Parte sin título 44

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Gohan era puesto contra las cuerdas cada vez que Videl efectuaba algún movimiento impulsivo, primero porque sabía que esto le acarrearía problemas con su madre y segundo, porque la muchacha era un torbellino bastante difícil de controlar. Aún así, como su guardaespaldas sólo podía cumplir con su trabajo y si ella se lo permitía, darle algún consejo.

—Creo que debería ir al centro comercial por algo de ropa para ambos — comentó mirando a Gohan mientras sonreía. — Tu necesitarás al menos un traje nuevo y yo algo para esta noche. 

—¿Piensas pasar aquí demasiado tiempo? — inquirió Gohan. 

—No, tal vez solo esta noche y un día más en lo que se me ocurre lo siguiente que podemos hacer, quiensabe, hoy estamos aquí y mañana puede que no. 

¿Cómo te sentaría viajar? 

—Eres tu quien manda así que me atengo a tus decisiones solo que no creo que sea prudente que también decidas comprarme ropa para el viaje si al final decides que quieres viajar. 

—¿Por qué no? 

Gohan lo pensó un momento y contestó dubitativo. 

—Porque... Mmm...no lo sé. 

—Deja todo en mis manos — le contestó una muy entusiasmada Videl — esas no son cuestiones por las que tu debas preocuparte ¿esta bien? Solo relajate. 

La nieta de Ox Satán e hija de Míster Satán esperó a registrarse en el hotel junto con Gohan para enseguida recibir la llave de su habitación y volver a la camioneta para darse gusto con el nuevo capricho que había pensado. 

En el camino Gohan la observaba por el rabillo del ojo apreciando como ella ponía atención a lo que veía por la ventanilla. 

—Estoy escrutando la vestimenta de la gente que camina por aquí para ver si alguna prenda de las que llevan me da una idea para un nuevo estilo. — comentó la chica de pronto al aire — Te lo digo por si de casualidad me mirabas pensando en "¿Qué estará pensando Videl?". 

Gohan mostró un atisbo de sonrisa. 

—¿Oye que pasa? — inquirió Videl sobandole el antebrazo al notarlo raro. 

—Nada, te lo aseguro — le respondió Gohan con amabilidad. 

Videl debido al exceso de energía que tenía en aquel momento, dejó morir el tema ahí. 

Lo siguiente que hicieron fue llegar a una de las plazas comerciales más grandes de la ciudad y comenzar a dar vueltas mirando cada una de las tiendas de ropa, esto para que la señorita pudiera darse una idea de las prendas entre las que podría elegir antes de solo limitarse a tomar algo de una tienda. 

El teléfono móvil de la muchacha sonó de pronto. 

Ella lo encendió y miró el nombre de la persona que llamaba. Era su padre. 

Decidió atender la llamada rogando en silencio que el hombre no fuera a darle un regaño, pues ya se sentía bastante mal como para agregar más malestar a su cuenta. 

—¿Diga? 

—¿Cómo estás, Vi? — le preguntó su padre. 

—Bien, estoy tratando de empezar mi vida con buen ánimo de nuevo. 

—Eso me alegra mucho. Nunca espere que los sucesos desafortunados te derribaran. Siempre supe que tuve a una hija muy fuerte. 

Videl sabía que era mejor no contestar a aquello, sobretodo porque ella sabía que en ese instante le estaba costando un mundo ser fuerte, así que sólo atinó a sonreír al teléfono. 

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