Castigo

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—Kannon: Si ustedes consienten tan viles actos, no merecen ser caballeros—Arrojó a Syun contra Shiryu—¡Mucho menos llamarse hombres!—Extendió hacia el cielo los brazos—¡Explosión de Galaxias!

Con lujo de violencia golpeaba a los santos de Atena, se contuvo, pero de igual manera sus ataques eran demasiado para esos caballeros de bronce.

«¡Será mejor que te largues!» Resonó en la cabeza del dragón del mar, de un recuerdo que lo enorgullecía, y que le causaba querer morirse siendo tragado por la tierra en estos momentos.

—Aun cuando Atena te haya perdonado, ¿Crees que será lo mismo con los santos de oro?—Increpó el escorpio a un caído Kannon—Vete del santuario, ahora mismo—Ordenó firme—Si decides quedarte, ¡Deberás enfrentarte conmigo, Kannon!

—No… no me iré—Se enderezó; sin embargo, el golpe que Saga había mandado desde casa de Géminis lo tenía aturdido—Pelearé.

—Seré tu oponente. Ya no podré confiar en ti nunca—Tenía al nacido bajo el tercer signo de espaldas, esa acción le pareció un insulto aún mayor—Me encargaré de sacarte de aquí con toda  mi fuerza, algo que no será muy difícil.

Ni aun con tal amenaza, el géminis reaccionó. Milo no podía esperar el momento de darle castigo a ese traidor.

—No me iré—Suspiró Kannon con la mirada agachada—Porque es Atena a quien protejo ahora.

—¿Qué? ¿Cómo te atreves a considerarte un caballero de Atena?—Arqueó las cejas, ¿Cómo tenía las pelotas de mentirle a cara?—¡Tú te aprovechaste de la voluntad de Poseidón! ¡Haciendo perecer a tanta gente inocente! ¡Sin mencionar que metiste a un dios malévolo en el cuerpo de un caballero dorado!—La uña adornada con carmín se extendió hasta formar una garra, la aguja se clavó en el suelo bajo los pies de Kannon, no hubo objeción.

—No entiendes—Su semblante, antes desganado, mostró gran determinación—No me iré de aquí, no hasta acabar con todos los espectros que han invadido el santuario ¡Y tú serás el primero en morir, caballero!—Exclamó sin dejar de darle la espalda.

—Entonces prepárate para mi ataque—En un abrir y cerrar de ojos, Milo ya se encontraba frente a Kannon—¡La Aguja Escarlata!

Un destello a la velocidad de la luz atravesó a Kannon, la fuerza fue tal que salió disparado por los aires a varios metros.

—Agh—Se dejó caer de rodillas, el escorpión no estaba jugando.

—La aguja escarlata causa una herida superficial imperceptible—Ahora era Milo el que daba la espalda, en esta ocasión era más bien un gesto de repudio—Pero el dolor que está causa va más allá de la imaginación. Y lo sentirás muy pronto—Anunció—¡Ahora el veneno del escorpión está corriendo por todo tu cuerpo!

No iba a perder el tiempo clavando las agujas una por una, esa opción  hubiera sido placentera, pero no tenía el tiempo necesario para eso. En cambio, de un solo tiro llegó a asestar tres agujas.

—Aquel que recibe la aguja escarlata solo puede esperar dos cosas; —Kannon había sido tirado al suelo por el golpe, incluso el mármol se había roto con su caída—La muerte física, o la muerte en espíritu—El ex dragón marino soltaba quejidos en lo que luchaba por seguir de pie.

Kannon visualizaba en su cabeza la constelación del escorpión, cada estrella era una aguja que se le clavaría pronto en la piel.

—Ahora responde, antes de que el resto de agujas te ataquen—El se estaba levantando, pero él se encargaría de volverlo a tirar al suelo—¿Cuál eliges? ¿Perder tu orgullo o la muerte?—Tomó impulso—Cualquiera que sea tu respuesta, ¡No importa!

La Reina de todos los MaresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora