Memoria

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—Seiya: ¿Qué intentas?—Del tridente emergieron rayos y relámpagos, que azotaron el cuerpo de Seiya, ninguna parte del cuerpo del pegaso era ajena al alcance del cosmos de Anfitrite.

—Protegerme—Se dio la vuelta y camino directo al trono de Poseidón, sabía perfectamente que no podía darlo por muerto tan fácil—De ustedes—Vio por encima de su hombro al santo de pegaso, tanto dolor y asco se podía ver en esa mirada color mar.

—Seiya: ¿De nosotros?—Se giró ligeramente consiente—¿Qué te… hicimos? ¿Qué te causo tanto daño?—La mujer se reía de los patéticos intentos de pegaso.

—Cada día me sorprende más lo conveniente que es tu amnesia, pegaso—Delineó con la yema de los dedos los relieves del trono. Sonrió al oír el metal, golpear el suelo, Seiya había caído nuevamente—El principal culpable eres tú, pero descuida, no eres el único que tiene velas en este entierro.

—Seiya: ¿Qué te hicimos?—Repitió con más fuerza en su voz.

—Fui maldecida por un cruel destino en cuanto nací—Apoyó el tridente contra la pared—Y con ese cruel destino me siguieron mis hermanos, cien niños que como yo tuvieron que pelear en terribles batallas por el bien de la tierra, y de la diosa Atena.

Volvió otra vez al lado de Seiya, se arrodilló frente a él. Analizaba cada pequeña acción del moribundo santo de bronce.

—Fui un santo de Atena desde que tenía uso de razón—Tomó con suavidad el rostro de Seiya, estaba sucio por tierra y sangre—Yo trate siempre de cuidarlos—Un nudo se le formó en la garganta solo de recordarlo—Ustedes no fueron capaces de devolverme el favor ni siquiera una vez.

—Seiya: ¿Santo de Atena?—Dijo con la voz ronca, tanto que casi no pudo ser oída por la divinidad.

—Tu sola existencia me enferma—Con los dedos apartó un poco de suciedad del rostro ajeno—Y es tan tierno verte así, diciendo ser inocente y que nada ha pasado—Contenía las ganas de ahorcarlo—¡Cuando tú eres el responsable de todo esto! ¡Y no solo de esta guerra!

—Seiya: ¿No sé supone que somos hermanos? ¿Por qué me has hecho esto?

—No me llames de esa forma, eso ya dejó de significar algo para mí. Tú me quitaste mucho, pegaso—Una vez de pie, con la mano que aún estaba en el mentón, lo hizo pararse al igual que ella—Mi honor y orgullo de caballero, mi cosmos, mi destino. Tú me traicionaste, me humillaste, y ahora vas a pagar por ello.

—Escúchame, no sé de qué hablas, ¡no recuerdo nada de los últimos meses! No hagas esto ¡No tienes por qué dejarte engañar por un dios tan malvado teniendo a Saori como hermana!

Ella se burló de sus palabras. No le conmovieron ni un poco. Ella sabía la verdad. Sabía que Seiya le había mentido, que le había engañado y dañado.

—No me digas que me quieres. Eso es una mentira. Tú nunca me quisiste, y si en algún momento lo hiciste, pues ya no importa.

—Seiya: Anfitrite, dices mentiras—Su visión se volvía borrosa, la sangre que escurría de su gente estaba nublado su visión—Tú y yo no somos cercanos, pero no dejamos de ser familia.

—Me has humillado de tal manera, ser despreciable—Le clavó las uñas, hasta sacar sangre del rostro del caballero—Tú solo pareces tener respeto por Saori—dijo con desprecio.

Syun y los demás seguían en una pelea contra Dragón Marino y Coma Berenice.

El dragón marino creía que esos caballeros eran confiables, pero esos comentarios sobre apoyar a Rin, le hicieron abrir los ojos al respecto.

—Kannon: Sinceramente—Suspiró mientras sacudía la cabeza—Pensé que harían lo correcto—Alzó los brazos—Veo que me equivoqué—Bajo la cabeza—¡Explosión de Galaxias!

El golpe arrasó con todo a su paso. Los caballeros volaron por los cielos y aterrizaron de la peor manera posible, empeorando las heridas que ya tenían.

—Mei: Ustedes no son dignos ni de servirle a Atena—Con sus hilos apresó a Shiryu—¡Tú! ¡Tú lo sabías todo desde hacía meses!—Tiró se los finos cabellos, apretando el agarre de los mismos.

—Shiryu: N-no sé de qué me hablas, Mei—El hilo poco a poco comprimía al santo de dragón, se abría paso entre la armadura y la piel, torturando así a Shiryu.

—Mei: —Tensó aún más los hilos—Le mentiste a Saori ¡Desde hace meses!

Ellen y Ryuga se encontraban corriendo a máxima velocidad, sentían los cosmos de Seiya, Shiryu y Shun agonizando de dolor.

—Ryuga: Siento un cosmos lleno hostilidad—Ellen y él se acercaban cada vez más al recinto, estaban alerta en cualquier cosa, podría aparecer un enemigo sorpresa.

—Ellen: Yo también lo siento—Destrozó con los puños piedras que obstaculizaban el camino—Pero también siento los de Mei, Shiryu y Syun.

—Ryuga: ¿Mei vino?—Ellen asintió—No me lo esperaba de él, se veía débil la última vez que lo vi.

—Ellen: Ha de estar indefenso en ese caso—Apresuro el paso tras terminar la oración.

—Ryuga: Te tengo una pregunta.

—Ellen: ¿Qué es tan importante como para preguntármelo ahora?—Flexionó las piernas y saltó uno de los muchos riscos del destruido terreno.

—Ryuga: ¡Te voy a preguntar de porque cojones has ayudado a Rin!—Imitó al santo de Fénix—¡Eso me parece lo bastante importante!

Continuará...

La Reina de todos los MaresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora