La noche en la que Olivue se ofreció a llevar a Erasa, lo primero que hizo pese a las continuas negativas de ella, fue conducirla a un hospital.
Debido a su incomodidad, no insistió en acompañarla durante su valoración. Pero en cuanto la fémina recibió atención y estuvo lista para marcharse, fue ella quien buscó cruzar palabra con él.
-¿Por qué me ayudas? - le preguntó con agresividad.
-Es parte de mi educación no abandonar a una dama en problemas.
-No te hagas el inocente conmigo - dijo estando ya dentro de la camioneta - ningún hombre ayuda a una desconocida y menos sin interés alguno.
-Veo que eres muy perspicaz.
-Los hombres no saben disimular cuando una mujer les atrae. O más bien, cuando los atributos de una mujer los atraen.
-¿Por qué de pronto cambias de opinión respecto a tu atractivo?
-Estarás de acuerdo en que en mi situación, no puedo coquetear con ningún hombre. Al menos espera que el rostro se me desinche.
Olivue arrancó la camioneta y entonces hubo un instante de silencio, en el que Erasa cambió de opinión.
-De hecho - dijo mientras se pasaba una mano por el cabello - será mejor que me dejes en un aeropuerto ahora mismo. Porque después de lo que me acaba de suceder, no creo volver a resultar atractiva para un hombre jamás.
Tras estas palabras, Erasa miró a Olivue, quien frunció el entrecejo por un instante.
-No tienes razón para pensar de esa forma - comentó él - te vi antes del incidente que ocurrió con Videl y sé lo hermosa que eres. Además no soy tan patán como te imaginas.
-No lo sé.
Siendo que me has sacado de la mansión sin decirle a nadie, no puedo estar segura de sí eres un buen nombre.
-Me ofende que pienses de esa forma.
-Lo lamento. No tengo problemas en decir lo que pienso.
-Me gustan las mujeres con carácter.
-Me doy cuenta - comentó ella, haciendo referencia a Videl.
El joven no apartó la vista de la carretera y Erasa preguntó:
-¿No te afecta para nada que la mencione?
-No - dijo él con firmeza
-¡Vaya! Los hombres son más descarados de lo que creí.
En el rostro de Olivue se dibujó una sonrisa pícara.
Como hombre adinerado y con cierta autoridad, era un imán para las mujeres.
-No estoy seguro de que Videl me sea fiel.
-Esa excusa es de cobardes ¿no crees?
Erasa esperaba al menos provocar cierta molestia en el conductor del auto, pero no hubo si quiera un leve indicio de que el comentario lo hiciera enojar.
Pero aquellas fueron las últimas declaraciones que ambos hicieron, pues luego de este cruce de palabras, se quedaron en silencio hasta que estuvieron en el patio del hogar del joven empresario.
Él descendió del coche primero y acudió enseguida a abrirle la puerta a su acompañante, quien luego de agradecerle el gesto, le advirtió con amabilidad que se apartara de ella.
-Estoy llena de comida ¿recuerdas?
No quiero ensuciarte.
La vergüenza de Erasa se manifestaba enrojeciendole las orejas. Pero Olivue solo la miraba sonriendole con cierta ternura.
En silencio, Erasa estaba harta.
Tener que soportar las miradas de todos los presentes en el hospital, incluso las risas idiotas de quienes la veían sentada esperando su turno.
Y Olivue... no se suponía que él la viera pasar por una situación tan penosa. No se suponía que nada de esto sucediera.
¡Y todo aquello por culpa de Videl!
De un momento a otro, la rubia se sintió desesperada, al borde de una crisis de llanto. Pero justo cuando iba a botar la primera lágrima, el novio de su quien alguna vez fue su mejor amiga, le abrió la puerta a su mansión y le dio la bienvenida.
Ella sonrió con timidez, él estaba siendo demasiado amable.
-Duchate - le dijo él - mientras lo haces, te prepararé algo de cenar.
Ella lo siguió hasta la cocina y se quedó de pie mirándolo, esperando las siguientes indicaciones.
-Ah - dijo él comprendiendo un rato después - sube las escaleras, el tercer cuarto al fondo es el mío. Puedes bañarte ahí y tomar una salida de baño para cubrirte. Luego puedes tomar de mi ropa algo que te guste o te ajuste y bajar a cenar.
"La cena" - pensó ella.
Ahora la hora de la cena le traería malos recuerdos para siempre.
Asintiendo en silencio, ascendió las escaleras e ingresó a la habitación del muchacho sin poder evitar detenerse un momento para observar su habitación.
Todo estaba en orden y también muy limpio.
La decoración y los colores de la alcoba eran también muy sobrios, predominaban el rojo vino y el negro.
-Este tipo debe tener una personalidad interesante - murmuró para sí misma, mientras abría con suavidad la puerta del baño.
Una vez dentro se despojó de la ropa plagada de olores y manchas de comida y se metió bajo la regadera a prisa.
Lo primero que decidió era que se desharia de esa ropa apenas saliera de la ducha. No quería observar ese atuendo nunca más.
Encendió la regadera y se obligó a centrar su atención en el sonido del agua. Era bien sabido que este tipo de sonidos contribuían a la relajación y ella necesitaba relajarse con urgencia. Varios minutos después cerró el grifo de esta para poder embadurnarse el cabello con shampoo y mientras se masajeaba el cuero cabelludo, notó que un pequeño charco se formaba en el suelo.
En su mente se repetían una y otra vez las palabras de su famoso amante: "Quédate en la habitación, no salgas de aquí. "
-¡Maldito seas, Míster Satán! - dijo enseguida y pateó el cúmulo de agua que desapareció segundos después.
No podía evitar el estar enojada con él pero en su interior aún había algo que la impulsaba a creer que él sólo quería protegerla de las reacciones equivocadas de su hija.
-No - interrumpió sus cavilaciones de nuevo en voz alta - te presentó como una socia de trabajo, no como su pareja.
¿Qué otra señal quieres de que no te ama?
Introdujo los dedos entre sus cabellos y comenzó a romper las partes enredadas con fuerza.
De pronto se odiaba a sí misma, por completo.
Había cambiado por completo quien era, sólo para darle gusto a aquel hombre que nunca la consideró más que su amante; En aquel instante agradeció que Olivue no tuviera un espejo dentro del área de ducha porque de ser ese el caso, lo habría roto ya.
Cuando terminó de ducharse, recogió y exprimió sus extensiones de cabello con rabia. Y al salir se colocó una de las salidas de baño negras del joven Olivue. El aroma a limpio de aquella tela sobre su cuerpo, la hizo sentir un tanto feliz pero al recordar que aún tenía que hacerse cargo de aquella ropa a la que ahora denominaria " la prenda de la vergüenza".
Regresó al cuarto de baño y sujetó con dos dedos la ropa sucia. Salió de la habitación del joven y buscó un contenedor de basura a lo largo del pasillo pero como era de esperarse no encontró uno.
-Disculpa - gritó de pronto sin animarse a bajar las escaleras - ¿Tienes cuarto de lavado?
-Por supuesto - le contestó el varón - es el primer cuarto, al inicio de las escaleras.
-¡Gracias! - gritó ella en respuesta, y se apresuró a abandonar su ropa sucia en un contenedor del que no pensaba volver a sacarla.
Fue hasta que se quitó aquel peso de encima, que pudo disfrutar de la suavidad de las pantuflas que ahora traía en los pies.
-Sí ya estás lista será mejor que bajes antes de que tu comida se enfríe.
-Enseguida voy - contestó ella bajando a prisa por los escalones y sentándose a la mesa de inmediato.
De alguna forma apenas realizó esa acción, sintió como si hubiera vuelto a su infancia, a ser una niña a que su madre o su padre, le cocinaban los alimentos cada que era hora de comer.
Hubo entonces en su interior una oleada de calor. Pero en cuando levantó la vista y se encontró con la espalda de Olivue frente a la estufa, se recordó que era una adulta y que con los adultos, no había tiempo para la inocencia.
Tenía que comportarse como la hábil jugadora que siempre era.
Miró los cubiertos, dispuestos a su lado, en espera a que los manjares llegarán y de pronto supo que no le sería tan fácil, que estaba desmoralizada y que le costaría mucho volver a ser como era.
El aroma de la comida era delicioso y en cuanto tuvo el plato enfrente, supo que en definitiva esos alimentos sabrían aún mejor de lo que olían. Empezó a comer en cuanto le sirvieron, disculpándose por empezar primero sin esperar a su compañero pero en cuanto Olivue se sentó a su lado y la miró a la cara, su hambre se esfumó.
Solo tuvo que recordar lo mal que lucia entonces.
Lo hinchada y amoratada que tenía la cara y lo mucho que detestaba su vida en ese momento.
-¿Qué ha pasado? - preguntó Olivue notando su cambio.
-Es que no tengo tanta hambre - contestó ella avergonzada, al tiempo que se cubría el rostro con la mano, tanto como podía.
-Pero si estabas comiendo muy bien.
¿Algo tiene mal sabor?
Él esperó una respuesta pero de inmediato la vio negar y condujo la vista hasta la mano con la que ella intentaba ocultar su apariencia.
-Ah, es por eso - dijo él de pronto - no me parece justo para ti que pases hambre esta noche solo por avergonzarte de tu apariencia.
Cosa que debo aclararte que solo a ti te angustia.
Te vi antes de que toda esa horrible discusión tuviera lugar.
Sé que eres una mujer hermosa.
No me importa como luces ahora.
Incómoda, ella se llevó un pedazo de carne a la boca.
-No voy a obligarte a nada - le dijo él de pronto - te ayudé porque quise hacerlo y te traje sin interés alguno. Por supuesto no oculto que me gustes, pero no soy el tipo de hombre que forza a las mujeres a hacer algo que no quieren.
Si no quieres cenar, está bien. Podemos hacer lo que sea esta noche, lo que tú quieras. Pero tranquila, yo no voy a incomodarte.
Erasa se atrevió entonces a clavar su mirada en los ojos de Olivue.
-Yo - dijo de pronto y sin pensar - me enamoré de Mister Satán.
Era la primera vez que se lo contaba a alguien.
La primera vez que le confesaba aquel secreto a alguien. Sin saber muy bien por qué había elegido precisamente al novio de Videl para destapar sus sentimientos.
ESTÁS LEYENDO
SIMPLEMENTE TE ODIO
FanficSIMPLEMENTE TE ODIO. El amor es una de las emociones más bellas que el ser humano puede experimentar cuando se tiene la fortuna de ser correspondido. Pero ¿Qué sucede cuando no? ¿Qué sucede cuando la persona a la que amas, no siente lo mismo por ti...