39.- Enfermo.

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Habían pasado dos semanas. La semana pasada, Benji cumplió dos meses. Es muy chiquito pero muy inteligente. Mientras tanto, a mi me dijeron que ya podíamos tener relaciones y con Pablo las cosas ya van mejor, así que hoy podríamos intentarlo.

Me di una ducha rápido, pensando en la sorpresa que le podría dar a Oablo. Sonreí. Salí de bañarme y vi a Pablo viendo un periódico. Me abalancé sobre él y le di un beso furiosos. Pablo metió la mano debajo de mi toalla y apretó mi muslo. Se mi boca salió un gemido y mi toalla cayó al piso. Me dio la vuelta para que quede bocarriba y se bajo el pantalón.

–Espera- la alejó un poco y me miró a los ojos.

–¿Que pasa ahora?

–¿Si podes?

–Si, mi chico preocupado. Te amo. –sonreí.

Pablo siguió bajando sus besos hacia mi abdomen, el cual succionó. De pronto sentí como bajaba mi bombacha y empezó a darle besos arriba. Yo solté un gemido.

–Sabes muy rica.

Metió dos dedos dentro de mi pero no era suficiente.
–Pablito, vos nunca me dejas hacerte favores.– nos di la vuelta y quede sobre él. Posicioné mi rodillas entre las suyas y bajé para bajarle el bóxer. Salió su pene a punto de explotar y lo miré sonriendo.

–¿Te encanta esto?– pregunté coqueta, acariciando su pene con mis manos.

–Si Marizza, si. Me facinas.– gruñó e hizo su cabeza hacia atrás.

Pasé mi lengua sobre el glande y tembló y yo sonreí. Le di besos y con las manos lo masturbaba. Lo metí por completo en mi boca y comencé a meterlo y sacarlo en una especie de bucle. Pablo sostuvo mi cabello fuerte y me ahogó.

–Déjame entrar en vos. Te lo ruego.– me pidió.

Succioné una última vez sus testículo y me posicioné para dejarlo entrar. Guió su pene a vagina y entró en una estocada. Comencé a saltar y el cuerto se llenó de gemidos. Le di besos y mordidas en el cuello y él apretó mi trasero. Alejé un poco mi cara para verle los ojos, dilatados y oscuros. Me dio un beso en los labios y seguimos viéndonos.

Cada vez que estoy con Pablo siento que cuando hacemos el amor no es sólo calentura. Es eso. Amor.

Pablo y yo terminamos al mismo tiempo. Sentí mis piernas sin fuerza para levantarme mientras él seguía dentro mío.

–Sos una experta para esto.– jadeo y me moví para quedar a su lado y abrazarlo.

–Mmm, si.

–Tener relaciones con vos se siente diferente, ¿sabes? No te sientes obligada. No me siento obligado. Nos amamos de verdad.

–En eso tenes razón, mi amor.

–¿Y estas ya volvieron a ser mías cierto?– dijo masajeando uno de mis pechos y reí por su ocurrencia.

–Claro, amor.– reí– No puedo vivir sin vos, Pablo. Sos el hombre de mis sueños.

–Vos igual.– me besó y me alejé.

–¿El hombre de tu sueños?– pregunté divertida y reímos.

–No. Con vos a mi lado me siento invencible. Puedo hacer todo contigo a mi lado.

–Me haces sentir tan bien... Aveces no, pero igual así te sigo amando muñequito.

–Perdónn- me partió la boca.

–¿Que tienen lo hombres con dar besos cada que alguien esta enojada o se siente mal?– reí.

–Es que tu boquita es irresistible.  Y supongo que te hace sentir bien.

Dos segundos. PablizzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora