16

334 40 16
                                    

           El sol ya estaba en su punto más alto cuando llegaron a la parcela donde sería la ceremonia. Minji sonrió tan pronto vio el lugar, era exactamente como creía que se vería Siyeon si fuese un paisaje: una pequeña cerca de madera rústica separaba el terreno de pastos verdes y la tierra suelta de la calle, había un angosto camino de gravilla gris claro rodeado de pequeñas flores lilas y amarillas las conducía hasta la acogedora casa de campo donde un limonero en flor ocultaba parcialmente su fachada.

Minji volteó a ver a Yoohyeon y la encontró con los ojos vidriosos, tenía una expresión difícil de descifrar, quizás había un poco de nervios en ella, quizás era preocupación o —por qué no— un poco de miedo.

—Entremos, linda —le dijo al tiempo que le extendía su brazo y le dedicaba una sonrisa dulce. Yoohyeon no dudó en aferrarse a ella y, juntas, caminaron muy despacio por el camino de ladrillos anaranjados que las llevaría al patio trasero.

Se tomaron todo el tiempo del mundo para apreciar cada detalle, cada sensación. El tacto áspero del suelo les hacía cosquillas en la planta de los pies, una corriente de aire fresco se levantaba del lago y chocaba suave contra sus rostros alborotándoles el pelo y arrancándoles una que otra risa. Sus miradas escapaban a la de la otra mientras paseaban despacio por debajo de una parra cuyos frutos colgaban tentadores por encima de un juego de jardín que las invitaba a beber algo mientras se relajaban con los sonidos de la naturaleza y lo cálido del momento.

No había espacio para malos recuerdos, reproches o errores, todo se sentía puro entre ellas, casi irreal, casi mágico.

Siguieron su camino unos cuantos pasos más entre personas que entraban y salían, vestían con ropas elegantes y la música se confundía entre todo el bullicio de los invitados que comenzaba a oírse desde el patio.

Yoohyeon se detuvo en seco, levantó la barbilla hacia el cielo limpio e inhaló con fuerza luego volteó a ver a Minji, la sonrisa que le devolvió le hizo sentir una ligera corriente eléctrica en todo su cuerpo, quería hablar, pero nada salía de su boca.

—Es bueno cambiar de aire de vez en cuando ¿no crees? —dijo, como si pudiera leer su mente en ese momento.

Llegaron por fin al corazón de la fiesta, no había más de treinta personas ahí entre meseros e invitados, Singnie no bromeaba cuando dijo que sería algo bastante privado, el ambiente allí se sentía cómodo y ciertamente acogedor. Se sentaron en la primera fila de silletas ubicadas apenas a unos cuantos pasos de un altar de madera blanca decorado con algunas enredaderas y muchos jazmines que florecían en perfumados pétalos celestes y blancos, desde aquel lugar tenían una vista privilegiada del lago a la distancia.

—Te noto pensativa —comentó Minji con tono burlón.

Yoohyeon levantó una ceja y la barista solo pudo reír ante el gesto, sabía que mínimamente tenía que haberla dejado pensando sobre aquel comentario malicioso de hacía un rato. No le preocupaba, después de todo, tenía planeado hablarle de eso tarde o temprano.

—Todo esto es... —habló Yoohyeon luego de un rato, con sus brazos intentaba acaparar la inmensidad del paisaje— Es... —sus manos hacían movimientos en el aire buscando la palabra correcta para describir lo que sentía —Esto es...— finalmente se dio por vencida y volteó hacia Minji a sabiendas de que sabría lo que quería expresar.

Pero ella no dijo nada, tenía su mirada puesta en el horizonte y una sonrisa que solo podía transmitirle paz se dibujaba en sus labios. Dejó la mano reposar sobre uno de sus muslos y le devolvió la mirada haciéndola sentir avergonzada.

NO! (JiYoo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora