Capítulo III parte II: Grimmauld Place

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Narrador Omnisciente.

A medida que se acercaba el final de las vacaciones, Harry y Fiorella cada vez fantaseaban más sobre Hogwarts; Harry estaba ansioso por volver a ver a Hagrid, por jugar al quidditch, incluso por pasear por los huertos hasta los invernaderos de Herbología, Mientras que Fiorella sentía que allí era el único lugar donde podía ser libre y estar segura al mismo tiempo. Para los dos sería un placer salir de aquella polvorienta y mohosa casa donde la mitad de los armarios todavía estaban cerrados con llave y donde Kreacher, escondido, le lanzaba insultos, a Harry, cuando este pasaba.

Lo cierto era que vivir en el cuartel general del movimiento antiVoldemort no era ni tan interesante ni tan emocionante como todos se habían imaginado. Aunque miembros de la Orden del Fénix entraban y salían con regularidad (a veces se quedaban a comer o a cenar, y otras, sólo el tiempo necesario para hablar con alguien en voz baja), la señora Weasley se encargaba de que ninguno de los chicos oyese nada, y nadie, ni siquiera Sirius, creía que Harry necesitara saber nada más de lo que le habían contado la noche de su llegada.

El último día de las vacaciones, Harry estaba limpiando los excrementos de Hedwig de lo alto del armario cuando Ron entró en su dormitorio con un par de sobres.

— Han llegado las listas de libros – anunció lanzándole una carta a Harry, que estaba parado sobre una silla –. Ya era hora, pensaba que se habían olvidado; normalmente llegan mucho antes...

— Ron... Ginny me ha dicho que tienes mi carta – Gritó Fiorella desde afuera del cuarto.

— Si... - Contestó el pelirrojo – ¡Entra! – Exclamó

Fiorella entró al cuarto, Ron le arrojo el sobre que le pertenecía y ella lo tomó en el aire. Mientras Harry metió los últimos excrementos en una bolsa de basura y la lanzó por encima de la cabeza de Ron a la papelera que había en un lado, la cual se la tragó y soltó un fuerte eructo. Entonces abrió el sobre. Contenía dos trozos de pergamino.

— ¿Esto es normal? – Preguntó Fiorella, con la lista de los libros en la mano.

— Sólo hay dos nuevos – comentó Ron leyendo la lista –. Libro reglamentario de hechizos, 5° curso, de Miranda Goshawk, y Teoría de defensa mágica, de Wilbert Slinkhard.

— Esto es estúpido – resopló Fiorella, tirándose a la cama de uno de sus amigos, Ron la miró y sonrió divertido, pero algo confundido.

De pronto un fuerte «¡CRAC!» resonó por toda la habitación. Fred y George se habían aparecido al lado de Harry. Él ya estaba tan acostumbrado a que lo hicieran que ni siquiera se cayó de la silla.

— Nos gustaría saber quién ha elegido el libro de Slinkhard – comentó Fred.

— Porque eso significa que Dumbledore ha encontrado un nuevo profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras – añadió George.

— Y uno bastante inepto y anticuado – agregó Fiorella desde la cama, haciendo que los gemelos se dieran cuenta de que ella estaba allí.

— Bueno... sea como sea, ya era hora – dijo Fred, sonriendo.

— ¿Qué quieres decir? – le preguntó Harry saltando de la silla.

— Verás, hace unas semanas captamos con las orejas extensibles una conversación de papá y mamá – le explicó Fred –, y por lo que decían, a Dumbledore le estaba costando mucho trabajo encontrar a alguien que estuviera dispuesto a dar esa asignatura este año.

— Lo cual no es de extrañar, teniendo en cuenta lo que les ha pasado a los cuatro anteriores – apuntó George.

— Uno despedido, uno muerto, uno sin memoria y uno encerrado nueve meses en un baúl – contó Harry ayudándose con los dedos –. Sí, ya te entiendo.

La prometida de Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora