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               Un chillido agudo sonó desde las bisagras maltratadas de aquel cubículo, parecían una carcajada ahogada que solo buscaba mofarse de ella, hacerle burla y humillarla por su propia falta de control, por su propia debilidad. La luz blanca del tubo fluorescente que bailaba en el techo la encandiló tan pronto salió del cubículo, Yoohyeon dio una mirada rápida alrededor y tomó aire agradecida de que no hubiese nadie más en aquel baño de azulejos blancos y grises. El agua de la llave se sentía extrañamente tibia corriendo entre sus dedos cuando levantó la vista encontrándose frente a frente con su reflejo y se le revolvió el estómago con tan sólo verse: sus mejillas seguían bastante sonrojadas, aún estaba agitada y prefería ignorar el temblor que sentía en la parte interna de sus muslos.

—Cálmate —dijo mirando fijamente sus ojos.

Cerró la llave y sacudió sus manos antes de acomodar un poco su ropa, chocó contra un grupo de chicas que iban entrando y, luego de que ignoraran su nerviosa disculpa, salió de ahí. Fuera, sabía que encontraría a la persona que la hacía olvidar todo lo que la molestaba, la que con una sola sonrisa cambiaría su noche, pero ahora también era la responsable de esos incontrolables ataques de calentura y no podía culparla. Pasó sus dedos ida y vuelta por la barra de madera lustrada y esperó a que Minji apareciera, la buscó con su mirada, pero, por algún motivo ella no estaba ahí, era extraño considerando que apenas unos minutos atrás habían estado compartiendo un trago antes de que el calor entre sus piernas se hiciera insoportable. Yoohyeon sonrió ante sus pensamientos, era irónico que luego de por fin habérsela llevado a la cama no le había bastado, los días fueron pasando y, aunque ambas parecían reacias a repetir aquel encuentro, no pudieron evitar que sucediera varias veces más. Para Yoohyeon alcanzaba solo con ver a la barista para que su cuerpo se volviera loco, pero, aun sabiendo que Minji le daría el gusto una y otra vez, no podía siquiera pensar en arrastrarla con ella. Aquello no era sano, no a tal punto.

Para Minji llegar a casa luego de esa primera noche juntas tuvo un sabor particularmente dulce. Una sensación increíblemente satisfactoria llenaba cada rincón de su cuerpo, un cosquilleo suave subía por toda su piel y la hacía sonreír con una autenticidad imposible de esconder y —aunque resultara contradictorio— aquello no tenía nada que ver con el sexo. No. Toda esa alegría era consecuencia directa de haber superado su mayor inseguridad, una inseguridad tan fuerte que había definido su vida por años, tan supresora que le había hecho cerrarse a darse siquiera la más mínima oportunidad de amar, de sentir otra vez. Pero no conforme con solo haberlo superado, también lo había hecho de la mano de la persona con quien más segura se sentía.

Y fue en ese momento, echada boca arriba sobre su cama impecablemente armada que las palabras que Yoohyeon le había dicho en el cuarto del hotel regresaron a su cabeza, sonaron tan fuertes que casi creyó que la tenía hablando a sus espaldas: "... no tienes idea de todo lo que siento cuando te veo." Ahora esa frase cobraba más sentido, lo que estaba sintiendo, lo que sintió la noche anterior ¿Así se sentía con ella? "amor" recordó una vez más y se giró sobre el colchón avergonzada por lo infantil de su comportamiento, sin embargo, no podía controlarlo, aquello se sentía demasiado grande como para quedarse dentro de su pecho ¿Cuánto tiempo más estaría sonriendo? Se preguntó mientras su mirada recorría todo el apartamento y, de repente, se encontró desarmando su equipaje que había quedado abandonado junto a la puerta ya por dos días enteros. Una rápida ola de disconformidad pasó por ella al darse cuenta de su descuido, pero se justificó rápidamente con el hecho de no haber estado sola sino recién hasta ese momento.

Minji abrió la bolsa que contenía el vestido que había usado en la boda mientras su cabeza rememoraba cada mínimo segundo de aquel viaje: la sonrisa de las novias, el aire del campo, la humedad del lago, la sensación de libertad... Sacó la prenda y la extendió frente a sus ojos, había quedado muy maltratada. Lodo manchaba la zona del trasero y tenía serias dudas de si una lavada bastaría para recuperarla o si lo mejor sería simplemente echarlo a la basura, sacudió la suave tela y vio aquel clavel blanco que su novia le había dado salir despedido de entre medio del vestido. Se apresuró en levantarlo y aunque ahora la flor estaba terriblemente marchita, con el tallo quebrado y visiblemente dañada, no pudo evitar que la sonrisa volviera a sus labios. No importaba lo mal que se viera, no podía simplemente tirarla, se levantó, rebuscó entre los cajones de una cómoda malograda hasta que por fin logró dar con un viejo portarretratos y con mucho cuidado, colocó la flor detrás del vidrio. Y así se quedó, con la vista fija en el marco entre sus manos y una sonrisa boba adornándole los labios.

NO! (JiYoo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora