Minji salió de la ducha y fue directo a prepararse una buena taza de café, se quedó viendo como la cafetera hervía poco a poco sobre la llama mientras su cuerpo escurría agua en el suelo. No eran exactamente nervios lo que sentía, estaba inquieta, ansiosa, quizás incluso un poco asustada, pero sobre todo muy, muy intrigada. Pensar en lo que Yoohyeon tuviera para decirle escapaba de ella y es que no imaginaba nada más allá de pasar el rato juntas, después de todo, en las dos oportunidades que tuvieron para aclarar las cosas de una vez, nada terminó por pasar. Para la barista era difícil, quería hablar, pero no sabía por dónde empezar. Estar con Yoohyeon se sentía tan natural y cotidiano que le era muy fácil olvidar todo lo que seguía pendiente entre las dos y —aprendió por las malas— que aquello que se guarda acaba por salir a la luz tarde o temprano sin importar bajo cuantas llaves sea encerrado.
Faltaban algunos minutos para las cuatro de la tarde cuando alguien llamó a la puerta, era obvio de quién se trataba. Tomó aire antes de abrir, y ahí estaba ella. Tenía las manos en la cintura y se veía relajada, aunque las ojeras seguían marcadas bajo su mirada, llevaba una camiseta tan holgada que podrían caber las dos juntas ahí dentro y su cabello brillaba en un ligero tono amarillento; le dedicó una sonrisa dulce que hizo a Minji sentirse avergonzada y esquivó su mirada cuando la invitó a pasar en lo que terminaba de arreglarse.
—¿Te molesta si caminamos? —preguntó Yoohyeon, justo cuando estaban por salir a la puerta— es un poco lejos, pero hay un lugar que quiero que conozcas —Sonrió.
Minji negó con la cabeza y la miró de reojo, tenía las manos hundidas en los bolsillos de su pantalón y sus converse estaban sucias otra vez. Siempre tuvo la duda de por qué le gustaba tanto llevar las zapatillas llenas de tierra, ahora —caminando a su lado— por fin comprendía que se debía a lo mucho que le gustaba dar esas largas caminatas y es que Yoohyeon podría darse el lujo de moverse de aquí para allá en taxis, incluso tenía los recursos suficientes para comprar un coche, sin embargo, disfrutaba de sus paseos. En algún momento —recordaba— le dijo que aquello le ayudaba a aclarar su mente, quizás había tenido un rato para aclarar su mente antes de verla.
Ellas dos veces habían tenido la oportunidad de pasear juntas por la tarde; casi siempre, lo hacían de madrugada saliendo del bar o por la mañana con los primeros rayos del sol así que ver tanta gente en la acera era un poco raro e incómodo. Inevitablemente la barista terminó por acercarse más a Yoohyeon, caminaban muy pegadas la una a la otra esquivando el mar de personas que atestaban la ciudad ya cercana la hora pico.
Sus pasos eran ligeros y constantes, las charlas fluían de aquí para allá, Yoohyeon aprovechó para contarle un poco de su nuevo trabajo, de por qué había tenido que dejarla esa mañana, de cómo era su vida ahora y con aquello Minji comenzó a cuestionarse muchas cosas. Estando separadas, Yoohyeon había logrado recuperar la estabilidad y el control de su vida, eso a Minji le pesaba un poco. No porque no se alegrara, la barista era la primera en ser feliz por ella pero también le hacía ver lo superficial que había sido su relación. Ahora podía cuestionarse el cómo jamás le interesó que Yoohyeon viviera de la herencia de sus padres y que no quisiera afrontar sus evidentes problemas, jamás había considerado siquiera la idea de hacerla velar un poco más por sí misma —más allá de su problema con el sexo, claro—, en ese punto le había fallado y es que ¿No se suponía que debían alentarse a crecer juntas? ¿A ser cada día un poco mejores? Mientras más lo pensaba más entendía el "nosotras" al que se había referido Yoohyeon aquella noche.
Avanzaron por callejuelas laterales por las que Minji nunca antes había pasado. Darse cuenta de que estaban en la parte menos comercial del centro comenzaba a incomodarla, pero Yoohyeon seguía adelante con un andar firme y sobre todo seguro, confiaría en que sabía exactamente en dónde se estaban metiendo. Y así fue, después de casi cuarenta minutos de caminata, doblaron en una última esquina hacia una calle adoquinada. Edificios de paredes coloridas y gastadas rodeaban la calle angosta. Minji extendió su mano y sus dedos rosaron la rugosidad de sus muros, contuvo un suspiro cuando miró hacia arriba y se encontró con algunos banderines que colgaban en la parte más alta de los edificios y se conectaban a través de delgadas sogas a los balcones; el aire olía diferente, un poco húmedo, un poco mohoso y pararon por fin frente a un local bastante pequeño con fachada de ladrillos envejecidos y roídos, un letrero de neón —ahora apagado— adornada la puerta.

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NO! (JiYoo)
Fiksi PenggemarYoohyeon vivía su sexualidad al máximo. Noche tras noche, su cuerpo ardía bajo las caricias de una nueva compañía. "NO" era una palabra que no conocía, pero, esa madrugada en el bar, todo cambió para ella.