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               Esa mañana Minji tardó un poco más en la puerta del consultorio antes de por fin llamar. Se sentía cansada, no había podido dormir prácticamente nada y sus ojos ardían, sentía frío, no estaba suficientemente abrigada y tampoco le interesaba estarlo. Esa mañana no quería preocuparse por nada, esa mañana ni siquiera quería existir.

La puerta se abrió dejando ver a la profesional con una preciosa sonrisa en su rostro. Minji correspondió el gesto por la fuerza y entró detrás de ella.

Era la segunda semana de terapia, había estado asistiendo de nuevo luego de casi un año entero de haberlo dejado y, en las primeras sesiones, se había sentido muy liberada luego de hablar con ella. Handong era una pelirroja con acento extranjero, tenía un don innato para escuchar a las personas y brindarles el confort que necesitaran. Definitivamente estaba en la profesión correcta —pensaba Minji— además, luego de tanto tiempo viéndola a diario, primero por prescripción y luego por decisión propia, les había valido a ambas una relación de casi amistad. Varias veces la profesional había ido a beber una copa en el Orange —según ella— para desestresarse de su trabajo, sin embargo, esas visitas solían darse causalmente cuando pasaba mucho tiempo sin noticias de la barista. Handong era una pésima mentirosa.

—... Y entonces solo pasó ¿sabes? —inhaló una gran bocanada de aire— quiero decir...

Handong levantó la vista y la miró por encima del marco de sus gafas. La voz de la chica amenazó con quebrarse.

—¿Tomate tu tiempo, querida? —dijo con tono calmado.

La barista apretó sus labios, el nudo en su garganta comenzaba a apretarle la voz. Hablar con Handong jamás le había resultado tan difícil, incluso aquellas veces en las que le contaba las penurias que sufrió luego de su diagnóstico le habían sido más llevaderas. Ella confiaba en esa mujer, pero aún no controlaba del todo sus emociones cuando se trataba de Yoohyeon.

—Quiero decir —aclaró su garganta antes de continuar— de alguna forma sabía que pasaría tarde o temprano. Lo tenía claro, pero... —su voz tembló y una pequeña risa nerviosa escapó de sus labios al tiempo que Handong le entendía un pañuelo— pero no creí que dolería tanto —sollozó.



La noche anterior



El bar estaba repleto como pocas veces, por lo general las multitudes se debían a los shows en vivo que solían celebrarse de cuando en cuando, pero, esta vez, se llenó sin razón aparente, luego se enteraría de que uno de los bares cercanos no había abierto esa noche y todo hizo sentido para ella.

Minji corría atendiendo clientes uno tras otro mientras Yoohyeon la veía desde el otro lado de la barra con una sonrisa medio burlona, medio coqueta en su rostro.

—¿Qué es tan gracioso? —preguntó la barista fastidiada mientras buscaba algo de cristalería fina justamente en frente de dónde estaba sentada su novia.

—Oh... no es nada —rio la chica intentando sonar desinteresada.

Minji rodó los ojos. Yoohyeon había estado de muy buen humor y, desde que el bar abrió sus puertas, había estado ahí sentada haciéndole compañía mientras disfrutaba la buena música y la gran vista que el cuerpo de la barista —está vez entallado en un elegante traje negro— le regalaba.

—Es que te ves muy sexy mientras trabajas —comentó con ese característico tono coqueto antes de que Minji se alejara, recibió una sonrisa y un par de mejillas sonrojadas como respuesta antes de que volviera a lo suyo.

NO! (JiYoo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora