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Y esa tarde Yoohyeon se sentía tan feliz que casi no se reconocía. Disfrutaba fresco del aire en sus mejillas como hacía mucho no lo hacía, tarareaba canciones que había oído en el Orange y se perdía en la pantalla de su celular de la misma forma en que lo hacía cuando veía a Bunny tararear tras la barra. La sonrisa se había quedado tatuada en su rostro e, incluso, llegó a pasar vergüenza cuando, en el supermercado, luego de llenar el carrito con la despensa para la semana y muchos, muchos dulces, llegó a la caja y se quedó perdida en un bonito llavero que colgaba entre las baratijas. Era un conejito blanco con mirada dulce y sonrisa traviesa, en su cabeza solo estaba ella.

«¿Le gustará?»

—Oye, te hablan...

Un chico le tocó el hombro y la devolvió a la tierra. Yoohyeon sacudió la cabeza y se disculpó, por lo visto, la cajera había estado hablándole por un buen rato.

Sus horarios estaban demasiado desorganizados en ese entonces, así que acomodó las compras y se sentó a almorzar recién alrededor de las 6PM con la mirada dulce del pequeño conejito fija en ella. Le sonrió y lo hizo aún más al leer por milésima vez ese día el mensaje de Bunny.

Pero para la barista el asunto estaba siendo diferente.

Bloqueó la pantalla y volvió a dejar el aparato sobre la mesa del comedor, lo levantó de nuevo miró una vez más. Llevaba todo el día esperando un mensaje que probablemente no llegaría.

—¿Nada?

Dil miraba el celular tan curioso como ella. Minji negó con una sonrisa forzada y el hombre le dejó una tosca caricia en su espalda.

—Lo más seguro es que aún no se haya levantado —dijo—. Tu chica no se ve para nada madrugadora.

Minji rio y dejó el teléfono en la mesa otra vez.

—Ya casi oscurece, Dil —dijo entre risas. Apreciaba sus intentos por animarla, no estaba funcionando, pero lo apreciaba, en especial esas palmaditas que se sentían tan reconfortantes como siempre—. De todas formas, es mejor así... creo.

Dil tomó aire, sin decir nada se levantó y no demoró demasiado en regresar con una taza de café en cada mano. Ella le agradeció con la mirada.

—Minji —comenzó.

Y supo lo que venía tan pronto lo escuchó llamarla por su nombre, lo había oído ya demasiadas veces. Asintió escondiendo el rostro tras la gastada taza.

—Ha pasado mucho tiempo —continuó, su barba canosa se movía al son de sus labios—, no puedes seguir castigándote por algo que ni siquiera es tu culpa.

La porcelana sobre la mesa retumbó en todo el apartamento, casi haciendo eco, el silencio que le siguió a aquello duró poco.

—Lo sé —suspiró ella.

Dil juntó las cejas, no era la respuesta a la que lo tenía acostumbrado y tenía muy en claro que no era la que ella quería darle tampoco. Distinguió el tono cansado en su voz, la conocía suficiente como para saber cuándo no debía insistir. Tomó aire, un poco preocupado, bebió el resto de su café y dejó la taza sobre la encimera antes de salir.

—Te veré en el bar —suspiró ya desde la entrada.

Minji, desde su lugar, apretó los labios en una sonrisa forzada. Dil la miró una vez más, dudoso de si debía o no decir algo, finalmente habló:

—La verás de nuevo esta noche —le aseguró antes de marcharse.


***

NO! (JiYoo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora