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               Esa noche, después de que Yoohyeon se fuera, ella se quedó un largo rato de pie a lado de la barra, su sangre se sentía caliente de rabia y el resto solo era una mezcla de emociones que se difuminaba en su interior como acuarelas en el agua. Las llaves del Orange colgaron en sus manos hasta que sus mejillas estuvieron secas de nuevo, luego simplemente tomó aire y comenzó a limpiar con cientos de preguntas aturdiendo en su cabeza como si de estática de un televisor viejo se tratara. Minji se encargó de echarle cerrojo a la puerta, encendió la música a todo volumen una vez más, abrió una botella de Johnny Walker y no se detuvo hasta que cada shot estuviera cristalino e impecable, pulió la madera de la barra una y otra vez hasta que pudo ver su reflejo oscuro y tembloroso en ella, no quedó ni un gramo de cenizas en ninguno de los ceniceros; para cuando hubo terminado —al final de la madrugada— en la botella no quedaban más que un tercio de su contenido. La garganta le ardía.

Agotada, se recostó en piso gastado de la pista de baile y sus ojos intentaron fijarse en el techo que daba vueltas sin parar, primero hacia la derecha, luego hacia la izquierda, de golpe se detenía y parecía acercarse hasta casi golpear su frente y pronto volvía a girar, y de repente estaba riendo.

—Mierda, linda... —murmuró, cubriendo sus ojos con su muñeca— mierda, mierda, mierda.

La risa se le deformó en sollozos tan rápido que no tuvo tiempo de darse cuenta, ella no le temía a las lágrimas. Rodó hacia un lado y alcanzó a ver la hora, eran casi las 8AM, la madrugada se había consumido. Rio una vez más y se esforzó por ponerse de pie, tambaleó sobre sus talones más de la cuenta, incluso llegó a patear la botella que —por fortuna— no estalló en pedazos ni tampoco derramó su poco contenido sobre el suelo recién trapeado. Dando tumbos llegó al baño del personal, se refrescó las mejillas con el agua fría de la llave; no había espejo allí pero no le hacía falta verse para saber que estaba hecha un desastre. Sus ojos ardían, debían de estar hinchados, enrojecidos; su nariz debía estar igual de roja y ni hablar de su cabello, incluso debía oler mal, después de todo, había pasado horas y horas entre la mugre del bar y estaba ebria, muy ebria, pero ella no tendría una barista buena gente que le hiciera dormir en su regazo y la cuidara como si de verdad lo mereciera, ella era esa barista. Apoyó la frente mojada sobre la madera rugosa de la puerta antes de dignarse a salir de ahí de nuevo, tenía cita con Handong a las 10AM y no le importaba lo difícil que le fuera llegar, no pensaba faltar.

Y ahí estuvo, tan puntual como siempre. Llegó al consultorio con una resaca horrible y sin dormir un solo minuto en toda la noche.


"Toc-Toc-Toc"


La expresión en el rostro de Handong tan pronto abrió la puerta para recibirla fue una obra de arte: sus ojos por poco y se salían de sus orbitas, la nariz se le arrugó por el fuerte olor a alcohol que despedía y sus labios se torcieron. Minji podría haber jurado que las gafas estuvieron a punto de caérsele del rostro por la impresión que le había causado verla así, después de todo, no era algo muy típico de ella.

—¡Dios mío, MinjiU! —su voz era apenas más suave que un grito, el susto fue aún más fuerte cuando, en vez de llorar o aparentar tristeza, Minji solo rio.

—Estoy mejor de lo que parece —se justificó con las manos en alto— lo juro.

Handong se hizo a un lado y la barista entró con un andar tan recto que parecía calculado, casi robótico. Los efectos del alcohol tardaron menos de lo que recordaba en dejar su cuerpo, pero, como consecuencia, el dolor de cabeza y la fotosensibilidad la estaban matando, tenía la boca seca y su garganta regurgitaba sabor a alcohol rancio a cada nada. No recordaba cuando había sido la última vez que la bebida se le había ido de las manos. Quizás fue aquella vez cuando quiso intentar remendar la relación con sus padres —la última vez que lo intentó—, pero solo recibió un portazo en la nariz, todo ese día se lo había pasado en la orilla del lago remojando los pies en sus aguas oscuras y heladas mientras las botellas vacías a su alrededor se iban acumulando. Sonrió ante ese recuerdo, ahora le resultaba gracioso, sus pies habían quedado tan entumecidos que dolieron por semanas enteras, en ese momento se había sentido como el peor sufrimiento del mundo, ahora daba risa. Lo mismo le pasaba ahora: anoche dolía, hoy era un recuerdo amargo pero simpático. Yoohyeon no había dolido tanto como para hacerla olvidar todas esas sensaciones dulces y cálidas con las que le había llenado el pecho durante todo ese tiempo juntas.

NO! (JiYoo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora