Molestando a Kageyama

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Kageyama y Hinata habían salido del gimnacio sin poder practicar como castigo. Aún así el colocador no podía estar más feliz de haber encontrado a aquel chico.

— Kageyama... Por favor, no digas mi secreto – pidió Hinata repentinamente.

— ¿Eh? ¿Cuál? – preguntó extrañado.

— ¡Oh, vamos! Pues de... Ya sabes... Cómo lucía antes – dijo Shoyo.

Tobio se encogió de hombros.

— No creo que sea algo que debería darte pena, no importa como luces... Eres un chico. Pero si no quieres no diré nada, no planeaba hacerlo – admitió.

— Gracias... – dijo con aquella voz dulce que a Kageyama tanto le gustaba y hacía sonrojar — Oye... ¿Tu sonrojo significa que colocaras para mí mañana que si nos dejen jugar?

— ¡Para nada! ¡No malinterpretes cosas! Consideraré darte el balón cuando seas lo suficientemente bueno – contestó aún más sonrojado.

Hinata rió, era muy lindo...

Aquella noche ninguno de los dos pudo dormir pensando en el otro.

Al día siguiente Kageyama Tobio se sintió aún más tonto al darse cuenta de que estaba en el mismo salón que él y claro comenzó más su distracción.

Sabía que no era de las personas más listas del mundo pero Hinata estaba haciendo que aquello fuera peor.

En cuanto hubo un receso el pelirrojo se acercó a Tobio.

— Ey, Tontoyama... No sé si sabes, tal vez no... Pero las miradas suelen sentirse – comenzó a decirle muy suavemente — ¡Deja de verme todo el tiempo! ¡Me distraes!  – gritó después.

— ¡¿Quién te está viendo, idiota?! – contestó Kageyama molesto.

— ¡Tú! Así con tu cara de idiota – dijo mientras bajaba su cabello para imitar al de Tobio.

— ¡Oye! ¡Yo no abro la boca mientras te veo! – gritó ofendido.

— ¡Ja! ¡Entonces si admites que me estás viendo! – dijo Hinata triunfante.

— Idiota – fue lo único que murmuró Kageyama.

— Deja de ser tan enojón y vamos por algo de comer – le propuso.

Sin pensarlo Hinata tomó la mano de Kageyama para llevarlo al comedor. Estaba muy hambriento como para pensar en lo sonrojado que estaría Kageyama por aquello.

Cuando llegaron Tobio estaba demasiado abrumado para incluso hablar.

— Oy, ¿estás bien? – preguntó Shoyo con diversión.

— ¿P-p-Puedes dejar...? – fue todo lo que pronunció mientras veía sus manos entrelazadas.

Hinata lo soltó de inmediato, no había notado que seguía tomando su mano aunque ya habían llegado al comedor.

Después de aquello no dijeron nada solo pidieron su comida y se sentaron juntos.

— Oy... Kageyama ¿puedo preguntar algo? – dijo el pelirrojo una vez más tranquilo.

— Supongo – contestó un poco seco.

— ¿Por qué te dicen el Rey de la cancha?

Aquella pregunta no se la esperaba, sintió su corazón detenerse. Odiaba recordar aquella experiencia, no quería volver a estar solo en la cancha.

— Nunca me digas así – fue lo único que dijo y continuó comiendo.

— Pero... ¿No es genial serlo? ¡Significa que puedes hacer lo que quieras porque eres genial! – dijo emocionado el pelirrojo.

— No siempre... Los apodos son buenos, Hinata...

Con aquello dejó de insistir,  estaba ¿triste?

— Bueno, otra pregunta... ¿Te gusto? – dijo en forma de broma.

Aquello hizo que Tobio tociera debido a que la sorpresa hizo que la comida se fuera por otro lado.

— ¡Idiota! ¡No hagas esas preguntas así! – gritó sonrojado.

Hinata rió, aquel humor era mejor que seguir viéndolo serio.

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