Capitulo XXIII: Caminos Separado

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Narra Fiorella.

Dumbledore se levantó y miró un momento a Barty Crouch con desagrado. Luego alzó otra vez la varita e hizo salir de ella unas cuerdas que lo dejaron firmemente atado. Se dirigió entonces a la profesora McGonagall.

— Minerva, ¿te podrías quedar vigilándolo mientras subo con Harry?

— Desde luego – respondió ella. Daba la impresión de que sentía náuseas, como si acabara de ver vomitar a alguien. Sin embargo, cuando sacó la varita y apuntó con ella a Barty Crouch, su mano estaba completamente firme.

— Severus, por favor, dile a la señora Pomfrey que venga – indicó Dumbledore –. Hay que llevar a Alastor Moody a la enfermería. Luego baja a los terrenos, busca a Cornelius Fudge y tráelo acá. Supongo que querrá oír personalmente a Crouch. Si quiere algo de mí, dile que estaré en la enfermería dentro de media hora.

Snape asintió en silencio y salió del despacho.

— Harry... – llamó Dumbledore con suavidad.

Miré a Harry que se levantó tambaleándose, me pare junto a él.

— Apóyate en mí. – Ordené 

Harry asintió, paso uno de sus brazos por mis hombros y el profesor Dumbledore lo tomó del otro brazo; y lo ayudamos a salir al oscuro corredor.

— Antes que nada, quiero que vengas a mi despacho, Harry - le dijo Dumbledore en voz baja, mientras caminábamos hacia el pasadizo –. Sirius nos está esperando allí.

Harry asintió con la cabeza, aún parecía estar algo aturdido.

— Profesor – murmuró –. ¿Dónde están los señores Diggory?

Su pregunta retumbó en mi cabeza, haciendo que me doliera el corazón.

— Están con la profesora Sprout – dijo Dumbledore. Su voz, tan impasible durante todo el interrogatorio de Barty Crouch, tembló levemente por vez primera –. Es la jefa de la casa de Cedric, y es quien mejor lo conocía.

Unas ganas incontrolables de llorar me inundaron al escuchar a Dumbledore hablar de él en pasado, y al parecer el director lo notó, pues me miró de reojo.

Llegamos ante la gárgola.

— ¿Sr. Le molestaría subir a Harry usted sólo? – pregunté a lo que Harry me miró extrañado, en cambio, Dumbledore me miró con calidez y asintió.

— ¿A dónde vas? – preguntó Harry, preocupado.

— Tengo que ir a ver a Aaron – dije intentando que no se preocupara – aún debe estar bajo el hechizo que le lance, además creo que esta conversación no me incumbe. – espeté – Anda... no hagas esperar más a Sirius.

Harry asintió, le sonreí en forma de despedida y comencé a alejarme caminando por el pasillo.

— ¡Fiorella! – Gritó Harry haciendo que me girara a verlo – Gracias – sonrió.

— No tienes que hacerlo – sonreí sinceramente – Sólo envíale mis saludos a ese can – añadí divertida.

Sin más que decir corrí hacia el campo de Quidditch. Cuando llegué, aún había gente, miré el lugar donde había estado el cuerpo de Cedric y sin notarlo, ni poder evitarlo, las lágrimas comenzaron a caer por mis mejillas. Cuando reaccione, seque mis ojos y camine hacia donde había dejado a Aaron, lo apunté con mi varita y dije:

¡Finite!

Cuando me di cuenta de que volvía a ser él, lo miré sonriendo y lo abrace.

La prometida de Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora