo hacía porque comprendía que yo corría peligro si no lo obedecía – suspiré, ocultando un sollozo – pero en realidad ella era fabulosa – sonreí – ella era una luz de esperanza dentro de mi entorno familiar... ella, realmente, valía la pena... pero él echó todo a perder – las lágrimas se comenzaron a acumular en mis ojos. – y su luz se apagó, – dejé salir un sollozó que no pude contener – y con ella se fue toda la esperanza.

— ¿A qué te refieres? – preguntó Sirius, con una mirada completamente seria.

Respiré profundo y levanté mi rostro hacia él.

La prometida de Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora