Capítulo 3.

43 2 0
                                    

Las palmas de mis manos estaban empapadas de sudor, mi garganta se sentía completamente seca y un tic nervioso en mi pierna izquierda me impedía mantener la concentración. Experimentaba una sensación de proximidad y, al mismo tiempo, de lejanía respecto a la verdad que tanto anhelaba descubrir. Por lo tanto, tras inhalar profundamente, dirigí mi atención hacia el diario, ya que necesitaba comprender el funcionamiento de la mente de Brais Miller. Sin embargo, antes de sumergirme en la lectura, tomé el CD y lo inserté para que comenzara a reproducirse. Era imperativo que obtuviera toda la información posible, así que, con un movimiento ágil, me acomodé en los pequeños muebles de la sala de cine, sosteniendo el diario en mis manos y comenzando a leer con avidez.

Con rapidez, dejé el diario a un lado, sintiéndome nerviosa y frustrada; los saltos temporales me resultaban insoportables y, al parecer, Brais Miller no tenía la intención de facilitarme las cosas, ya que deseaba que entendiera la motivación, la ...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Con rapidez, dejé el diario a un lado, sintiéndome nerviosa y frustrada; los saltos temporales me resultaban insoportables y, al parecer, Brais Miller no tenía la intención de facilitarme las cosas, ya que deseaba que entendiera la motivación, la complejidad y la relevancia de su diario, así como lo significativo que era para él. Por un instante, anhelé poder hablar con él, aunque solo fueran unos breves minutos, ya que tenía innumerables preguntas que hacerle, pero lamentablemente, él ya no estaba entre nosotros.

Regresé a colocar el diario en mi mochila y apagué el CD que sonaba de fondo. Me recogí el cabello en una coleta alta y salí de la oficina, encontrándome de nuevo con la casa, un lugar que siempre me hacía sentir como si no fuera bienvenida. A pesar de la sensación de ser observada, que parecía buscarme, comprendí que era una pérdida de tiempo, pues no había nada que encontrar, ni a nadie a quien buscar.

Caminé por los pasillos de la mansión y bajé las escaleras con rapidez, hasta llegar a la cocina, donde encontré a Frederick, quien sostenía varias bolsas del supermercado. Corrí a ayudarlo, y en el momento en que mi mente se aclaró, una pregunta surgió de repente: ¿Dónde estaban los Miller? Justo en ese instante, como si pudiera leer mis pensamientos, Frederick me miró.

—Las señoras están en el museo —informó, llevando unas cosas al refrigerador.

Acomodo algunas bolsas en la alacena y lo miró nuevamente. —¿Qué museo?

—Forks Timber Museum, el favorito del señor Brais —me responde, sin evitar una mirada nostálgica.

—¿Señor Frederick, era usted muy cercano a él? —le preguntó y lo miró tranquilamente.

—Sí, conocía mucho a los Miller —dice—. Fui el mayordomo de Briana y Brandon Miller durante años, vi crecer, llorar y sonreír a Brais y ahora a Hillary. No tengo pasado sin ellos.

Suspiro y sonrío. Él conocía muy bien a Brais, él podía darme respuestas.

—¿Qué tanto conoció a Brais? —pregunto insistente.

Él sonríe, supuse recordando cosas del pasado y rápidamente una mirada melancólica aparece en su rostro.

—Fue un gran hombre, aunque todo un casanova —confesó sonriendome—, te confesaré algo, pero prométeme no decirle a nadie, Delaney.

H de ?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora