Yoohyeon deslizó la tarjeta por la cerradura electrónica del edificio y entró tan rápido que ni siquiera se molestó en esperar que la puerta se cerrara a sus espaldas.
Corrió a través del largo pasillo de pisos brillantes y paredes con decorados minimalistas, llamó al ascensor mientras balanceaba su peso de una pierna hacia la otra intentando contener los molestos y dolorosos espasmos que atravesaban fugazmente su cuerpo.
Odiaba como se sentía aquello, en esos momentos —que se habían vuelto mucho más frecuentes ahora— cualquier minúsculo roce en su piel, incluso si se trataba del de sus propias prendas, le provocaba espasmos incontrolables. Su cuerpo sudaba, se sentía arder, su corazón palpitaba con fuerza y llagaba al punto de sobrepasar el delgado límite entre molestia y dolor.
Levantó la mirada y la posó sobre la pequeña pantalla que le indicaba que en cuestión de segundos las puertas metálicas del ascensor se abrirían frente a ella, pero ese lapso de tiempo ahora mismo se sentía interminable, era una tortura. Su mente no la ayudaba, en su cabeza se repetía constantemente el dulce sonido de los gemidos de Minji, en su boca tenía el sabor de su piel, de sus labios y estaba segura de que si cerraba los ojos podría ver su cuerpo desnudo, perlado por el sudor, con su bonito cabello desparramado en toda la almohada y las mejillas muy rosadas, totalmente entregada y solo para ella.
Sus manos apretaron y juguetearon con las correas de su bolso de viaje intentando que el suave tacto de esa piel se borrara de ellas.
—Ya basta... —murmuró en voz baja regañándose a sí misma. Llevó el puño apretado hasta su frente y se golpeó varias veces intentando despejarse. Esos malditos pensamientos intrusivos la volvían loca, no los soportaba. Se sentía horriblemente culpable imaginando a la barista en esa situación, mucho más sabiendo como terminó todo aquello, sabiendo que ella aún no estaba lista, de alguna forma sentía que pensarla de esa manera estaba terriblemente mal.
El ascensor se detuvo en la planta baja con un ruido seco que la devolvió a la tierra solo por un segundo, la alivió, se puso firme cuando las puertas se abrieron y, para su desgracia, no estaba vacío. Un cuerpo ya conocido se erguía dentro, relajado.
—Hey Yooh... —saludó ese chico alto y rubio del 4to piso dejando ver sus dientes en una sonrisa confiada.
Yoohyeon levantó la mirada y no pudo evitar que sus ojos recorrieran el cuerpo del muchacho, se posaron en su entrepierna más tiempo del que le hubiese querido y mordió su lengua tan pronto se dio cuenta de lo que estaba haciendo. El gesto no pasó desapercibido para el chico que rio y salió del ascensor dispuesto a conseguir algo de ella, después de todo, no sería la primera vez que lo hacían, pero Yoohyeon se apresuró en evitarlo y presionó varias veces el botón del onceavo piso dejándolo confundido y decepcionado mientras las puertas se cerraban lentamente frente a su rostro.
Su bolso acabó tirado junto a la puerta del baño tan pronto como ella se encerró ahí dentro, se desvistió lo más rápido que pudo y dejó que el golpe del agua helada en su cuerpo calmara su calentura, la mayoría de las veces funcionaba, pero esta era una de esas veces en las que no bastaba con eso. Deslizó una de sus manos con desespero, el solo tocar su piel hizo que comenzara a jadear, los gemidos se mezclaron con el sonido del agua chocando sobre el piso y se sintió patética.
Lo odiaba, las lágrimas comenzaron a bajar por sus mejillas sin control, ya ni siquiera podía recordar cómo se sentía el placer, aquello no lo era, pero, era la única forma de calmar a su cuerpo, de detener un poco ese dolor, de frenar a su cabeza. Un sollozo entrecortado se confundió con el último de sus gemidos y sintió asco de sí misma, volteó agitada hacia el espejo del otro lado de la mampara e intentó animarse creyendo que eso se sentía mucho mejor que la asquerosa sensación que quedaba en su cuerpo luego de revolcarse con quien sea.

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NO! (JiYoo)
FanfictionYoohyeon vivía su sexualidad al máximo. Noche tras noche, su cuerpo ardía bajo las caricias de una nueva compañía. "NO" era una palabra que no conocía, pero, esa madrugada en el bar, todo cambió para ella.