Parte 32

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Comenzamos nuestro viaje y después de un largo tiempo, cuando llegamos al aeropuerto, bajamos del avión y tomamos nuestras maletas. Después salimos y buscamos al que seguramente nos llevaría a la casa de nuestros abuelos.

Un hombre, de apariencia como las películas que veíamos con mi madre, esperaba fuera, con un letrero con nuestros nombres "Rosita, Máximo y Oliver".

Caminamos hacia donde este se encontraba y lo miramos, este sujeto intimidaba demasiado, así que Oliver se escondió detrás de mi —Hola, señor— dijo Rose —Me parece que usted viene por nosotros— dijo con una sonrisa.

¿A ella no la había intimidado?

El hombre la miró —Si, ¿ustedes son Máximo, Rosita y Oliver?— pregunto y Rose asintió. —Entonces síganme— se giró y comenzó a caminar.

Oye, Max— Oliver me llamó, aún escondido detrás de mi —¿A donde nos mandó tu padre?

No lo se— susurré.

Ya no quiero ir a la casa de tus abuelos, ese sujeto me da miedo.

No va a pasarte nada, andando— dije, aún en susurros, para impedir que el hombre nos escuchara.

Salimos al estacionamiento, ahí se encontraba un hombre, parado al lado de una enorme camioneta. —Hola, muchachos— el hombre nos examinó y se acercó a nosotros —Yo soy su tío Luis— sonrió —Tu debes ser la Rosita, tan parecida a tu ama— miró a Rose —Y ¿Quien de ustedes es el Max?— nos miró a Oliver y a mi.

—Soy yo— dije yo, en tono nervioso. —Un gusto de conocerlo, Señor.

—¿Cual señor? ¿Cual señor? Dime tío— se acercó más a nosotros y rodeó a Oliver con su brazo —Entonces tú debes ser ese muchachito del que el Arturo nos contó— caminó de regreso a la camioneta —No trates de pasarte con mi sobrino, porque los Juárez no nos quedamos de brazos cruzados— dijo antes de soltarlo y caminar hacia el lado del piloto —Súbanse, su abuela ya debe estar preocupada por nosotros— dicho eso se subió al auto y nosotros entramos después de él.

¿Que fue lo que me dijo ti tío?— pregunto.

No iba a decirle eso, así que solo le dije algo más —Que están encantados de tenerte aquí, con ellos.

El hombre que nos recogió, subió también, entonces mi tío se arrancó y comenzó a conducir. Al paso de casi una hora logramos llegar y el lugar al que nos llevó era sorprendente.

Creí que estos lugares solo existían en las películas, pero me equivoqué. Mis abuelos tenían uno de esos. Era una enorme hacienda, enorme y bonita.

—Esta es la Hacienda Juárez— mi tío se paró frente a nosotros —Desde 1930— se giró y comenzó a caminar.

Nosotros los seguimos hasta llegar a la puerta de la entrada de esa enorme casa. Ahí se encontraban esperando muchas personas, mujeres y hombres, niños y mis abuelos, supongo.

—Familia— habló mi tío —ellos son los hijos de Liliana— nos señaló —niños— nos miró —Ellos son su familia— caminó hasta ellos y tomó a cada uno para decirnos su nombre y posición.

La mujer alta, morena y de cabello castaño era la tía Susana, esposa de mi tío Luis.
La chica de cabello corto y teñido de color rosado era nuestra prima Isabel, la mayor de todos los primos.
El hombre alto y de cabello negro era mi tío Ramón, el hermano menor de todos los hermanos de mi madre.
El hombre de cabello castaño era el tío Felipe, el hermano mayor y el que intimidaba más que cualquiera.
La mujer a su lado, la que tenía el cabello teñido de cobrizo era su esposa Rut.
La mujer que era algo parecida a mi madre, Fernanda.
Mi tío Luis tenía tres hijas y un hijo, la pelo rosado, Isabel, la mayor, La pequeña Michel, la más pequeña. Esmeralda, la chica de cabello largo y que envidie demasiado, la siguiente a la mayor. Rocio, parecida a su madre, con cabello largo, pero no tanto, la siguiente en la sucesión. Y finalmente, Tomas, el varón que se parecía más a su padre de lo que él creía.
Mi tío Felipe tenía dos hijos. La mayor, Sofía, con un porte elegante y apariencia hermosa. Y el menor, Sebastián, más excéntrico y de apariencia desordenada, muy diferente a su hermana mayor.
Mi tía Fernanda era divorciada, pero tenía tres hijos. Daniel, el mayor de los tres, Fernando, en de en medio, con notas excelentes en la escuela y completamente diferente a sus dos hermanos. Y al final, Roberto, el menor de los tres y el menor de todos los primos que tenía.
Y finalmente, mi tío Ramón aún era soltero, pero eso no le quitaba la idea de tener hijos en el futuro.

Cuando mi tío nos presento a todos los integrantes de la enorme familia de mi madre, paso a presentaron a mis abuelos y a mi bisabuela, madre de mi abuelo.

Maria, mi bisabuela, ella estaba sentada en una silla mecedora y su cabello ya estaba completamente cubierto por las canas.
Gabriela, mi abuela, su cabello también tenía canas, pero aún no cubrían por completo su cabello.
Víctor, mi abuelo, la cabeza de la familia y el más simpático de todos.

—Gusto en conocerlos— deje yo mirándolos a todos ellos.

—Órale, hablan muy bien el español como para vivir en el otro lado— dijo uno de los primos, Roberto.

—Nuestra madre nos lo enseñó— dijo Rose.

—Acércate, mija— habló nuestra bisabuela y Rose la obedeció —Te pareces mucho a tu ama— sonrió.

¿Que le dice?— pregunto Oliver, ya que para nada sabía hablar español.

Que se parece a mi madre— respondí su pregunta.

¿Vas a enseñarme a hablar español, verdad? No entiendo nada de lo que tu familia dice.

—Si, mi vida. Yo te enseñaré.

—Gracias, te amo— sujeto mi mano.

—Su padre no mencionó nada sobre que vendría un niño — mi abuela miró a Theo. —¿Es hijo de alguno de los dos?

—Para nada— respondió Rose —La madre del pequeño murió y ya que Max era un buen amigo de ella, decidieron mandarlo aquí para que nosotros cuidáramos de él.

—Bueno, pues entonces, bienvenidos— sonrió ella.

El Chico de Enfrente (En Proceso De Edición) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora