Plan

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Kannon fue a reunirse con los dioses, sintiendo una gran culpa en su corazón.

—Anfitrite: Kannon, me alegro tanto que hayas llegado—Corrió y lo abrazó, le extrañaba. La última vez que lo vio fue cuando la ayudo a volver al santuario hace un año—¿Llegaste bien?

—Kannon: Si, señorita Anfitrite—Dijo mientras se apartó, desconcertando a la Diosa—¿Qué necesita?

—Anfitrite: Pues por los momentos los jinetes de mi aliada Mikia están luchando contra los caballeros, tengo que esperar a que mis generales marinos vengan. Te pido que reposes junto a Julián y a mí.

—Kannon: Haré lo que a ustedes les parezca—Ella soltó una agradable sonrisa.

—Anfitrite: Debo ir a ver sí Edén y Yūna siguen durmiendo, espéreme por favor—Beso la mejilla de su amado y se retiró.

Kannon ni se atrevía a verle la cara a Poseidón, bajo la cabeza en cuanto ella se retiró del lugar.

—Julían: Para información tuya, solo respeto tu vida por la felicidad que muestra Anfitrite al verte. Pero sabes que tu forma de manipularme jamás será perdonada.

—Kannon: Es que yo no busco perdón de usted, Julían—Afirmó—Ni siquiera apoyo lo que está haciendo ella, yo no tengo ni tendré sus mismos ideales que ella. Mucho menos apoyar lo que está haciendo contra Atena.

—Julían: ¿Entonces por qué usas otra vez la scale? ¿Por qué has venido y te has presentado de esa forma ante ella?

—Kannon: Una deuda que tengo con esa mujer—Respondió—Y siento que un alma como la de ella jamás tuvo que ser maldecida por la de un dios... Mucho menos un dios cercano a usted.

El salón quedó en silencio, terrible para el dragón marino porque cada momento que estaba ahí la culpa lo atormentaba aún más. Y sentía aún más culpa de no poder sanar la herida que Saori tenía en el abdomen.

Mientras que Kannon estaba ensimismado en sus pensamientos una persona fue y colocó sobre sus hombros una manta.

—Anfitrite: Lo malo del templo submarino es que tiene una temperatura muy baja—Regresó con un nuevo cambio de ropa, un atuendo de dos piezas en color azul, con una capucha del mismo color—¿Estás cómodo?

—Kannon: No es necesario, señorita—Se quitó la manta y la colocó sobre los hombros de ella—¿Y cuál es el plan?

—Anfitrite: Pues es muy simple para los caballeros quemar su cosmos y derrotar a los generales de marina, por más que sean mis generales se de qué son capaces mis enemigos...—Caminó en círculos, tratando de poner en palabras su plan.

—Julían: Tenemos muy en claro su capacidad.

—Anfitrite: Eso me da pocas esperanzas—Dijo con cierta inseguridad—Yo solo tengo entre mis planes matar a Seiya y Rin, en cuanto el muera voy a enviar a  los demás a la superficie, si se interponen tendré que usar esto—Recibió por su esposo un objeto envuelto en una funda de tela.

—Kannon: —Ella se arrodilló y libero el artefacto de la tela, para revelar una espada, la espada del gran dios, Hades—¿C-cómo? ¿Cómo ha conseguido eso?!

—Julían: Mikia ha sido tan amable de prestarnosla.

—Anfitrite: Mi ideal nunca ha sido matarlos, pero si me obligan no tendré piedad.

—Kannon: ¿Y que es lo que quiere?—Preguntó titubeando.

—Anfitrite: Está guerra es una pantalla, que me sirve mucho para vengarme un poquito—Dijo con tono pícaro y una risa—Pero lo que yo busco el santuario también lo busca, y eso no busco permitirlo.

—Julían: Descuida, Dragón marino, no pensamos destruir ni al mundo ni a nadie más, a menos que nos obliguen.

—Kannon: ¿Y ella está de acuerdo, Diosa?

—Anfitrite: Ella lo ha planeado—Dijo haciendo uso de la voz del recipiente, mientras guardaba la espada—¿Quieres saber por qué, Kannon?—Preguntó.

—Kannon: S-si nos es molestia para su divinidad, sí.

—Anfitrite: La dueña de este cuerpo está harta de ser vencida, doblegada, torturada y abusada por hombres y mujeres que la vieron y decidieron que se lo merecía—Dijo con una mirada de odio, solo con pensar en eso los dientes le rechinaban—Ella y yo llegamos a un acuerdo, para que ella no sea maltratada nunca más, ni por mortales, ni por dioses...

Continuará...

La Reina de todos los MaresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora