Capítulo 4: Nos vamos a encontrar.

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A G U S T I N

No había podido dormir en toda la noche. Me la había pasado dando vueltas en la cama durante horas, porque los recuerdos que había despertado el ver Soy Luna con Paulina, me torturaban cada vez que cerraba los ojos.

No había sido capas de darle alguna explicación a mi hija en cuanto observó una lagrima resbalando por mi mejilla. Simplemente le había dicho que no quería hablar de ello y la mandé a la cama. Ella no protestó, supongo que el verme así le preocupó. Pero también sabía que había despertado su curiosidad y lo único que lograría acabar con ella, sería una larga charla entre ambos.

Luego de mi noche en vela, me reincorpore sobre el colchón para ver la hora en mi celular.

Cinco con treinta y tres minutos de la mañana.

Suspiré frustrado, sabiendo que sería inútil seguir intentando pegar el ojo. Así que me levanté de la cama y al pasar frente al espejo cuando me disponía a salir de mi habitación, vi las marcas oscuras debajo de mis ojos.

Lucía terrible.

Bajé a la sala y me senté en el sillón que estaba frente a la televisión. El mismo en el que ayer me había pasado horas rememorando lo que había ocurrido detrás de aquellas escenas en televisión.

Justo como había comenzado a hacer de nuevo.

Porque durante estos últimos diez años sin ver a Carolina, me había esforzado bastante en tratar de olvidar aquella época a su lado. Pero por más que tratara de borrarla a ella de mi mente, siempre había algo de esa chica que permanecía muy dentro de mi. Sin embargo, me había ido relativamente bien en mi intento.

Había días donde estaba tan ocupado trabajando o pensando en otras cosas, que su recuerdo se escondía en el rincón más profundo de mi corazón.

Pero seguía ahí, sin irse del todo. Y volvía a flotar sobre la superficie, pero camuflada, en forma de melodías y letras de canciones. Nadie lo sabía, sólo Maxi. Mi mejor amigo era el único que sabía acerca de mi lucha diaria por no evocar el recuerdo de esos ojos verdes cada vez que respiraba.

Fue apenas ayer, cuando por fin acepté que la seguía extrañando.

Pero no servía de nada, porque eso no haría que ella volviera.

Durante ésta última década había dejado de estar al tanto de su vida. No sabía qué es lo que había hecho desde que la vi por última vez al grabar la escena de despedida entre nuestros personajes en aquella serie que nos unió. Suponía que le iba bien, tenía talento, así que tendría el éxito seguro en donde quiera que fuera.

De lo último que me había enterado, gracias a una noticia en televisión, había sido de su cambio de residencia. Se había ido de Argentina. Ahora estaba a más de diez mil kilómetros de distancia: en Madrid, España.

Por eso mismo me había abstenido a ir demasiado a ese país de gira con MYA, mi dúo con Maxi. Tal vez sería un acto de cobardía por mi parte, pero si trataba de ignorar su existencia, era porque no me sentía capas de afrontar su ausencia. Esa era la razón del porqué nunca le había hablado a mi hija de aquella época de mi vida, ni propuesto ver Soy Luna.

Porque sabía que si ella se enteraba de algo, seria imposible ignorar sus preguntas durante mucho tiempo y a mi me seguía afectando el hablar sobre ese tema en particular.

El problema era que ahora que Paulina conocía la serie y le había gustado, sobre todo el personaje de Nina y mi pareja con ella, me complicaría más mi tarea de olvidar cualquier cosa relacionada con ella.

Sabía que en cuanto despertara, lo primero que haría sería preguntarme acerca del porqué de mi reacción de la noche anterior.
Lo comprobé en cuanto una suave vocesita me sacó de mis pensamientos. Al girar hacia mi derecha, vi a mi hija sentada a un lado de mi en el sillón.

Papá... ¿Qué es Aguslina? [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora