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Esa noche voló entre cocteles, copas vacías y baladas. Minji esperaba tras la barra con la mejilla apoyada en su puño y un poco de amargura decorando sus gestos, sus dedos golpeteaban la madera en lo que esperaba a que la poca gente que quedaba terminara sus tragos y la liberaran para descansar un poco.

Suspiró, luego de aquel día, había visto a Yoohyeon solo una vez más esa misma noche; después dos, tres, cinco días pasaron y no supo nada de ella. No hubo mensajes, llamadas ni mucho menos una despedida.

La primera noche sin un orgasmo fue extraña, aunque tampoco le dio tanta importancia. Tal vez —pensó— se le había hecho muy tarde como para pasar por ahí. Para la segunda, una sensación amarga la abrazó, su mirada la buscó en vano entre la multitud. Pero pasada la tercera, simplemente se resignó. Quizás ya no la vería.

Había dolido un poco, sí, claro que había dolido, pero era una posibilidad que jamás dejó de contemplar, después de todo, esa linda chica insistente había dejado claro que solo quería una cosa: una noche y un adiós. Lo más lógico era asumir, que luego de tanta negativa, se rendiría.

«Huyó. Tuvo miedo. Tuvo asco».

El último cliente salió dando tumbos, demasiado ebrio como para disimularlo, la barista ajustó su coleta y se remangó la camisa, lista para cerrar. Arrastró los pies hasta el cuarto detrás de la barra, ahí, Dil limpiaba y ordenaba la cristalería.

—Ve y descansa —le dijo Minji con un tono que denotaba más una orden que una sugerencia—, cierro yo.

El hombre suspiró y dejó el trapo que estaba usando en el hombro de ella antes de salir. Reconocía cuando Minji quería despejarse y por lo general lo hacía quedándose a solas en el bar, bebiendo una que otra copa mientras terminaba de organizar todo en compañía de la música. Rato después, estaba suficientemente renovada como para seguir con su vida como si nada le afectara, como si nada la hubiese derrumbado.

Las luces se fueron apagando una tras otra y la música mermó hasta ser solo una suave melodía ambiental. La barista tomó el trapo y empezó por las mesas pegajosas, el olor a alcohol y tabaco era más fuerte que otras veces, molestaba en su nariz mientras, en voz baja, cantaba las estrofas de Creep que la acompañaban como un murmullo amargo. Estiró el brazo y golpeó un cenicero que acabó en el suelo, maldijo entre dientes y, detrás de ese pequeño escándalo, escuchó también la puerta.

—¡Lo siento, ya cerramos! —gritó y agarró el manojo de llaves, el pequeño llavero la observaba con dulzura desde su mano y el tintineo de las llaves hizo eco en todo el local cuando suspiró.

—Oh... ¿De verdad? Supe que la barista de aquí da los mejores orgasmos y quise venir a comprobarlo...

La voz de Yoohyeon resonó en el bar y ella se quedó aturdida con las llaves colgando de su mano. La buscó entre la oscuridad y ahí estaba, de pie en la entrada, sudada y agitada, un bolso de viaje colgaba de su hombro y, en sus labios, esa media sonrisa coqueta que le había regalado cada noche hasta entonces.

—Pero puedo volver mañana —agregó amagando con marcharse, aunque era más que obvio que no lo haría.

Minji avanzó hacia ella y su sonrisa se hizo aún más grande, pero se apagó cuando la barista la ignoró y giró las llaves en la puerta, se recostó en la chapa mirándola sin decir ni una sola palabra. Yoohyeon la siguió en cada paso hasta detrás de la barra.

—¿Lo de siempre? —le preguntó con la coctelera abierta frente a ella. Una guitarra melancólica que sonaba de fondo y su silueta a contra luz le sumaban dramatismo al reencuentro.

Yoohyeon avanzó a paso lento, su respiración parecía haberse coordinado con cada una de sus pisadas mientras iba hacia ella. Tragó grueso y rio nerviosa ¿por qué de repente se sentía en una película de terror? Sonrió, incómoda.

NO! (JiYoo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora