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No fue para nada irrelevante ver a la chica regresar con una tierna sonrisa hasta el lugar en el que ellos estaban, caminaron junto a sus amigos hasta la primera cuadra y del resto ella no tardó en contarle cómo le fue, a lo que pretendía estar prestándole atención.

Le había dicho que fue Ni-ki quien le compró los chicles porque sabía que al chico le gustaba su hermana y solo quería darles un empujón –aunque una patada hubiera sido mil veces mejor– para que los dos se fueran acercando porque si se ponía a esperar porque el tarado de Ni-ki hiciera algo le iban a salir canas y se iba a embarazar (cosa que era imposible pero equis).

Aunque no espero que ella decidiera salir con el japonés el viernes de esa misma semana, joder.

¿Qué era lo mejor de todo? Qué el viernes había llegado más rápido de lo que hubiera deseado y allí estaba: ayudándola a elegir algo adecuado para esa salida que era una cita en pocas palabras y desde su perspectiva.

Ella lucía muy linda, impecable, dulce y agradable.

Lo contrario a él.

¿Ese era el tipo de personas que le gustaban a Ni-ki?

Sacudió su cabeza para apartar los pensamientos destructivos que llegaban a su mente, terminando de aplicar una última capa de maquillaje en el rostro delgado de su gemela.

Se veía más Candy con el leve tono rosado que aplicó en sus mejillas, la sombra de ojos color durazno y sus labios de un color rojizo que se veía tentativo si era honesto.

— Sun, ¿Crees que luzco bien?— pregunta con cierta inseguridad, mirando el vestido blanco con estampado floral que llevaba ese día un poco soleado.

¿Bien? Obviamente el baboso ese se iba a desmayar en cuanto la viera.

A su parecer, lucía elegante, tierna y muy bonita. Peeeero como todo ser humano, necesitaba la aprobación de su mejor amigo en ese momento y ese era su hermano gemelo que la conocía más que el carajo.

Le mostró sus pulgares arriba, siendo ese simple gesto lo suficiente como para que ella sonriera feliz.

— Te ves muy bien... Porque obviamente yo te ayude.— recalca, intentando sonreír junto a ella.

En ese momento su madre la llamó, dándole a entender que el chico había llegado por ella.

Se despidió del pelirosa con un beso en ambas mejillas y bajo a paso apresurado.

Él estaba tan cansado como para molestarse en pensar en porqué Sunhee decidió salir con Ni-ki solo porque sí cuando no sabía que él estaba enamorado de ella.

Una hora después, bajó por un vaso de agua y vio a su mamá conversar amena con Jay en la sala, el muy desgraciado estaba tomando cafecito, con una de sus piernas encima de su rodilla y reía divertido ante las palabras de su madre.

— Oh, ¡Sunoo! Iba a llamarte para decirte que Jay está aquí pero nos quedamos platicando, como ves.

— Sunoo, deja de ser un menudo egoísta y cambiemos de madre. La mía se la pasa hablando de aburridos porcentajes de razones del porqué debió dejar a mi padre cuando pudo.

Los dos rieron a carcajadas, excepto el pelirosa que rodó los ojos y salió afuera para hablar con el mayor, quien le siguió después de asegurarle a su mamá que regresaría para terminar de chismosear de la vida de los demás.

Se sentaron en la acera en la que los cubría la sombra de los rosales de la vecina, los cuales él regaba porque la mujer se fue de excursión a Groenlandia junto a su ex-esposo y le dejaron a cargo los maravillosos rosales.

𝐇𝐞 『ˢᵘⁿᵏⁱ』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora