Capítulo 30: El mismo deseo.

325 20 14
                                    

A G U S T I N

Paulina y yo llevábamos casi una hora acomodando la casa y los preparativos para esta noche. Ambos queríamos que hoy todo fuese perfecto, así que cuando la casa quedó impecable, me puse a preparar el pavo que cenaríamos más tarde.

-¿Estás nervioso?-Preguntó Pau tras escucharme repasar el plan por tercera vez.

-¿Se me nota mucho?

-Bueno... estás por meter el pavo en el congelador, así que...-Escuché que reía por lo bajo, mientras yo fruncía el ceño comprobando que era verdad.

Solté un suspiro cansado, antes de meter el pavo esta vez en el horno y voltear hacia mi hija.

-Perdón, no dormí en toda la noche pensando en lo que le diré a Caro. Me preocupa el cómo reaccionará o que no me crea.

-Tranquilo, papá. Tenemos tantas pruebas que es imposible que no te crea. Además, yo creo que se pondrá muy feliz.

-Tienes razón, no hay porqué preocuparse-Le eché un vistazo a mi reloj y respiré hondo al ver la hora-Bien. Caro llegará dentro de dos horas, así que sube a arreglarte de una vez.

Pau asintió emocionada antes de salir corriendo escaleras arriba. Yo también subí a mi habitación para darme una ducha y arreglarme para la cena, pero seguía ansioso.

Perdí la cuenta de las veces que me acomodé el cuello de la camisa y el cabello. Así como el tiempo que estuve repasando lo que le diría a Carolina. En verdad no quería arruinarlo, pero no sé en qué momento ocurrió, que me quedé dormido en la cama. Sin embargo, no lo supe hasta que escuché a lo lejos la voz de Pau llamándome. Al entreabrír los ojos alcancé a ver su silueta de pie frente a mi.

-Papá, ¿Qué haces dormido? ¡Ya es hora!-Abrí los ojos de golpe, alejando cualquier rastro de sueño.

-¡¿Qué?!-Me levanté inmediatamente de la cama.

-¡Sí, son las 7:56. Mamá está a punto de llegar!

-¡Mierda, el pavo!

Salí disparado al piso de abajo, con Pau detrás de mi. Me puse los guantes rápidamente y una enorme nube de humo negro se esparció por toda la cocina en cuanto abrí el horno. Joder, el pavo estaba completamente quemado.

-No puede ser, ¿Y ahora qué hacemos?-Preguntó Pau al ver que dejaba la bandeja con el pavo negro en la barra.

-No lo sé, yo...-Me callé de golpe al escuchar un motor afuera.

Corrí a asomarme por la ventana y casi sentí que palidecía al ver a Carolina bajando de su camioneta. Mierda, ¿Por qué tenía que tener esa costumbre de llegar siempre a tiempo? ¿Por qué no podía ser igual de impuntual que yo por una vez en su vida?

-¡¿Qué hacemos, papá?! ¡Mamá ya está aquí!-Gritó en susurros, casi tan alterada como yo, al escuchar el timbre sonando.

-Okey, eh... cambio de planes. Tú encárgate de entretenerla un momento, mientras yo pido sushi por teléfono, ¿Está bien?-Pau asintió antes de salir corriendo a la puerta principal.

Por otro lado, yo salí un momento al patio trasero por la puerta de la cocina, para evitar que me escucharan. La llamada al restaurante no duró más de dos minutos, pero me quedé afuera un momento más.

Traté de calmarme antes de volver a adentro, de convencerme de que no todo estaba arruinado, de que aún podíamos hacer de esta noche algo especial. Pero no lo creí realmente hasta que entré y escuché las risas de Pau y Caro que venían desde la sala.

Papá... ¿Qué es Aguslina? [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora