Capitulo 8.

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Habían transcurrido veinticuatro horas desde que conocí a Hanna, y su perfección era tal que me provocaba una ligera sensación de malestar; era deslumbrante, joven, adinerada y su sonrisa tenía el poder de iluminar a quienes la rodeaban. Ella había insistido en leer la biografía de Brais, y me sentía inquieto ante la posibilidad de su reacción o de lo que pudiera pensar al respecto.

Dirijo mi mirada hacia la izquierda, donde se encuentra Hanna, luciendo un elegante vestido negro, con su cabello recogido en una alta coleta y un maquillaje refinado que realza sus labios rojos. Su mirada estaba fija en mí, y era consciente de que, al leer la biografía, todo podría cambiar; su actitud parecía la de una mujer muy exigente. La observó con atención mientras ajusta sus gafas y se sumerge en la lectura, lo hace con una concentración notable, interrumpida solo por un sorbo de su taza de café. Así que, durante los siguientes minutos, la contemplo, y esos veinte minutos se convirtieron en los más prolongados de mi existencia. La ansiedad me invadía, mordiéndome las uñas mientras ella leía, hasta que finalmente levanta la vista, se quita las gafas, me entrega el portafolio y se acomoda en su asiento.

—Todo parece salir de Google — protestó Hanna, cruzando sus piernas.

—Las Miller no me han brindado mucha información —me excuso dando un suspiro—. La vida de Brais era muy reservada.

Ella me regala una sonrisa débil y luego me mira detenidamente, llevamos segundo viéndonos en silencio y con incomodidad rompo el contacto visual.

—Si quieres puedo ayudarte —dice Hanna llamando mi atención—. Lo conocí muy bien.

¡Aquí tenemos a la zorra!

—Sería de mucha ayuda, Hanna

—Brais, era más que el esposo de mi mejor amiga —confiesa, tomando nuevamente un sorbo de café—, era mi hermano y creo haberlo conocido mejor que cualquier otra persona.

¡Claro que lo conocías, era tu amante! ¡Permanecían en su cama!

Justo antes de que pudiéramos responder, la puerta se abrió de manera abrupta, permitiendo la entrada de Hellen, quien vestía una falda blanca que combinaba perfectamente con su camiseta del mismo color. Al dirigirnos su mirada, se percibía un aire de curiosidad en su expresión; se acercó a nosotras y se sentó junto a Hanna.

—¿Qué tal tu vista, Hanna? —preguntó.

—Ayudaré a Delaney con información más personal —informa—. Si me lo permites, Walker.

Los ojos de Hellen se abren de par en par, ya que hacía tiempo que nadie se dirigía a ella utilizando su apellido de soltera, lo que provoca una expresión de sorpresa en su rostro. Una vez que recupera la compostura, le dedicó una sonrisa a su mejor amiga, pero luego me dirige una mirada tan gélida que, de manera instintiva, desvío la vista de ella. Desde aquella noche, cada vez que Hellen me observa, siento un profundo temor que me inquieta considerablemente.

—Por supuesto, Abbey. —Responde fríamente Hellen, regalándole una sonrisa a Hanna.

—Gracias amiga, esto es importante.

—Lo sé, es la biografía de mí ex esposo —dice Hellen. Enfatizando la última palabra.

—Si, tú ex esposo.

—Delaney, te mentimos en algo —dice, Hellen.

Las miro con asombro y una sensación de incomodidad, ya que la propuesta me resultaba sumamente perturbadora, forzándome a considerar que constantemente me estaban mintiendo y ocultando información. Al aclarar mi garganta, Hanna se pone de pie y se dirige hacia la puerta; tras abrirla y asegurarse de que no haya nadie en el exterior, la cierra con cautela.

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