Capitulo 5.

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Frunciendo el ceño, vuelvo a examinar la hoja con atención

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Frunciendo el ceño, vuelvo a examinar la hoja con atención. ¿Qué significaba realmente? Nunca pensé que «Hellen conocía a Hanna» fuera una posibilidad; una multitud de pensamientos confusos invadía mi mente. No lograba comprender cómo Brais podía ser tan desconsiderado con Hellen. ¿Acaso habían perdido a un hijo? Había aspectos de esta situación que me resultaban difíciles de aceptar, y a pesar de todo, me sentía forzada a aceptar una realidad que parecía estar construida sobre mentiras y engaños.

Algo extraño había sucedido en la relación entre Hellen y Brais. Mi mente estaba llena de inquietantes interrogantes; realmente no conocíamos a Brais en su totalidad, Hellen había sido manipulada y, en efecto, la concebida de Hillary no se había basado en el amor genuino.

¿Dónde demonios estaba, Hanna?

Era imperativo que encontrará respuestas, así que recogí mi cabello en una coleta alta y firme, vestía mi pijama roja y, calzando mis pantuflas, me dirigí al sótano. Salí de mi habitación de manera sigilosa y avancé en cuclillas hacia el destino, hasta que finalmente me encontré frente a la puerta del sótano.

Tomé una profunda bocanada de aire, encendí mi linterna y, con la mano extendida hacia la manija, abrí la puerta con el mayor sigilo posible: chiiiiiiiir, el sonido resonó mientras entraba lentamente en aquel lugar escalofriante, buscando las respuestas que tanto anhelaba. Al observar el entorno, me sorprendió la inusitada claridad que reinaba en ese espacio; no se asemejaba a los sótanos de las películas, que suelen ser oscuros y aterradores. No obstante, seguía siendo un sótano, y al agacharme para buscar las cajas azules, me di cuenta de que habían desaparecido.

¡Maldito sótano! ¡Maldita sea la persona que se llevó las cajas! Sentía que estaba perdiendo el tiempo y la frustración me invadía, pero a pesar del miedo que atravesaba mi corazón, reuní un poco de valor y comencé a iluminar a mi alrededor en busca de cualquier pista. Sin embargo, todo lo que me rodeaba eran objetos viejos, cajas llenas de cosas sin sentido, bolsas negras con ropa anticuada, y finalmente, me acerqué a lo que había captado mi atención desde el principio: un armario blanco, algo deteriorado. Intrigada por lo que podría contener, abrí el armario de un tirón y quedé paralizada.

El temor me invadía al encontrar mi lencería de colores, meticulosamente organizada, mientras las lágrimas comenzaban a deslizarse por mis mejillas. Era evidente que el asesino anticipaba mi llegada a este lugar, y en ese instante, la desesperación me llevó a un llanto incontrolable. Al golpear con fuerza el armario, algo captó mi atención: un cajón abierto que me dejó sin aliento. Mis ojos se posaron en unas fotografías en blanco y negro de Hanna y Brais, pero lo que más me perturbó fue que el rostro de Hanna estaba cubierto con un marcador rojo.

Las imágenes cayeron de mis manos temblorosas, y una sensación de inquietud y terror me invadió. Sin querer arriesgarme, recogí las fotografías del suelo y decidí tomarles fotos con mi teléfono, asegurándome de dejar todo tal como estaba.

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