Capítulo 12: Noche trágica.

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C A R O L I N A

La casa se encontraba en completo silencio, pues hace rato que ya todos dormían. Claro, a excepción mía, que llevaba más de dos horas dando vueltas en la cama sin poder dormir.

Estiré la mano hacia la mesita de noche y revisé la hora en mi teléfono. Las 3:18 de la madrugada.

Volví a dejar mi móvil en su lugar, ya frustrada y giré nuevamente en la cama, hasta quedar boca arriba. Ya había perdido la cuenta de las veces que me había quedado observando el techo en lo que iba de la noche.

Y durante todo este tiempo no había hecho más que pensar. Desde que llegamos a la casa, para ser más exactos. Pensar y recordar es lo único que podía hacer.

Había comenzado rememorando la reunión con los chicos, algo bastante banal. Pero una cosa llevó a la otra y esa, a otra mas.

Así fue como pasé de sonreír ante los recuerdos de esta tarde con mis amigos, a sentirme completamente perdida y vacía, sin razón alguna. O bueno, eso quise hacerme creer.

Porque en cuanto llegué a la parte en donde Maxi y Agustín comenzaron a cantar, me fue imposible evitar que mis pensamientos se enfrascaran específicamente él, en Agustín, y se trasladaran a años atrás. Aunque a decir verdad, creo que todo inició desde que me hicieron aquella pregunta.

"¿Porqué te fuiste?"

Todo, absolutamente todo, estaba relacionado. Pero nunca le conté a nadie la verdadera razón. Los únicos que lo sabían eran Manuel, uno de mis amigos más cercanos; y mi familia. Nadie más.

Bueno, y Agustín, pero creo que él prefirió hacerse el desentendido, porque nunca me mencionó el tema y luego de tres cartas, yo no insistí más. Sin embargo, a pesar de todos estos años, me ha sido imposible no guardarle un poco de resentimiento.

Porque no sabía qué pesaba más: los buenos recuerdos que tenía de él siendo un novio increíble o las pruebas de que luego de nuestra ruptura yo había dejado de importarle por completo. Y no sólo yo, sino también cualquier cosa que tuviera que ver conmigo. Con nosotros.

Tal vez era estúpido seguir con el rencor atorado en el pecho. Tal vez estaba justificado. No lo sé. Lo único que sabía con certeza era que nuestra relación jamás podría volver a ser como antes. Aunque tampoco sabía si era eso lo que él y yo queríamos. Por lo pronto, me bastaba con aguantar las ganas de echarle todo en cara.

Y aunque gracias a él tenía un techo bajo el que dormir en este momento, me era difícil perdonarle el no interesarse en nuestra hija. Aunque supongo que a estas alturas, después de tantos años, eso ya no importaba. Ella ya no estaba.

No supe en que momento ocurrió, pero luego de un buen rato sumergida en recuerdos, finalmente logré quedarme dormida. Aunque, bueno... no me duró mucho la tranquilidad.

La ciudad dormía a través de la ventanilla del coche. Lucía tan apacible y serena. Todo lo contrario a mi, que iba casi acostada en los asientos de la parte trasera del auto de Manuel, quien conducía a toda velocidad por las calles de Buenos Aires.

No sabía qué estaba ocurriendo exactamente, sólo que un dolor punzante me recorría desde la columna hasta la pelvis. Fue entonces que baje la mirada a mi vientre y lo vi. Observé perpleja mi vientre abultado.

Estaba embarazada.

Comprendí entonces que no era una pesadilla y mucho menos un sueño lo que estaba viviendo. Era ese recuerdo, el mismo que llevaba años atormentandome en silencio por las noches.

Papá... ¿Qué es Aguslina? [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora