Capítulo 51: Efectos del alcohol.

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A G U S T I N

La respiración se me entre corto al verla,  cruzando el umbral de la puerta de la sala, con una sonrisa radiante y un vestido verde ajustado que le llegaba a medio muslo. Era el reflejo de su sensualidad y su dulzura mezcladas entre si, que no hacía más que realzar su belleza natural. La recorrí de pies a cabeza sin poder evitarlo, pero me detuve un instante de más en la abertura que dejaba al descubierto un poco más de la piel de su muslo.

Mi corazón gritaba que me acercara a ella, que le susurra al oído lo preciosa que lucía, que la tomara de la mano y escapara con ella escaleras arriba para arrancarle aquella prenda que le quedaba de maravilla, en la oscuridad de mi habitación. Pero el solo pensarlo parecía un engaño a la mujer que estaba sentada junto a mi en el sillón, con una sonrisa tan dulce como el color azul cielo de su vestido.

Vanessa era una chica increíble y durante el tiempo que llevaba conociéndola había aprendido a tomarle cariño.
Sabía que ella no se merecía que tuviera esa clase de fantasías con alguien más, mucho menos mientras me daba la oportunidad de conocerla. Pero era un imbécil. Lo era cada vez que veía a Carolina. Lo fui desde el momento en el que dejé de luchar por quien en verdad amaba y lo sería hasta que aceptase que es imposible llenar un hueco tan grande como el que deja el amor de tu vida, con alguien que no te genera ni cosquillas cuando te acaricia. Una parte de mi sabía que estaba mal lo que estaba haciendo. Otra creía que era la única opción que me quedaba. Y en el fondo, sentía que Vanessa también sabía todo esto.

Las primeras horas de la noche me las pasé junto a Vanessa, prácticamente pegado a ella y alejado de Carolina lo más posible. Pero luego de cenar y abrir los regalos, Maxi me alejó un momento de la fiesta para interrogarme a la orilla de la piscina de mi jardín.

—Ahora si me vas a contar, ¿Que te ocurre?—Lo miré confundido.

—¿Qué me ocurre de qué?

—Eso es justo lo que yo me pregunto. Algo tienes, Agus—Bajé la mirada un momento, pero no respondí—Llevas toda la noche ignorando a Carolina—Abrí la boca para refutar—Y no se te ocurra negarlo porque todos nos hemos dado cuenta—Volví a cerrarla de inmediato—¿Han vuelto a discutir?—Negué con la cabeza y agaché la cabeza.

—¿Y entonces?—Solté un suspiro abrumado.

—No es nada, hermano. Solo... creo que es mejor mantener distancia ahora que yo estoy intentandolo con alguien más.

—Bueno, lo entiendo. Pero sigue siendo la madre de tu hija y por lo que entendí, también tu amiga.

—Lo sé, pero es complicado—Murmuré caminando hacia la puerta del jardín, a punto de huir.

—¿El qué?—Escuché que preguntaba Maxi a mis espaldas. Me detuve un momento, con los pies inmóviles.

—Fingir, contenerse—Respondí antes de volver a andar, atravesar la puerta corrediza y volver con el resto de los chicos.

El resto de la noche se volvió difusa, solo recuerdo haber sacado una botella de tequila, comenzar a beberla hasta terminar acostado en uno de los sillones y alguna que otra imagen de Carolina. Estas últimas supuse que no serían más que un efecto secundario de la gran dosis de alcohol en mis venas. Pero en el fondo, deseaba que fuesen reales, porque en ellas casi pude sentir su cariño por mi aún presente.

Papá... ¿Qué es Aguslina? [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora