ᴄᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ 16

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-ɴᴏ ᴛᴇ ᴀʟᴇᴊᴇs-

LORELEY

Mientras más tiempo estábamos juntos, más me convencía que tenía que decirle a Dante sobre mi pasado con Samael.

Si me quería lo comprendería ¿No?

Cada fin de semana sin falta estaba sentado en la barra de mi trabajo y me esperaba hasta la hora de la salida; pedía uno bebida simple o en ocasiones una gaseosa y se quedaba un rato antes de salir y esperarme afuera.

Nuestras charlas eran muy divertidas y del sexo ni como quejarse, él era como un jodido incubó que me envolvía en deseo a cada rato, aunque en ocasiones ni bien llegábamos a su cama nos quedábamos dormíamos al instante.

Pero por las mañanas..., amanecía tan firme y perfecto que nos tomábamos un tiempo antes de salir a ducharnos o hacer el desayuno.

Íbamos al cine, caminábamos en el parque e incluso comenzamos a hacer ejercicio juntos de vez en cuando. Otras veces sólo nos quedábamos en su casa o en mi cuarto donde yo volvía a quedarme dormida mientras que él se la pasaba creando sus bocetos y adelantando algunos trabajos de la oficina.

Jamás había sido tan feliz y una vez más sentía que mis pulmones tomaban y sacaban aire con total libertad, aunque en sueños Samael llegaba a atormentarme de vez en cuando.

Lo que más raro de todo era darme cuenta que ya no sentía lo mismo por él y lo único que me aterrorizaba eran las inseguridades y el profundo coraje que había dejado plantado en mí.

Era pasada la una de la mañana y Dante aún no llegaba, cosa rara, él era muy puntual.

Me hice tonta un par de minutos para ir al baño y mirar mi celular, no había llamadas, no había mensajes.

―El trabajo lo ha de tener ocupado ―me dije a mi misma.

Volví a mi puesto para seguir trabajando en aquella noche tan ajetreada y de vez en cuando miraba hacia donde estaba la entrada, esperando verlo llegar.

Estaba muy concentrada en mi trabajo, pero no podía evitar preocuparme y preguntarme si no le habría pasado algo.

El corazón me palpitaba como loco y la piel se me erizaba de sólo pensarlo.

― ¿Y tu novio? ―preguntó mi compañera de trabajo que estaba en puesto conmigo.

Solía hablar con ella de vez en cuando, era del tipo de personas que actuaba muy profesionalmente en su vida laboral sin meterse con nadie ni en problemas.

―Él no es mi novio...

―¡Ay! como no va a ser, si se les nota en la cara cada que viene a verte. Hoy no a llegado ¿Todo está bien?

―Se cansó de ella ―se escuchó la voz corriente de Ro. La otra chica y yo volteamos a mirarla sin muchas ganas, pero nadie le contesto ni le hizo fiesta a su idiota comentario, además Dante no era ese tipo de chicos ¿O sí?

La noche paso, dieron las tres de la madrugada y salí del recinto esperando a que el estuviera afuera pero no.

―¿Nada? ―preguntó mi compañera saliendo tras de mí.

―Nada ―contesté, la verdad es que estaba poco desilusionada.

―Hay que compartir taxi..., bueno si quieres.

―Gracias ―acepté―, hay que compartir.

El taxi de mi compañera ya esperaba y ambas nos subimos. En el camino me animé a marcar su número, pero nadie contestaba hasta la cuarta ocasión.

Dante entre pacto y éxtasisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora