C A R O L I N A
Me levanté de la cama aún con los ojos casi cerrados, dispuesta a salir de la habitación. Pero antes, justo cuando pasaba frente al espejo junto a la puerta, me detuve un momento para ver mi reflejo.
Fruncí el ceño confundida al notar que no llevaba la misma pijama que me había puesto ayer cuando llegamos a casa. Luego, mi mirada se desvió hacia el banco junto al tocador, lugar en donde reposaba una toalla blanca. Húmeda.
Fue entonces que algo en mi cerebro hizo clic y los recuerdos de la noche anterior llegaron a mi cabeza en pequeños flashbacks: la pesadilla, la conversación con Agustín, el helado, el chapuzón en la piscina en la madrugada. Todo. Incluso la charla con Pau, quien, teniendo en cuenta todas las horas que había logrado dormir (no como yo) y la hora que era ya, seguramente en este momento estaría más que despierta y con tanta energía que tendría hasta para regalarme a mi.
Aunque pensándolo bien, mi verdadera duda ahora no era esa, sino: ¿Cómo se suponía que tenía que comportarme con Agustín después de lo que ocurrió anoche? Porque, ¿Habíamos vuelto a ser amigos? O, ¿Solamente debía limitarme a ser amable con él?
Acomodé un poco mi cabello alborotado, sabiendo que estaba a nada de descubrir las respuestas. Aunque para mí sorpresa (o tal vez no tanta), cuando bajé a la cocina la única que estaba ahí era Paulina. No había ni rastro de Agustín.
-Hola, Caro ¿Cómo dormiste anoche?-Preguntó al verme cruzar el humbral.
-Eh... bien. Sin ninguna otra pesadilla, gracias a ti-Revolví su cabello al pasar junto a ella. Sonrió orgullosa.
-Me alegro-Tomé asiento en una de las sillas de la barra, frente a ella.
-Oye, por cierto ¿Y tu papá?-Por más que intenté disimular el interés en mi voz, fallé. Por suerte Pau no le dio mayor importancia.
-Ni idea. Supongo que sigue dormido-Se encogió de hombros mientras le daba un sorbo a la cajita de leche chocolatada que tenía entre las manos.
-¿Quién sigue perdido?-Me estremecí al escuchar una voz ronca detrás de mi.
Giré rápidamente hacía aquella dirección y contuve el aliento al ver a Agustín entrar a la cocina. No tanto por lo sucedido hace unas horas, sino porque no llevaba nada puesto, más que un pantalón de dormir a la cadera. Tragué salivar al verlo pasar a mi lado, con el torso completamente desnudo.
Nunca me había puesto tan nerviosa por verlo así. Creo que ni siquiera aquella primera noche que me entregué a él, hace ya varios años, me latía tan rápido el corazón como en éste momento. Y es que no era para menos, porque sí, aquella vez le había visto mucho más que sólo el torso. Pero los años tampoco habían pasado en vano en él y su cuerpo ya no era el mismo de aquel chico de veinte años, sino el de un hombre de treinta que aprovechaba el tiempo que le quedaba libre para ir al gimnasio.
Por suerte Agustín ni siquiera pareció percatarse de mi mirada perpleja clavada sobre él. Eso o seguía tan dormido como para no notarlo. De igual forma, me convenía.
Observé en silencio cómo tomaba una taza de la alacena y se preparaba un café, tan cargado como fuera posible para levantar hasta a un muerto. Seguramente era así como se sentía. Y yo también, a decir verdad.
-Dormido, papá. No perdido-Paulina rió-Y hablábamos de ti.
-Mhm...-Murmuró él de espaldas a nosotras.
No desperdicie la oportunidad para ver los músculo de su espalda contraerse al sujetarse de la encimera para no caerse por el sueño. Tomó la taza con el líquido caliente y volví mi vista rápidamente hacia Pau en cuanto Agustín caminó hacia nosotras. Mentiría si dijera que no tardé más que tres segundos en volver a mirarlo.
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Papá... ¿Qué es Aguslina? [Editando]
RomancePapá me había prohibido abrir la caja más grande al fondo de su armario, pero la curiosidad me mataba. ¿Que tenía ahí que era tan importante como para que no quisiera que la abriera? Dudé un poco en hacerlo, pero al final decidí abrirla. Dentro, h...