— ¡Dijiste que ya habías descifrado el enigma! – exclamó Hermione indignada.
— Hermione no grites – Le pidió Fiorella. Mientras Harry decía:
— ¡Baja la voz! Sólo me falta... afinar un poco, ¿de acuerdo?
Ocupaban un pupitre justo al final del aula de Encantamientos. Aquel día tenían que practicar lo contrario del encantamiento convocador: el encantamiento repulsor. Debido a la posibilidad de que ocurrieran desagradables percances cuando los objetos cruzaban el aula por los aires, el profesor Flitwick había entregado a cada estudiante una pila de almohadones con los que practicar, suponiendo que estos no le harían daño a nadie aunque erraran en el blanco. No era una idea desacertada, pero no acababa de funcionar. La puntería de Neville, sin ir más lejos, era tan mala que no paraba de lanzar por el aula cosas mucho más pesadas: como, por ejemplo, al propio profesor Flitwick.
— ¿Qué pasa, Harry? – preguntó la italiana, mirándolo expectante
— Quiero hablarles de Snape y Moody...
Aquella clase era el marco ideal para contar secretos, porque la gente se divertía demasiado para prestar atención a las conversaciones de otros. Durante la última media hora, en episodios susurrados, Harry les había relatado su aventura de la noche anterior.
— ¿Snape dijo que Moody también había registrado su despacho? – preguntó Ron con los ojos encendidos de interés, mientras repelía un cojín con un movimiento de la varita (el almohadón se elevó en el aire y golpeó contra el sombrero de Parvati, el cual fue a parar al suelo, haciendo que Fiorella ahogara una risita de gusto) –. Esto... ¿Crees que Moody ha venido a vigilar a Snape además de a Karkarov?
— Moody dijo que si Dumbledore permitía a Snape quedarse aquí era por darle una segunda oportunidad...
— ¿Qué? – exclamó Ron, sorprendido, mientras su segundo almohadón salía por el aire rotando, rebotaba en la lámpara del techo y caía pesadamente sobre la mesa de Flitwick –. Harry... ¡A lo mejor Moody piensa que fue Snape el que puso tu nombre en el cáliz de fuego!
— O tal vez lo puso Moody y está haciendo todo esto para que desconfiemos del profesor Snape – terminó de decir Fiorella mientras lanzaba el encantamiento a uno de sus almohadones, haciendo que este aterrizara, limpiamente, en el blanco. – no me miren así, puede ser extraño, pero es una opción válida – aclaró la chica – y entre nos: Moody no me inspira confianza... hay algo extraño en él, no lo sé... siento que algo oculta.
— Oh... vamos – dijo Hermione, escéptica—, ya supusimos en cierta ocasión que Snape intentaba matar a Harry, y resultó que le estaba salvando la vida, ¿recuerdas? – preguntó, y Fiorella los miró confundida – Ha ayudado mucho a Harry – aclaró dirigiéndose a la italiana.
Fiorella asintió, sin emitir ninguna palabra, pero en sus ojos se notaba lo frustrada que estaba; Era como si intentará hacerles entender que lo que veían no era real, pero nadie la tomaba en cuenta.
Mientras Hermione hablaba, repelió un cojín, que se fue volando por el aula y aterrizó en la caja a la que se suponía que estaban apuntando todos. Harry miró a la castaña, pensando... Era verdad que Snape le había salvado la vida en una ocasión, pero lo raro era que no había duda alguna de que lo odiaba, lo odiaba tal como había odiado a su padre cuando estudiaban juntos. Le encantaba quitarle puntos a Gryffindor por su causa, y nunca había dejado escapar la ocasión de castigarlo, e incluso de sugerir que lo expulsaran del colegio.
— Me da igual lo que diga Moody – siguió Hermione –. Dumbledore no es tonto. No se equivocó al confiar en Hagrid y en el profesor Lupin, aunque hay muchos que no les habrían dado trabajo; así que ¿por qué no va a tener razón también con Snape, aunque sea un poco...
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La prometida de Draco Malfoy
FanficHistoria basada en los libros de JK Rowling, la gran escritora de Harry Potter. Todos los personajes le pertenecen a JK Rowling, excepto Fiorella Abbondanzieri.