—“No acepto que ya no esté~
Por el mundo lo he de encontrar~
Mis sueños me llevarán~
A mi amor inmortal~”-Se quitó la rosa del cabello para adornar el arma, era sin lugar a dudas su flor favorita, y cómo no serlo si ella tenía una sangre tan venenosa como la misma-“Su niñez fácil no fue~
Pues muy solo él creció~
Y a la luna le pidió~
Que calmara su dolor~”.El maligno ser en su interior no planeaba a rendirse, con su poder le provocó a la santa un horrible dolor de cabeza, solo le daban ganas de clavarse el tridente en la frente y acabar con su sufrimiento.
A su mente llego, como pensamiento intrusivo, el recuerdo de la mañana en que la habían obligado a ser el recipiente de tan horrible ser como lo es un dios.
Estaba rodeada de guardias, se había vuelto rutina desde hacía un tiempo, al ser una humana era vulnerable, y lo era más al tener tal relación con Atena.
Al ser un blanco fácil, uno de los santos de oro, su esposo, mandaba a los soldados a estar con ella todo el tiempo, no le podían perder la pista ni por un segundo. La chica dudaba muchas veces si esos hombres la estaban protegiendo o solo manteniendo cautiva de forma glamurosa.
Ese día había salido de la casa a pasear por los jardines del templo de Palas Atena, eran por suerte lugares muy poco visitados, pero muy hermosos, podía descansar de todas esas agobiantes sensaciones y situaciones de su vida actual. Había llevado a su hijo consigo en una carriola, acompañado de Yūna, ya que en ese entonces la joven fungía la labor de nodriza para con la niña.
Había un pequeño estanque a unos cuantos metros de ella, era poco profundo, por lo que se quitó las zapatillas y sumergió los pies, cerró los ojos pensando que estaba en un sitio muy lejos de ahí, dónde tal vez sus amigos aún seguían con vida y todo era una pesadilla.
Al poco tiempo un ruido molesto llamo su atención, abrió los ojos buscando que hacía ese ruido.
—¿Qué pasó?—Cuestionó a sus guardaespaldas mientras miraba a los lados. Se acercó a la orilla para cerciorarse que a los niños no les había pasado nada malo.
—Nada, señorita Kido, debió ser algún caballero paseado por el lugar—Le respondió el soldado.
—¿Qué haría un santo en un punto como este?—El agua le llegaba por la cintura, pero poco le importaba que se pudiera arruinar su vestido, presionó con la yema de sus dedos la tela no flotara—No importa ya, aquí no hay nadie más.
Removió el agua con los dedos, con tal de no estar en casa, podía pasar horas en ese estanque. De sus pensamientos la saco una luz cegadora, se tapó los ojos con rapidez, podía escuchar los gritos de dolor de sus guardias.
—¿Qué?—Se quitó la mano de la cara, para toparse con una escena no muy linda de todos esos fuertes soldados derrotados en el suelo. Esto le generó más dudas, ella siendo más débil seguía en pie mientras que ellos estaban desmayados. Algo no tenía buena espina.
Salió del agua a ver el coche, los niños seguían durmiendo plácidamente, se le pasó por la cabeza irse a casa dejando a los guardias ahí, ellos de seguro irían con su esposo en cuanto se recuperarán.
Sintió que algo la llamaba, una sensación casi magnética la hizo girar hacia el estanque, ahí había parecido un tridente, tan negro como la misma noche, totalmente hechizada entro al agua, como la bella durmiente cuando era llamada por la rueca maldita de maléfica.
Pero se detuvo a medio camino, ¿Por qué había vuelto al agua? Debía irse rápido antes de ser atacada por lo que había vencido a los soldados.
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La Reina de todos los Mares
FanfictionEn las profundidades del océano, la diosa Anfitrite, esposa del temible Poseidón, despierta de un sueño milenario. Kannon, ex dragón del mar, le había otorgado años atrás de la guerra contra Poseidón el cuerpo de la hija mayor de los Kido como recip...