Capítulo X: Reunión en Cabeza de Puerco

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Hermione no volvió a mencionar su idea de que Harry les enseñara Defensa Contra las Artes Oscuras hasta al cabo de dos semanas. Harry (quien no estaba seguro de que las palabras que tenía grabadas en el dorso de la mano llegaran a desaparecer del todo) ya había terminado los castigos con la profesora Umbridge; Ron había asistido a cuatro entrenamientos de quidditch más, y en los dos últimos no le habían gritado; Fiorella por su parte parecía cada vez más descansada y recuperada; y los cuatro amigos habían conseguido hacer desaparecer sus ratones en la clase de Transformaciones (es más, Hermione y Fiorella habían progresado y había hecho desaparecer gatitos), antes de que volvieran a abordar el tema durante una desapacible y tempestuosa tarde de finales de septiembre, cuando estaban sentados en la biblioteca buscando ingredientes de pociones para un trabajo que les había encargado Snape.

— Harry – dijo de pronto Hermione –, ¿has vuelto a pensar en la asignatura de Defensa Contra las Artes Oscuras? – Fiorella le dedico una mirada de advertencia.

— Pues claro – repuso Harry malhumorado –. ¿Cómo vamos a olvidarla, con la arpía que tenemos de profesora?

— Me refería a la idea que tuvimos Ron, Fiorella y yo... – Ron, alarmado, le dirigió una mirada amenazadora a Hermione, quien frunció el entrecejo y rectificó –: De acuerdo, de acuerdo, a la idea que tuve yo de que nos dieras clase. – Finalizó y Fiorella sonrió mientras escribía en un pergamino.

Harry no contestó enseguida. Fingió que leía detenidamente una página de Antídotos asiáticos, porque no quería decir lo que estaba pensando.

Lo cierto era que durante aquellas dos semanas había reflexionado mucho sobre aquel tema. A veces le parecía una idea descabellada, como le había parecido la noche que Hermione se la propuso, pero otras se sorprendía a sí mismo pensando en los hechizos que más le habían servido en sus diversos enfrentamientos con mortífagos y criaturas tenebrosas; y no sólo eso, a veces se sorprendía a sí mismo planeando inconscientemente las clases...

— Bueno – dijo con lentitud, pues ya no podía continuar simulando que le interesaba muchísimo Antídotos asiáticos—. Sí, lo he pensado un poco.

— ¿Y? – preguntó Hermione, esperanzada.

— No lo sé – empezó Harry para ganar tiempo. Luego levantó la cabeza y miró a Ron.

— A mí me pareció buena idea desde el principio – afirmó este, que parecía más dispuesto a participar en aquella conversación ahora que estaba seguro de que Harry no iba a ponerse a gritar otra vez.

Harry, incómodo, cambió de postura en la silla.

— Ya les dije que gran parte de mi éxito se debió a la suerte.

— Sí, Harry – replicó Hermione suavemente –, pero de todos modos es inútil que finjas que no eres bueno en Defensa Contra las Artes Oscuras, porque lo eres. El año pasado fuiste el único estudiante que supo realizar a la perfección la maldición Imperius – miró a Fiorella por una fracción de segundo –, sabes hacer aparecer un Patronus, sabes hacer cosas que muchos magos adultos no saben. Viktor siempre decía...

Ron giró la cabeza hacia ella, y lo hizo tan bruscamente que dio la impresión de que se había lastimado el cuello. Se lo frotó y dijo:

— ¿Ah, sí? ¿Qué decía Vicky? – Fiorella levantó la vista del libro que estaba leyendo, lo miró y sonrió con diversión.

— ¡Jo, jo! – dijo Hermione con voz de aburrimiento –. Decía que Harry sabía hacer cosas que ni siquiera él sabía hacer, y eso que estaba en el último curso del Instituto Durmstrang.

La prometida de Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora