Capítulo 33: Mariposas en el estómago.

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C A R O L I N A

Llevaba un par de minutos parada frente a la misma puerta con la que había tenido pesadillas las últimas noches. La miré, sin atreverme a tocar el timbre. Quería ver a Agus, sentir sus brazos enredados en mi cintura y tener en quién sostenerme. Pero sabía que si eso ocurría, me rompería una vez más. Y no quería hacerlo, no delante de él cuando sabía perfectamente que esto era algo que no solamente me afectaba a mí, sino a todos. No podía ser así de egoísta.

Suspiré y levanté mi mano temblorosa. Finalmente toqué el timbre y esperé a que me abriera, aunque no tardó más de un minuto en hacerlo. La sonrisa que se formó en su rostro en cuanto me vio demostraba lo mucho que esperaba que viniera, sin embargo a mi me agrietó un poquito el corazón.

-Hola.

-Hola- Mi voz fue apenas un susurro y por más que intenté devolverle la sonrisa para demostrarle que estaba bien, no pude.

No entendía cómo lo lograba él. Parecía entero a pesar de todo. Y a mi eso me hizo sentir la peor persona del mundo, porque estos días me había concentrado tanto en mi propio dolor que había olvidado que Agus seguramente estaba igual o peor que yo. Sin embargo, él no se había sumergido en su propia miseria como yo lo había hecho, sino que se había mantenido fuerte mientras buscaba soluciones.

-No sabes lo preocupado que estaba por ti-Tragué grueso, agachando la cabeza-Ey, está bien. No te estoy recriminando nada, entiendo que necesitabas tu espacio. Solo que... te extrañé muchísimo-Dio un paso hacia mi para dejar una suave caricia sobre mi mejilla. El cosquilleo me llegó hasta las puntas de los pies.

Sabía que lo decía de corazón, pero aún así me sentía culpable por haberme alejado y dejarlo solo en una situación así. Fue por eso que entre abrí los labios para responderle algo, para decirle que también lo había echado muchísimo de menos. Pero no pude, se me cerró la garganta y la mirada se me nubló por las lágrimas. Su rostro se contrajo al ver mis ojos y antes de que la primer gota saliera, sus brazos ya me estrechaban contra su pecho.

Fue entonces que ocurrió lo que ya sabía que no podría evitar: me derrumbé, me dejé caer. Y él estuvo ahí para sostener cada una de mis piezas. Las mantuvo unidas y esperó a que volvieran a ser una sola.
Al principio me resistí, pero terminé sollozando contra su camisa ya húmeda por mis lagrimas, mientras él acariciaba mi espalda en un vaivén tranquilizante. Su respiración me hacía cosquillas en el cuello, pero aún así no me separé de él, todavía no estaba lista.

-Bonita, sé que estás asustada, yo también lo estoy. Y está bien sentir miedo. Pero si queremos resolver esto, te necesito conmigo-El susurro de su voz me hizo estremecer, al igual que su boca pegada a mi oreja.

Levanté mi cabeza, separandome solo un poco de su cuerpo para asentir mirándolo a los ojos. Besó mi frente con dulzura y sonrió satisfecho, secando mis mejillas con sus pulgares.

-Ven, entremos.

Me pasó un brazo sobre los hombros. Cerró la puerta detrás de nosotros y entramos a la sala de estar, donde nos esperaba una chica sentada en el sofá con una carpeta en mano. Levantó la mirada en cuanto nos escuchó y sonrió al vernos. Se acercó a nosotros y me extendió la mano.

-Hola, mucho gusto. Soy Vanesa, abogada a cargo del caso.

-Carolina, la mamá de Paulina-Respondí estrechando su mano.

Papá... ¿Qué es Aguslina? [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora