Thais
Cuando salgo del baño después de vestirme con mi nuevo y súper sexy traje de baño de una pieza, sonríe, esperando ver la reacción de Aang. Es hermoso, con pequeñas aberturas del material justo en los lugares correctos, a través de las costillas y en el centro de mis pechos. Es revelador sin parecer vulgar.
Me encanta.
Con la mano en el mango de la puerta, me detengo, parpadeando ante la vista del trasero desnudo de Aang mientras se sube su traje de baño. Ni siquiera puedo llamarlo así.
Se gira y casi me trago la lengua.La imagen me provoca una extraña sensación de calor en la boca del estómago. Pestañeo, incapaz de moverme debido a la sorpresa.
Aquella vertiginosa necesidad en mi cuerpo es algo completamente nuevo y a la vez familiar. Mis compañeros sexuales no habían sido... nada. Cuerpos sin rostro, sin nombre. Ninguno había afectado a mis emociones, mucho menos me habían proporcionado placer en el primer año.
Cuando confesé mi promiscuidad sin sentido a mi psiquiatra, esperaba que esta me censurara, pero la mujer se había limitado a asentir con la cabeza.
—Te estabas castigando a ti misma por lo qué pasó —me había dicho. —El castigo tiene que doler. Y dolía cuando tenías sexo, ¿no es así? No lo disfrutabas porque creías que merecías el dolor.
La psiquiatra estaba en lo cierto, y gracias a su ayuda había encontrado el modo de salir de aquel abismo de dolor. Nunca me había sentido tan sola ni tan desapegada como me sentía, o había sentido, mientras mantenía relaciones sexuales. Comencé a darme cuanta que el aborto no fue mi culpa y que era algo natural. Pero en ningún momento había experimentado nada parecido a aquella lengua de calor en mi interior al ver a Aang.
—¿En serio vas a usar eso?
En algún punto a lo largo de esas líneas, me he convertido sin darme cuenta en alguien posesiva.
Aang frunce el ceño, mirando sus pantaloncillos cortos de color negro.
—Yo... sí —Alza su rostro, con las cejas levantadas. —¿Por qué?
Cruzo mis brazos sobre mi pecho, apretando mis labios.
—Son demasiado pequeños, Aang. Se puede ver todo —me inclino hacia su cintura con unas inmensas ganas de tirarlo al piso para cabalgarlo hasta que me deje más dolorida de lo que ya me dejó, pero en su lugar, siseo en medio de un susurro: —Y me refiero a todo —mis labios hacen un puchero cuando pestañeo hacia su impresionante pene que está impreso: —Quiero que sepas que todo el mundo va a ver tu antenita buscando señal en mi dirección.
Luego pasa algo milagroso.
Lanza su cabeza hacia atrás y ruge con risa. Y es precioso.
Lo observo reír, y mi mente queda frita por las ásperas cortezas de alegría provenientes de él. Suena liberador, y yo estoy abrumada. Estoy insegura de cómo reaccionar.
Me quedo en silencio, mirándolo, perpetrando este momento al banco de mi memoria. Lo mantendría ahí para un día lluvioso, para cuando lo necesite más.
—¿Mi antenita? —murmura, muy divertido, limpiándose las lágrimas de felicidad. Luego se endereza, extendiendo una de sus manos. —Thais, ven aquí.
Camino hacia él. Su mano envuelve las dos mías y se inclina para mirar mi rostro mientras me sonríe suavemente.
—Estoy peligrosamente enamorado de ti. Pero admite que es todo menos una antenita.
Echa la cabeza hacia un lado, pensando, antes de agregar: —Soy el mejor sexo que hayas tenido.
Oh, mi Dios.
¿Acaba de decir eso? ¿En serio acaba de decir eso?
Oh, Dios. Tiene razón. Pero veo que su ego sigue en las nubes igual que antes.
Levanta una mano y pasa su pulgar a través de mi mejilla.
—¿Crees que me importa lo que los demás vean? —Descansa sus manos sobre mis hombros y me atrae hacia él, besando mis labios. —Ninguno de los que vienen eres tú —besa mis labios una vez más. —Nadie nunca serás tú. Además, dudo que me presenten atención.
Mi corazón late rápido y fuerte, golpeando en mi pecho.
Alzo mis brazos para pasarlos alrededor de su cuello. Sus brazos me envuelven y se endereza, levantándome del suelo. Me sostiene como si no pesara nada.
—Y si lo hicieran yo solo tengo esos para ti, ¿quieres saber por qué? —me besa. —¿Quién es la que estará en mi cama por las noches y me va a ver totalmente desnudo, pequeña?
Entierro mi nariz en su cuello y balbuceo: —Yo.
—Tú —confirma. —¿Y quién me hace reír?
Sonrío contra su garganta. —Yo.
—¿Quién me vuelve loco?
—Yo, obvio.
—Exactamente —vuelve su rostro para besar mi mejilla. —Nadie más. Todos los que vienen aquí hoy, amigos y familiares, estarán demasiado pendiente a su cosas como para prestarme atención. Y aunque no fue así, nadie se compara contigo. No tienes competencia porque eres tú, Thais. Siempre has sido tú —habla con suavidad. —Solo me hacía falta encontrarte de nuevo. Y ahora que lo he hecho, no dejaré que te vayas. Somos tú y yo contra el mundo, ¿recuerdas?
—Solo tú y yo —susurro, sintiendo huir mis celos.
Me deposita en el suelo, se pone la bata, y se calza las sandalias de cuero antes de deslizar sus gafas de sol sobre sus ojos. Rápidamente me coloca un vestido blanco antes de calzarme unas sandalia color rosa pálido. Luego caminamos hacia fuera. Para el momento en que rodeamos la vivienda hacia la piscina cercada con vidrio, los demás ya están ahí en sus trajes de baño, hablando, comiendo, y bebiendo cockteles.
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Abyss [Libro #3]
RomanceTERCER y CUARTO libro de la saga «Placeres Culposos». Una mirada. Un momento. Una chica. Ella fue todo lo que necesité para perder la concentración. Thais Delgado, mi octavo pecado capital. Fue el placer más culposo que pudo llegar a mi vida. No...